Una semana ha pasado desde la primera semifinal y lo que parecía el año de la reconciliación de TVE con el mundo eurofan se ha convertido en un eurodrama de magnitudes épicas y trágicas que ha revolucionado las redes, encendido las tertulias y llegado hasta el Congreso y el Senado. A punto de declarar Eurovisión problema principal de España de interés general, te explico todas las claves que necesitas para posicionarte en ‘el’ debate del momento.

Benidorm Fest estaba llamado a ser el festival que todos queríamos: eurofans, público en general y artistas. Por parte del público y de los artistas la marca Eurovisión sonaba a caspa y a frikismo. Daba igual que Eurovisión fuera el mayor espectáculo del mundo, que reuniera a artistas de todos los rincones de Europa, incluso de Asia y Oceanía y de que se esté trabajando en la versión americana. En España la marca se encontraba totalmente desprestigiada. De la misma forma para los artistas Eurovisión representaba una tumba para sus carreras. Los diferentes fracasos que había cosechado nuestro país, con 0 points incluídos del público y con récord de bottoms, hacían huir como de la peste al mundo musical.

De la misma forma, los eurofans desconfiaban de las pretensiones de TVE. El ente público había maltratado, en la época de Toñi Prieto, al festival, con una trayectoria muy irregular y con la sensación de que TVE no estaba interesada, ya no en ganar, sino en el propio festival. Un despropósito si tenemos en cuenta que TVE forma parte del Big 5, las cinco grandes contribuyentes a la UER, y una injusticia para otros países que sí trabajaban su proceso de selección, ya que España junto a las cuatro restantes del Big 5 (además del país anfitrión) pasaba directamente a la final, sin tener que someterse al examen previo de las semifinales.

A medida que se conocían los detalles, la desconfianza fue transformándose en esperanza, y esta, en ilusión. Parecía que esta vez TVE sí que hacía bien las cosas. El Benidorm Fest recuperaba el antiguo Festival de Benidorm a medio camino entre San Remo, que se está celebrando entre el 1 y el 5 de febrero, y el Melodifestivalen sueco, auténtica referencia eurovisiva que recogerá el testigo italiano celebrándose entre el 5 de febrero y el 12 de marzo.

Pero más allá del formato elegido, las 14 candidaturas seleccionadas estaban a otro nivel de años anteriores. Cualquiera de ellas era un soplo de aire fresco en sus diferentes estilos. Se derrochaba profesionalidad, calidad, y, sobre todo modernidad: se escuchaban ritmos de electropop, música urbana, flamenco orquestral que suponían toda una revolución en las preselecciones españolas.

Si el mundo artístico había respondido con más de 800 propuestas, el público también lo hizo. Del 11% de la primera semifinal y el 14% de la segunda, la final firmó un share del 21% con casi 7 millones de espectadores que, en algún momento, vieron la gala. Todo un éxito para TVE, que envió a La Voz Senior de Antena 3 y a Sábado Deluxe a un 11% de cuota de pantalla.

Primera semifinal, suenan las alarmas

Todo iba bien hasta que, en la primera semifinal, sonaron las alarmas tras el voto del jurado. A las 23:50 del miércoles se lanzaba la bomba: el jurado no consideró que Tanxugueiras, las grandes favoritas, merecieran pasar a la final. Chanel se aupaba con el primer puesto del jurado y del voto demoscópico. El subidón de Chanel no era la sorpresa. La actuación de la catalana estaba fuera de órbita. Una actuación digna de una Super Bowl, que recordaba a las puestas en escena de Jennifer López. Lo que no se acabó de entender es como Tanxugueiras se hundían en la clasificación de los profesionales.

La segunda semifinal del jueves no tuvo mayor misterio. Se cumplieron los pronósticos y Rigoberta Bandini se hizo con la victoria, cosechando el primer puesto en el jurado y en la audiencia, mientras que quedaba segunda en el voto demoscópico tras el sorprendente primer puesto de Gonzalo Hermida.

Con estos resultados parecía que se confirmaba que las grandes favoritas serían Tanxugueiras, Bandini y Chanel. Pero algo no cuadraba en este esquema. Si Tanxugueiras y Chanel ya se habían enfrentado en la primera semifinal y las gallegas habían sido claramente vapuleadas por el jurado ¿tenían opciones reales de batir a Chanel en la final?  Se reflexionó muy poco sobre la cuestión, abucheos en directo al veredicto aparte, y hubo un cierto consenso que los profesionales habían dado un toque de atención al grupo gallego por una puesta en escena que necesitaba mejorar. Ellas mismas eran conscientes y realizaron toda una serie de apuntes para mejorar una realización que deslució la potencia indudable de su candidatura.

Tras ver los resultados de las semifinales quedaba claro que el micrófono de bronce era cosa de tres y que había dos evidencias: el jurado iba a apostar por Chanel y el público (con el apoyo mayoritario de Galicia) iba a hacer lo propio por Tanxugueiras. Solo quedaba saber como se comportaría el jurado demoscópico, aunque tras la segunda plaza de Bandini frente a Hermida, esta parecía más fácil de batir que Tanxugueiras.

