Jorge Javier Vázquez, el presentador de moda de las últimas dos décadas, ha concedido una entrevista a 'El País Semanal' donde no ha tenido tapujos para sacar su parte más íntima. El icónico conductor de Mediaset, convertido en azote de la extrema derecha durante la pandemia del coronavirus, ha hablado de todo y de cómo la televisión le ha servido de terapia para aguantar la COVID-19: “El 13 de marzo le dije a Vasile [el poderoso consejero delegado de Mediaset y su gran valedor]: ‘¡Cuenta conmigo para todo!’. Y no me arrepiento. Me he sentido útil. He hecho más horas de televisión que nunca. Le he dado entretenimiento a mucha gente encerrada en casa. Y para mí ha sido una terapia”.

Me enamoraba tres veces al día, he perdido tanto tiempo con los chicos…”, reconoce Vázquez, quien no duda en señalar que se “agarró a la coca con ansia”. Sin embargo, ahora reniega de la noche y sus vicios y confiesa que liga por “Grindr y por Instagram”: “De las noches locas ya no me acuerdo. Han sido centenares. Empezaban en un bar, seguían en una disco, continuaban en un cuarto oscuro y terminaban en una sauna. Ahora no salgo. Ni para ir al gimnasio. Yo que vivía junto a Sol… Me aburre la noche. La popularidad trastoca tu vida. No puedes hacer nada desde que se inventaron los móviles con cámara. Esa parte oscura de la noche ya la hice, me lo he pasado muy bien”.

En cuanto a la pequeña pantalla y su vertiginoso ritmo, indica que él ha “vivido en la televisión” y que a consecuencia de ello no ha tenido “ni un minuto para pensar”. “Ni siquiera si los programas en que participaba hacían daño a alguien. Todo era vertiginoso. Aquí hay tomate pasó de ser un programa de humor envuelto en cotilleo a ser justiciero, acusador y amargo. Era una máquina de triturar. Para mí era puro entretenimiento. No le daba más vueltas. En televisión, si tienes audiencia, es tu coartada. Sigues y no reflexionas demasiado. No hay tiempo. Tienes que estar al día siguiente en el aire”, añade.

“En este negocio”, continúa Vázquez, “si te vas, si dejas de salir, tienes que tener claro que no vuelves; dejan de llamarte. Cuanto más sales, más te encargan. Para salir hay que salir. No hay tiempo de elegir, sino de trabajar. O tienes audiencias, o no eres. No puedes distraerte. Y menos aún con crisis personales. Puedes tener ganas de descansar, pero no te lo puedes permitir. No he parado de salir en pantalla en 20 años. Me he expuesto más que nadie. Y eso destroza una vida; nunca estás preparado para perder el anonimato; para que te paren o insulten por la calle; para ser el hazmerreír nacional; para que te miren de reojo, te graben borracho o alguien cuente el último polvo que ha echado contigo. Para recibir hostias de la izquierda (yo que soy su fiel votante) y de la derecha (sobre todo Vox no para de darme y amenazarme”. Y también del movimiento homosexual…”, se sincera.

En cuanto a su condición sexual, Vázquez reconoce que no se atrevió a revelarse a su padre –que murió en 1997 de un tumor cerebral-: “No sé cómo hubiera llevado enterarse de que su hijo era el homosexual nacional. Su muerte me dio la libertad que me había faltado desde niño. Pude contar quién era”.

Por último, el periodista no titubea a la hora de hablar del ictus que sufrió en marzo del año pasado y de cómo ese episodio le cambió la vida: “Me quedé sin ilusión y sin fuerza. Todo eran miedos y angustias. Pensaba que se me había acabado la vida. Nada me motivaba; me sentía mayor; era el fin; el final de la vida, del amor y las ilusiones. Pensé abandonar. Hasta que me decidí a ir al psiquiatra, en septiembre de 2019. Me diagnosticó depresión y me recetó una dosis estándar de antidepresivos. Y me encuentro en un proceso de renacimiento. Que se ha afianzado con mi trabajo en estos meses de pandemia. Ha sido mi válvula de escape. Es el mejor momento de mi vida”.