La Comunidad de Madrid se ha convertido ya en un paraíso fiscal para las grandes fortunas y multinacionales mundiales. Las políticas de bajadas de impuestos a grandes rentas y la bonificación de las fortunas de fuera del territorio impulsadas por Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la región, han atraído miles de millones de euros en inversiones extranjeras; sin embargo, gran parte de la cuantía son tan solo intangibles que ni crean empleo, ni generan infraestructuras en la autonomía. En definitiva, no benefician en nada a los madrileños, sino a los gerifaltes que se ahorran dinero por realizarlas en Madrid.
El informe de ‘Impacto de la Inversión Extranjera Directa en la Comunidad de Madrid’, realizado por CCOO Madrid y presentado este miércoles revela datos clave sobre este tipo de inversiones que exponen al Ejecutivo de Ayuso. La autonomía es, de lejos, la que más inversión extranjera agrupa de todo el país (72,2% del total entre 2018 y 2022), pero es la única en la que el porcentaje de inversión supera con mucho la tasa de empleos generados gracias a estas.
Madrid agrupa el 30,9% de empleos generados en España por las inversiones extranjeras directas, pese a que agrupa el 72,2% del total. Por el contrario, territorios como Cataluña, que aglutina el 20,6% de los empleos con el 9,8% del total de inversión, o Andalucía, cuyo peso laboral es del 10% con tan solo el 2,3% de inversión, muestran una absorción de la inversión extranjera mucho más beneficiosa para la ciudadanía que se traslada en puestos de trabajo. Esto se debe, principalmente, a la tipología de las inversiones recibidas por cada territorio.
Madrid es el hogar de grandes operaciones de compraventas empresariales o adquisición de acciones y, simultáneamente, funciona como sede de muchas compañías, aunque luego estas se desempeñen en otra parte del país o del mundo. Todas estas operaciones quedan registradas en Madrid, pero no tienen ningún impacto productivo o laboral en la región. En otros territorios, las inversiones siguen la lógica del desembarco: inversión extranjera llega, invierte en infraestructuras para construir un negocio y contrata a población local. Beneficiando todo esto a la macro y la microeconomía del territorio.
Esta es la realidad detrás de los discursos triunfalistas del Gobierno de Ayuso, que presumen de inversiones millonarias que en nada contribuyen con Madrid, dado que ni siquiera existe una fiscalidad que beneficie a las arcas públicas. “Se evidencia que no existe ni una alta concentración del inmovilizado material en la región madrileña ni tampoco una correlación entre el elevado nivel de flujos de inversión y el inmovilizado material existente en la Comunidad de Madrid en relación con el resto de comunidades autónomas”, certifica el informe de CCOO.
“Esta realidad contradice, de nuevo, la idea de que los flujos de inversión impulsan el desarrollo de la sociedad madrileña, estimulan la economía de la región y contribuyen a la generación de empleo”, añaden. Madrid es la que más inversión extranjera directa recibe, pero no lidera ni en la actividad económica que esta genera ni en creación de empleo, lo que certifica “una desconexión entre la cantidad de inversión captada y su impacto real en el mercado laboral y el bienestar social de la región”.
Efecto sede y capitalidad
Madrid es el gran foco de grandes operaciones, pero esta naturaleza “no se traduce automáticamente en un liderazgo claro en términos de desarrollo económico y mejora productiva vinculada a la atracción de inversiones extranjeras”. La elección de Madrid como territorio donde asentarse o realizar este tipo de operaciones, que no tienen por qué tener que ver con el territorio en sí, viene dada por una política fiscal “que favorece el establecimiento de grandes fortunas y patrimonios”, a costa, eso sí, “de profundizar en el dumping fiscal con otras regiones”.
Esta circunstancia fiscal impulsa el ‘efecto sede’ de la autonomía, que básicamente consiste en asignar contablemente a Madrid flujos financieros que responden exclusivamente a estrategias de optimización fiscal, a operaciones de compraventa de grandes empresas cotizadas o a inversiones en empresas con actividades en otros territorios. A esto se suma el ‘efecto capitalidad’, que atrae flujos de inversión extranjera ligados a actividades con un impacto menor en el empleo o la transformación productiva que el de otros territorios.
Ambos efectos están relacionados a su vez. “Las sedes corporativas de las grandes empresas y filiales de empresas extranjeras, sociedades cuya actividad productiva y comercial no está vinculada a un único territorio, tienden a concentrarse allí donde pueden beneficiarse de su proximidad con otros centros de decisiones económicas y políticas. Esto genera, a su vez, dinámicas que contribuyen a la polarización de la economía madrileña, entre un subsector de servicios cuya actividad se proyecta mucho más allá de la región madrileña y un tejido productivo más enraizado, pero poco diversificado y con puestos de trabajo de escasa cualificación”, explica CCOO.
Todo esto está, a su vez, impulsado por el propio Gobierno autonómico, que tiende a reforzar estos desequilibrios, “en lugar de buscar una mayor integración de las actividades económicas que se realizan en la región y una reducción de la desigualdad”. “Así se explica la apuesta por la baja fiscalidad de las rentas altas y grandes patrimonios, que ha propiciado que la gran mayoría se instale en la región, o las deducciones en el IRPF para inversionistas extranjeros”, concluye el sindicato, que pide atraer una inversión “capaz de solucionar los problemas endémicos del tejido productivo madrileño”.