Ya saben ustedes que andamos un poco obsesionados con el impacto de la tecnología en la cultura. Hoy, volvemos a mirar a la Literatura, tras las entrevistas a Gervasio Posadas, Nagore Suárez y Pita Sopena.

Nuestro protagonista en esta ocasión es Chema Álvarez, co-director de los talleres de escritura Fuentetaja y vicepresidente de la Fundación Escrituras, que tiene entre sus objetivos la creación nuevas didácticas para nuevas formas de escritura como la escritura ampliada.

Chema Álvarez

Ya no se trabaja solo con la página de papel, sino también con la pantalla

En Fuentetaja tenéis una visión distinta de la literatura
Consideramos la escritura como una escritura ampliada, con imágenes, enlaces, sonidos. Utilizamos la tecnología no solo como medio para impartir los talleres, sino también ampliar el concepto de la gente sobre lo que es un texto escrito. Ya no se trabaja solo con la página de papel, sino también con la pantalla.

Eso, ¿qué implica?
Todo eso está creando un nuevo concepto de cómo se intercalan las nuevas narrativas, cómo se lee y cómo se escribe. Han empezado desde un punto de vista cotidiano a integrarse en las conversaciones normales de la gente en whatsapp, por ejemplo, y seguramente dará un salto al mundo ficcional, al mundo de la escritura y de las historias.

Cada vez más, la incardinación de diferentes lenguajes que se van articulando y que a veces refuerzan el valor ficcional o el testimonial de algunos escritos va a ir en alza. Hay mucha gente trabajando sobre eso.

La literatura todavía va un poco por detrás del periodismo

¿Hay algún ejemplo válido?
Es algo que está muy asumido en el mundo del periodismo. Buena parte de los diarios digitales proponen nuevas narrativas donde se mezclan las fotografías, los vídeos, los textos, los enlaces… La literatura todavía va un poco por detrás.

La gente que ha estado trabajando durante un tiempo sobre lo que se denomina literatura electrónica o digital lo ha hecho dentro del ámbito de la experimentación. Pero poco a poco va a haber una confluencia hacia un grupo más generalizado que ya está accediendo de forma muy intuitiva a ella.

¿Cómo van a ser los libros?
Hay que pensar en nuevas didácticas de cómo se articulan estos diversos lenguajes a la hora de contar historias. Los libros interactivos reposaban -para los que tenemos una cierta edad- en aquel invento que se llamó el cd-rom, que tuvo una vida no excesivamente larga. Sobre todo en el plano de la divulgación.

Me da la sensación de que va a haber una traslación de las narrativas periodísticas actuales al mundo literario. Tanto en ficción como en no ficción. Es cierto que no se está trabajando mucho y que sigue habiendo una cierta dimensión mítica sobre lo que es el concepto de libro en papel y lo que son las aspiraciones como escritor que tienen buena parte de los estudiantes de creación literaria.

La gente no parece capaz de leer textos muy largos. ¿Existe una solución?
Nuevos formatos como los hilos de Twitter recuperan la idea de las entregas, que ha existido siempre, en los quioscos o con un continuará. Ahora ese continuará es mucho más inmediato pero funciona con el mismo interés de seguimiento de la historia: la gente quiere más, quiere saber lo antes posible y se engancha a ese tipo de serialización, que es importada de formatos literarios y televisivos.

¿Qué es lo que más ha cambiado?
Un primer cambio se ve en que está estamos teniendo que reconsiderar qué es la página, que es la pantalla, y cómo tenemos que empezar a escribir historias para esa pantalla.

Seguramente la tecnología todavía no ha corroído los cimientos de esa literatura que consideramos tradicional, pero sí es cierto que está invadiendo nuestro cotidiano. Estamos viendo periódicos que ya están trabajando así, estamos accediendo a un tipo de literatura que nos proponen las redes sociales, tanto Facebook, como Twitter o Instagram donde hay una incardinación de elementos gráficos y textuales al mismo nivel. Está abriendo puertas también a literatura hablada, a la dramatización de lo real a partir de la radio tradicional y un montón de confluencias de elementos que están funcionando en nosotros como lectores cotidianos y que está a punto de dar el salto a la ficción. Ya hay algunos ejemplos.

¿Planteáis eso en vuestros cursos?
El trabajo en nuestros talleres es investigar sobre esas nuevas gramáticas, la incorporación de diferentes lenguajes y empezar a encontrar algunos elementos comunes para establecer una didáctica para mejorar esas narrativas.

Este año hemos iniciado un taller a través de whatsapp en el que hacíamos un trabajo para tratar de encontrar fórmulas para que los alumnos a través de sus comunicaciones cotidianas empezaran a utilizar el teléfono como una máquina de escribir y han empezado a crear personajes. El coordinador era también un personaje de ficción.

¿Desaparecerá el libro en papel?
Considero que no. Yo insisto mucho sobre la integración de lenguajes, pero la literatura ha sabido crear, a lo largo de los tiempos, mediante recursos estrictamente literarios, excelentes fórmulas para la recreación de imágenes, de sonidos y para el desarrollo de la imaginación. Sería muy complicado que llegase a la desaparición. Vamos a seguir valorando los textos literarios.

Lo que sí es cierto es que seguramente los nuevos lectores digitales van a empezar a proponer nuevas ficciones digitales. Habrá que ver qué hacen los jóvenes. Va a ser muy importante el hecho de que estén trabajando desde muy pronto narrativas míticas a través de los videojuegos.