Se acercan las elecciones generales y los partidos políticos afinan sus mensajes de cara a la campaña electoral. El partido de gobierno, el PSOE, ofrecerá su programa buscando reafirmar el giro de la política fiscal, que busca consolidar la situación de nuestras cuentas públicas con un incremento de los ingresos, al tiempo que propone el programa de reformas contenido en la Agenda para el Cambio. Podemos buscará defender su política de estímulo fiscal y lucha contra el fraude, ampliando las medidas redistributivas, y Ciudadanos y PP defenderán una bajada de impuestos y una mayor liberalización de nuestra economía. Hasta aquí lo que podemos considerar normal en una campaña electoral: cada cual defiende su programa y propone sus ideas económicas.

Pero estas elecciones no van de economía, por eso los equipos de asesores y asesoras de cada partido van a tener difícil colocar sus mensajes o propuestas. Y para hacerse oír, la tentación de dejarse llevar por la política hiperbólica, el trazo grueso y los mensajes altisonantes es quizá demasiado grande. Y demasiado errónea.

Los altavoces económicos conservadores no cejan en su empeño de hacernos creer que la economía española sufrió un parón justo al día siguiente de la toma de posesión de Pedro Sánchez. Obvian que la desaceleración de la economía española comenzó meses antes, y que de hecho, en el segundo semestre de 2018 hemos crecido más de lo que crecimos en el primer semestre (1,25 % en el segundo semestre, 1,12% en el primer semestre), pese a la fuerte caída en las previsiones de crecimiento de nuestros socios europeos y la desaceleración internacional. Olvidan que España prácticamente duplica el ritmo de crecimiento de la economía de la eurozona, y mientras países como Alemania, Italia o Francia han reducido sustancialmente sus expectativas de crecimiento (un crecimiento del 1,1% para toda la eurozona en 2019), España mantiene una velocidad de crucero con unas expectativas de crecimiento para 2019 de entre el 2,2 % y el 2,4 %, con una aceleración en el primer trimestre de 2019. Hablan de parón industrial, pero el índice de producción industrial de enero de 2019 ha supuesto una importante recuperación y se sitúa, en términos interanuales en el 2,4% de crecimiento y el Markit Institute señala una mejora en las expectativas de los operadores económicos.

En materia de empleo, señalan que desde que gobierna Sánchez se ha incrementado el paro, pero lo cierto es que la última encuesta de población activa señala que en 2018 se crearon 566.000 puestos de trabajo. Se apunta a un incremento del riesgo de impago de la deuda española, algo que ya se adelantó durante la moción de censura, pero lo cierto es que la prima de riesgo española mantiene una situación relativamente estable desde el año 2016, y el valor de su CDS se encuentra en mínimos de los últimos seis meses, estando por debajo del existente a finales de Mayo de 2018.

Se ha señalado también el ritmo de creación de empresa, comparando el primer semestre del año 2018 con el segundo, que incluye los dos meses de verano y donde normalmente la creación de empresas es sustancialmente menor. Lo cierto es que el ritmo de creación de empresas en el segundo semestre de 2018 se aceleró desde los datos de 2017: entre junio de 2018 y enero de 2019, se crearon 59073 sociedades, 150 más que las creadas en el mismo período comparable (junio 2017-enero 2018).

En términos fiscales, y pese al fiasco presupuestario, España se encuentra en mejor situación. Los conservadores dejaron unos presupuestos con un déficit desviado en un 0,5% del PIB como todos los analistas habían advertido, y la cifra del déficit público de 2018 nos confirmará que hemos salido el procedimiento de déficit excesivo. Respecto a los presupuestos rechazados en febrero, el peor escenario previsto -el de la AIReF- significaba una reducción del déficit público de, como mínimo, un 0,6 % del PIB. La deuda pública se situó, a finales de 2018, en el 97% del PIB, dentro de los objetivos establecidos por el plan de estabilidad fijado para el año y mantiene el objetivo de acabar 2019 con una deuda por debajo del 96% del PIB.

Estos son los datos. Si hablamos de la idea de España, de traiciones o pactos ocultos, humillaciones de los independentistas o cualquier otro elemento simbólico, retorcer la realidad es fácil. Pero retorcer la realidad con datos públicos, accesibles, fiables y que se pueden confirmar rápida y fácilmente es mucho más complicado.

¿Significa esto que la gestión económica de Pedro Sánchez ha sido magnífica? Ni mucho menos: las cifras que he intentado volcar en este artículo -buenas o malas- tienen poco o nada que ver con la gestión económica de Sánchez.

En ocho meses no da tiempo ni a arreglar ni a destruir una economía. Las cifras habrían sido muy similares en el caso en el que hubiera seguido el PP en el poder. Lo que se puede intentar en ocho meses es a variar el rumbo de la política económica, cuyos efectos sólo se verán a medio y largo plazo. Sin presupuestos aprobados y con la Agenda del Cambio en el frigorífico, prácticamente nada se puede achacar al gobierno: ni bueno, ni malo. En las economías avanzadas de la eurozona, los gobiernos establecen las bases para el crecimiento económico a largo plazo y controla unas pocas variables relacionadas con el gasto y los ingresos públicos. El resto depende en gran medida del ciclo económico, de la política monetaria y del contexto internacional. Pocas de las medidas que ha diseñado el PSOE en el gobierno han impactado todavía en la economía (incluyendo la subida del SMI, pese a la minuciosidad con la que se “analizan” los datos de Enero y Febrero buscando un efecto en una u otra dirección).

Lo peor de todo es que los propagandistas saben todo lo que señalo aquí: saben que la economía española no está en caída libre y saben que en realidad Sánchez tiene poco que ver con ello. Pero aquí, como en la discusión sobre los presupuestos, lo importante no es la economía. Y eso si es un riesgo: si la ideología se impone a los datos, si se construyen medias verdades, a largo plazo las economías lo pagarán. Y sobre eso sí que tenemos evidencia. Que se lo pregunten a los británicos.