Los restos de Benedicto XVI se encuentran desde este lunes en la capilla ardiente de la basílica de San Pedro. Y en este lugar permanecerá el cuerpo del papa emérito para los que quieran brindarle su último adiós hasta el jueves, cuando será enterrado en las Grutas Vaticanas.

Y pese a que ya hay colas de miles de personas para rendir un último homenaje a Benedicto XVI, todavía se desconoce qué hará Jorge Fernández Díaz. El que fuera ministro del Interior bajo el Gobierno de Mariano Rajoy nunca ha ocultado su devoción religiosa –incluso ha llegado a declarar en reiteradas ocasiones que tiene un ángel de la guarda que se llama Marcelo y que, entre otras cosas, le ayuda a aparcar-. Por ello, y fruto de esta ideología, el exdirigente popular sorprendía a propios y extraños al afirmar a mediados de 2020, con la pandemia del coronavirus ya desatada, una charla que mantuvo años antes con el expontífice (en concreto el 17 de junio de 2015) en el que Benedicto XVI le llegó a decir que “el diablo quiere destruir España”.

Para ser más precisos, y siempre según Jorge Fernández Díaz, estas palabras del papa emérito se produjeron después de que el exministro aprovechara un encuentro con Benedicto XVI en los jardines del Vaticano para pedirle que rezara por España: “Le dije: ‘Santidad’, sabe los problemas que tenemos ahora en España’, y me referí especialmente a Cataluña”. Una petición ante la cual el papa emérito contestó de la siguiente manera: “El diablo quiere destruir España”.

Sin embargo, la reflexión de Benedicto XVI no solo quedó ahí, ya que argumentó su frase con una explicación histórica: “El diablo sabe los servicios prestados por España a la Iglesia de Cristo, conoce la misión de España, la evangelización de América por España, el papel de España durante la Contrarreforma, la persecución religiosa de los años treinta... El diablo ataca más a los mejores y por eso ataca especialmente a España y la quiere destruir”.

Será enterrada sin vestir el palio

El difunto Benedicto XVI descansa sobre un catafalco, cubierto por una tela de terciopelo rojo y sostenido por dos almohadillas, con una casulla roja, y lleva en la cabeza una mitra blanca adornada. Además, en sus manos entrelaza un rosario en sus manos.

A diferencia de sus predecesores, no lleva el palio papal, la cinta de lana con cruces que se pone sobre los hombros y que simboliza la potestad de gobierno en una determinada jurisdicción. De hecho, será enterrado sin vestir el palio, que se colocará en el ataúd como se hace para los obispos eméritos, según han informado los medios italianos.

El cuerpo de Benedicto XVI está situado justo delante del monumental baldaquino, obra del italiano Gian Lorenzo Bernini, situado en la zona central de la basílica de San Pedro. Está flanqueado por dos guardias suizos y rodeado por unas vallas de protección que lo separan de las personas que han querido venerarlo en estos momentos.

En las inmediaciones está su secretario, Monseñor Georg Gänswein, que ha consolado a algunos de los asistentes, sobre todo, grupos de religiosos y de fieles procedentes tanto de Roma como de otros lugares del mundo, que quieren despedirse del papa emérito por última vez. Se estima que solo el lunes pasaron por la basílica de San Pedro más de 30.000 fieles.