No ha sorprendido ni en las instituciones europeas ni en el Gobierno de España que Alberto Núñez Feijóo aproveche uno de sus viajes a Bruselas para criticar la gestión de Pedro Sánchez. Poco importa al presidente del Partido Popular (PP) que la reforma que se encuentre bajo el foco de su crítica haya sido consensuada con los agentes sociales o pactada con la propia Comisión Europea, liderada por Ursula von der Leyen, miembro del PP europeo. Así lo ha demostrado en su último viaje, en el que ha decidido cargar contra la reforma de las pensiones aprobada recientemente, no sin antes superar un proceso de definición conjunta con los sindicatos y el Ejecutivo europeo.

Si bien esta posición desleal, aciertan a caracterizar desde el Gobierno, del expresidente gallego no sorprende entre las filas socialistas, el hartazgo alcanza ya límites elevados. “Es lamentable que el líder del PP pretenda utilizar las instituciones europeas, una vez más, para hacer oposición al Gobierno de España”, confiesan fuentes socialistas del Parlamento Europeo a ElPlural.com. Las formaciones de izquierdas ubicadas en Bruselas no comprenden que, mientras se desarrollaba la esperpéntica moción de censura en España, Feijóo, “en lugar de dar la cara en el Congreso de los Diputados y oponerse a una vergonzosa moción de censura, se ha plantado en Bruselas para seguir hablando mal de su país”.

La expedición del líder de la oposición española por tierras belgas ha traído revuelo por las declaraciones que allí ha decidido pronunciar. “Contrasta el interés por la sostenibilidad de las pensiones y la tensión social que está viviendo el Gobierno francés, que está haciendo exactamente lo contrario de lo que está haciendo el Gobierno español”, pronunciaba Feijóo tras asistir a un encuentro del Partido Popular Europeo, para continuar asegurando que “Seguro que uno de los dos (Gobiernos) se equivoca y me da la sensación de que nos estamos equivocando nosotros, aplazando un debate que es imprescindible”.

“En lugar de trabajar a favor de los intereses de los ciudadanos españoles, intenta desprestigiar al Gobierno de España a toda costa. Algo que no está logrando a pesar de sus esfuerzos”, refieren las mismas fuentes socialistas a este periódico. “Su desprestigio en la Unión Europea es tal que en esta ocasión ha sido el propio comisario de Economía, Pablo Gentiloni, el que le ha tenido que pedir que haga una oposición constructiva”, remarcan, haciendo alusión al pronunciamiento de Gentiloni del pasado viernes, que dejó en mal lugar al líder de la oposición española.

Feijóo elige retroceder en derechos

La reforma de las pensiones de Emmanuel Macron, defendida por el PP, contempla una subida de dos años de la edad de jubilación y el aumento de los años exigidos para percibir la prestación completa. Concretamente, los franceses pasarán a jubilarse a los 64 años y deberán trabajar 43 años para disfrutar de la totalidad de la jubilación. El retroceso en derechos de los pensionistas es la estrategia defendida por Feijóo para sostener el sistema de pensiones, que prefiere la fórmula francesa a la española, que ha posibilitado el aumento anual de las pensiones conforme al IPC (8,5% este año), una subida notable para las pensiones mínimas, contributivas y no contributivas, y las de viudedad o una mayor protección de las lagunas de las carreras laborales de las mujeres, entre otras cosas.

Pero, más allá de las diferencias de dirección que suponen ambas reformas, lo relevante también es la forma en la que se han alcanzado. José Luis Escrivá, ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, ha conseguido sacar adelante la reforma española después de años de negociación con los agentes sociales, el resto de formaciones políticas y la propia Comisión Europea. Todas las partes implicadas ha coincidido en señalar la normal como positiva, algo que no basta a Feijóo. Mientras, Francia arde.

A la sociedad gala no le ha gustado ni el contenido de la nueva reforma ni la forma de sacarla adelante. El presidente de la República, al no contar con apoyos, recurrió al artículo 49.3 de la Constitución, instrumento que permite sacar adelante cualquier norma sin contar con apoyos salvo que se presente una moción de censura. Dos fueron presentadas y Macron las superó por los pelos, nueve votos faltaron a una de ellas para derrocar al Ejecutivo francés. Desde ese momento, Francia se ha convertido en un polvorín plagado de mobiliario público en llamas y policías que no dudan en sobrepasar los límites para contener las protestas.

Con todo, Feijóo ha elegido el modelo francés como proyecto a futuro y Bruselas como escenario para defenderlo. Voces críticas han surgido dentro de su propio partido, pero, lejos de rectificar, ha acusado a Sánchez de querer “destruir a la oposición”. “Manipulan lo que decimos, cambian el sentido de nuestras palabras. Su objetivo es que no haya oposición en un régimen democrático”, subrayaba este domingo.