Con esto del confinamiento, a algunos se nos acaban las ideas sobre qué leer. Es verdad que siempre puedes encontrar listas y sugerencias en internet. Pero se echa de menos acercarse a una librería y que te recomienden algo.

Quizá por eso La Tienda de las Palabras, que el pasado día de Sant Jordi cumplió seis años, está recibiendo ahora mismo más peticiones que nunca. Hemos hablado con su fundadora, Pita Sopena, para que nos cuente qué es eso de ser ciberlibrera y qué papel juega la tecnología en nuestra forma de consumir literatura.

En La Tienda de las Palabras te recomiendan libros en función de tus gustos y estado anímico

En La Tienda de las Palabras te recomiendan libros en función de tus gustos y estado anímico

Nos consideramos los únicos ciberlibreros, porque hacemos recomendaciones personalizadas

¿Cómo funciona La Tienda de las Palabras?
En nuestra web hay un cuestionario en el que te preguntamos diferentes cosas, desde la franja de edad, hasta tu estado anímico, los intereses o tus autores favoritos. Con eso, sabemos qué tipo de libro te puede gustar. A partir de ahí, se genera una relación en la que ya no tienes que estar rellenando el formulario cada vez, sino que te hacemos propuestas más ajustadas porque cada vez conocemos mejor tus gustos y sabemos lo que te hemos recomendado.

Por eso nos consideramos los únicos ciberlibreros, porque es verdad que hay muchas recomendaciones estándar, pero la gracia es que las nuestras son personalizadas.

¿Cómo surgió la idea?
Después de un viaje a Buenos Aires, una ciudad en la que todavía los libros se respiran por la calle, pensé que me gustaría tener una librería, porque los libros son mi pasión. Intenté comprar –con ayuda, por supuesto- una que se iba a traspasar, pero eso no salió. Me quedé con la idea de traer la marca de una de Barcelona a Madrid, pero los números eran muy complicados. Así que decidí darle una vuelta y pensar en una opción que no supusiese invertir una cantidad importante de dinero, por no decir casi nada. Si no, no hubiera podido hacerlo nunca.

¿Cómo fueron los comienzos?
Empezamos con actividades relacionadas con la cultura y el ocio en las que siempre había de fondo o la literatura o un libro. A partir de ahí, empezamos a recomendar libros online, como una librería, pero sin tener que desplazarte. Y más adelante, a ofrecer servicios de comunicación a editoriales y a empresas que quieran promocionar la literatura de alguna manera.

Ni siquiera teníamos un modelo de negocio; fue empezar con algo

¿Cuál era el objetivo? ¿Creías que te ibas a hacer millonaria vendiendo libros?
[Risas] Ni siquiera teníamos un modelo de negocio. Fue empezar con algo, acciones con libros fuera de las librerías y luego también en ellas. Pero ni siquiera sabíamos cómo iba a crecer La Tienda de las Palabras. Yo solo sabía que quería impulsar la lectura y los libros.

El objetivo era acercar los libros a la gente, porque la gente deja de ir a las librerías y pensamos que los libros tenían que salir a buscar a la ciudadanía.

¿Está influyendo mucho la tecnología en la literatura ?
Está influyendo regular. Como escritura, poco. Todavía no se ha incorporado la tecnología al mundo de la escritura. Si vamos a leer en dispositivos tecnológicos, probablemente los libros puedan tener mucho más recorrido que las simples palabras. Y yo creo que no hemos llegado ahí aún. Ha habido algún intento, pero no se ha desarrollado. Al final, leas en un ebook o en un libro de papel, el contenido es el mismo. No se ha incorporado que puedas escuchar una canción, que puedas ver un vídeo…

Sí ha transformado el mundo de la lectura, pero menos de lo que se pensaba. El mayor impacto está siendo en la forma de comprar. Los grandes distribuidores online se están cargando el tejido de pequeños libreros.

Todavía no se ha incorporado la tecnología al mundo de la escritura

Me decían el otro día tanto Gervasio Posadas como Nagore Suárez, que el libro como objeto tiene un valor en sí mismo…
Sí. Pero hace poco veía la película “Libreros de Nueva York” y en ella explicaban que la gente está comprando libros –especialmente libros de viejo-, pero por el hecho de tener ese objeto como valor; no porque se fueran a volver a leer El Quijote, sino por la ilusión de volver a tener ese objeto. Pero las nuevas generaciones ya no están ahí, no ven el valor del libro como objeto.

¿Es porque la gente ha dejado de leer textos largos?

Yo creo que sí. Pero cualquiera. Yo misma, mientras leo un libro no sé cuántas veces puedo parar para mirar un whatsapp, hasta que no silencio las notificaciones. Si influye en la concentración de una persona que lee porque le gusta y que lo ha hecho toda la vida, imagínate a alguien mucho más joven que no ha tenido ese aprendizaje en la lectura ni esa concentración.

Las nuevas tecnologías son mucho más rápidas y más divertidas en muchas cosas. Las plataformas de contenidos audiovisuales barren al libro.

¿Podemos enseñarlos a leer?
A leer se aprende leyendo. Primero en el colegio y ahí lo hacen mal. Te enseñan a leer mal, cosas que no tocan o con una forma de explicar la literatura equivocada. Y ya es muy difícil coger el hábito, porque hay muchísimas distracciones más. Hay un momento en el que puedes engancharte a la literatura, pero tienes que darle una oportunidad.

La figura de unos padres y de un librero ayuda a que después de haberte leído algo como Harry Potter o Los juegos del hambre sigas leyendo. Al principio del confinamiento nos pidieron recomendaciones unas cuantas chicas de alrededor de veinte años –es curioso que todas tuvieran el mismo perfil-. Así que, mira, quizá haya una generación que está leyendo.