Final, ¿una votación calculada contra Tanxugueiras y contra Bandini?

El sábado el pronóstico que habíamos realizado algunos se cumplió. El jurado volvió a colocar a Tanxugueiras en su bottom, a 21 puntos de Chanel. Con los cálculos vinieron las dudas y con las dudas las teorías conspirativas. Quedaba claro que Chanel iba a ser como mínimo tercera en el televoto y en el demoscópico y que Tanxugueiras podían ser (como así fue) primeras. La diferencia sería de 20 puntos. Las cuentas estaban hechas. Una distancia de 21 en el jurado haría insalvable el gap entre las gallegas y la catalana.

¿Y Rigoberta? Aquí es donde la teoría se vuelve más endeble. Si la también catalana hubiera quedado segunda en el demoscópico por encima de Chanel, le hubiera superado 96-91 intercambiando los puntos que tuvieron cada una. Por tanto, o debieron confiar en los resultados de la semifinal o debían conocer de antemano el voto demoscópico, o, simplemente, votaron siguiendo sus preferencias.

Pero la polémica estaba servida en varios puntos. El primero en el peso del jurado, sus composición y las supuestas relaciones profesionales entre algún integrante de este con el equipo de Chanel.

Una mecánica de votación complicada y cuestionada

Lo primero que hay que decir que el voto del 50%-50% jurado-público es la mecánica del Festival de Eurovisión. La introducción del televoto fue evolucionando de solo jurado hasta solo televoto hasta la configuración mixta actual. Cada año se publica los votos de los jurados y en muchas ocasiones la coincidencia es pura casualidad. De hecho, esa falta de concordancia es lo que da emoción al sistema sueco de votación final que se ha impulsado en los últimos años. El año pasado, por ejemplo, esa diferencia de criterios aupó a Italia y hundió a Malta.

Pero también es cierto que la ley del 50% no es norma en todos los procesos nacionales de selección, aunque sea lo más habitual. Francia, Portugal, Israel, Croacia, Suecia (en la final) lo hacen a mitades, mientras que Noruega o Dinamarca dan todo el peso a la audiencia, mientras que otros países como Chequia o Italia mezclan porcentajes. Los transalpinos tiene jurado, demoscópico y público a partes ‘casi’ iguales.

Otra salvedad es que no siempre lo que decide el jurado y el público coincide en las semifinales. El caso paradigmático es el de Salvador Sobral, que, antes de arrasar en Eurovisión con la mejor puntuación nunca conseguida, estuvo relegado a la segunda posición del público. Fue el jurado el que tuvo que asistir a su rescate.

Intereses y conexiones de la candidatura de Chanel

Pero el comportamiento ‘presuntamente’ táctico del jurado español hacía poner las sospecha en si hubo una acción premeditada de algunos miembros para favorecer la candidatura de Chanel.

Lo que parecía un salto de calidad en la composición del jurado pronto se volvió pesadilla. Un jurado compuesto por representantes realmente profesionales como una coach vocal, un director artístico, una coordinadora de coro, una coreógrafa o el representante de la delegación islandesa daban tranquilidad frente a composiciones sui generis de otros años. Lo de la representación islandesa no es menor. Netflix inmortalizó el año pasado a la delegación islandesa con una comedia sobre eurovisión La historia de Fire Saga que ya forma parte de la propia historia eurovisiva.

Todas las miradas se centraron en Miryam Benedited. La coreógrafa había trabajado previamente con Chanel como recordaron las redes sacando fotos en las que se veían juntas. El debate estaba servido. ¿Haber tenido relación profesional supone algo? Chanel se defendía: “Hace cuatro años que no hablo con ella” y argumentaba que en este mundo todo el mundo se conoce y, quien más quien menos, todos han trabajado con todos.

De hecho hay otra relación más fuerte que no ha trascendido, la relación profesional de Benedited con el coreógrafo de Rayden con el que habían preparado conjuntamente la puesta en escena de Ana Mena y Rayden para los Goya 2020.

Quedaba otra duda. No solo hacía falta a un miembro del jurado para descabalgar a una candidatura. Como mínimo se necesitaba el concurso de tres. Y en estas llegó el presentador de la gala. Máximo Huerta reveló a Socialité que, mientras los dos miembros del jurado internacional apoyaban entusiastamente a Tanxuguerias fueron las tres representantes del jurado nacional las que no las apoyaron. Y la polémica estaba de nuevo servida.

¿Había algún interés especial de TVE de llevar a Chanel?

Las críticas se dirigieron pues, a una supuesta trama de intereses creados dentro de la organización de la televisión pública para llevar a Chanel a Eurovisión.

