Los Veintisiete encaran una negociación determinante en la economía de la Unión Europea. Las medidas proteccionistas de Biden y la competencia desleal de EEUU han puesto en jaque a una Europa que, incapaz de ponerse de acuerdo afronta un momento potencialmente crítico en cuanto a oportunidades comerciales y transición ecológica.

Ley de la Reducción de la Inflación (IRA, por sus siglas en inglés) norteamericana, ha obligado a Bruselas a dar un golpe sobre la mesa y responder a una norma que provocará que el salvavidas de la energía limpia cruce al otro del charco. La ley promulgada por los demócratas contempla subsidios para la transición ecológica de las empresas por valor de unos 400.000 millones dólares, una oportunidad que las compañías energéticas, claves en la ansiada independencia energética europea, no dejarán escapar.

Los Veintisiete comparten el plan de Biden en cuanto a transición energética, a la par que temen el marcado tinte proteccionista de la medida que podría afectar a la economía de la UE de forma muy negativa.

Europa rápida en la reacción, lenta en la decisión

Parece que entre los Veintisiete hay acuerdo en la necesidad de reacción frente al sobreproteccionismo y la competencia desleal del Ejecutivo de Biden. Sin embargo, dónde el acuerdo es incapaz de florecer es en las medidas a tomar.

A pesar de que Margrethe Vestager, comisaria europea de Competencia, ya se ha puesto en contacto con los Estados miembros para conocer su posicionamiento en lo que a ayudas estatales se refiere, el acuerdo puede retrasarse a causa de las posiciones enfrentadas de los Estados miembros que podrían impedir una necesaria respuesta conjunta.

Así pues, frente a esta necesaria actuación, los Veintisiete, como viene siendo habitual cada vez que la UE ha de movilizarse, se han dividido en bloques enfrentados. Por un lado, Francia y Alemania, abogan por otorgar libertad de actuación en la respuesta, es decir; dejar que los países miembro impulsen sus propias medidas fiscales. No obstante, ante esta posición se imponen dos serios problemas. El primero radica en que los países con mayor cantidad de déficit y deuda no podrán hacer frente al proteccionismo estadounidense. El segundo, que la medicina resulte peor que la enfermedad y la competencia desleal crezca en el seno de la UE.

Por otro lado, Austria, Dinamarca, República Checa, Finlandia, Irlanda, Estonia y Eslovaquia se muestran contrarios a una respuesta conjunta con ayudas europeas que combatan la política económica de Biden. Como en tierra de nadie, ni Alemania, ni Francia, ni Países Bajos, se han adherido al bloque que se posiciona en contra. Sin embargo, tampoco se muestran favorables a una respuesta conjunta.

De esta forma, la UE encara este jueves una jornada decisiva, decisión que se antoja aún más complicada por la normativa fiscal común, que busca combatir los paraísos fiscales y los territorios con tributaciones desleales que hay en el seno de la propia Unión. España tiene claro que esta pata del debate es ineludible y defiende su propuesta en Bruselas con uñas y dientes, de igual manera que el Pacto de Estabilidad y Crecimiento.

La posición de España

Las posiciones de escucha y entendimiento se encuentran encarnadas, una vez más, por el Ejecutivo español y el portugués. Conocedor de las reticencias de los países frugales, es consciente de que plantear un fondo común que posibilite una respuesta conjunta frente a EEUU no va a contar con los apoyos de los ortodoxos económicos. Tampoco va a permitir, o por lo menos no va a apoyar, una línea de actuación basada en la libre competencia, que no es otra cosa que un ‘sálvese quien pueda’ y que cada Estado responda como pueda, fragmentando el mercado europeo por completo. Preocupan las desigualdades al Gobierno español, que defiende no dejar nadie atrás a ningún país y sus empresas, a nivel comunitario, y pensar en los más vulnerables, a nivel nacional.

Una vez más, los países ibéricos han mostrado unidad frente a otros bloques europeos que defienden un abordaje individualista e insolidario con los Estados cuya fuerza no alcanza para defenderse de las políticas del gigante estadounidense.  “No disponemos de un marco que nos permita competir con EEUU como lo pueden hacer Alemania o Francia”, ha señalado Calviño, haciendo referencia al menor potencial económico de países como España y Portugal, afectados por la deuda y el déficit elevados. Por ello, ha reivindicado una “autonomía estratégica abierta” que permita a los Veintisiete colaborar con otros países, entre los que ha destacado a los latinoamericano, y la definición de “un marco que incentive la inversión verde pública y privada” para fomentar la transición ecológica.