Todo ello surge del propio sistema de head hunters que tuvo TVE para buscar canciones y artistas. La respuesta era masiva pero no todas las canciones tenían la calidad que buscaban para imprimir el sello que marcaría, a partir de entonces, la nueva singladura española en Eurovisión y la propia marca Benidorm Fest. Al final dieron con un pack de tres o cuatro candidaturas que parecían estar un nivel más allá que estaban respaldados por una discográfica (Azúcar Moreno por BMG y Rayden por Warner Music).

Una de ellas era Chanel, que traía tras de sí un equipo de primera a nivel mundial. La canción ya corría con anterioridad y encontrar a la artista adecuada para su interpretación no fue fácil. Chanel con su experiencia en musicales y con su dominio escénico reunía todas las características. Detrás estaba el potente sello alemán BMG propietario de la editorial Penguin Random House así como un elenco profesional que ningún cantante español podría soñar: el compositor Leroy Sánchez (Malú, Pitbull o Álex Ubago), Arjen Thonen (Tiësto), Ibere Fortes (Anitta), Keith Harris (Black Eyed Peas, Mariah Carey o  Christina Aguilera), Kyle Hanagami, el principal coreógrafo de Jennifer López o la ganadora de la primera edición de Drag Race España, Carmen Farala.

Un equipo de Champions mientras que el resto jugaba la Liga. ¿Tenía opciones de perder? ¿Había interés en que ganara? Aquí los focos se pone en la delegación española que habría mostrado en los días y semanas previos un excesivo interés en que ganara Chanel, interés que habrían transmitido, según algunas fuentes, de alguna manera, a los miembros nacionales del jurado profesional.

RTVE intenta aclarar la situación y echa más leña al fuego

La situación creada y la gestión de la comunicación creó un malestar en el Consejo de RTVE que obligó a aclarar los resultados mediante la publicación de manera transparente de los votos emitidos por el público, el jurado demoscópico y los miembros del jurado.

La pregunta que había que aclarar es si la presentación de los resultados de ayer confirmarían el comportamiento del jurado tal y como Máximo Huertas había explicitado en la entrevista en Socialité. Analicémoslo.

Tres jurados dieron las máxima puntuación a Chanel que, con 36 puntos se diferenciaba 23 puntos de Tanxugueiras y 12 de Rigoberta. En cambio los dos supuestos jurados internacionales pondrían a Tanxugueiras 2 puntos por encima de Chanel y a Rigoberta, 7 puntos por encima. ¿Son estos tres jurados el jurado nacional? Vuelvo a repetir no hay pruebas de que lo sean pero todas las pistas cuadran.

La presentación del voto popular no hizo más que añadir más gasolina. El voto masivo del público otorgaba un 71% del televoto para las gallegas. Pero ahí no estaba el principal problema. El problema era el escaso 3% de Chanel en el apoyo popular. El voto demoscópico corregía esta situación pero el gap entre las candidaturas y el sesgo en el jurado servían una situación envenenada difícil de comprender.

Pero no nos olvidemos que también existía Rigoberta Bandini. Aunque los “tres miembros” del jurado la votaron por debajo de sus otros dos compañeros y del voto popular, no distaron mucho del porcentaje otorgado por el voto demoscópico (13,52% de la muestra frente al 14,81% de los votos de los “tres del jurado”). Pero aquí, si la voluntad era beneficiar a Chanel, se la jugaron, ya que la diferencia en el demoscópico fue tan pequeña que un sutil cambio en el orden hubiera llevado a Rigoberta a Turín.

Hay que apuntar que un 71% de voto popular para una candidatura de entre ocho tampoco es lo ‘normal’. Esta victoria ‘a la búlgara’ demuestra una mayor movilización de una candidatura que tenía detrás de sí a toda una Comunidad Autónoma. Recordemos que se emitieron 192.000 votos, no fue una elección de toda la población española. ¿Representan a toda la sociedad española o tienen un sesgo gallego importante? Recordemos que el share en Galicia fue del 50% y que de los 3 millones de telespectadores que siguieron toda la gala la ‘participación’ sería de un escaso 6,6%. Esta es la explicación de la introducción de muestras demoscópicas. Evitar el sesgo mediante candidaturas que tienen una mayor capacidad de movilización. Otro debate es si 350 personas son un fiel reflejo de los gustos y preferencias de toda la sociedad, si el jurado debe corregir incluso los sesgos cuando la participación ha costado dinero a los que se han movilizado e, incluso, analizar que si cruzamos voto popular y demoscópico las gallegas seguramente ganaron también en el resto de España. ¿Basta Galicia para un 71%?. Sin los datos desagregados se hace casi imposible de saber.

La conclusión es que si el concurso fue absolutamente limpio todas las circunstancias y casualidades se juntaron en una dinámica endiablada para hacer parecer todo lo contrario. Los datos de ayer no demuestran nada pero acrecientan rumores y sospechas porque abonan la teoría del voto estratégico y la amplifican.

Lo que queda claro es que hubo tres miembros del jurado que otorgaron la máxima puntuación a Chanel y, a su vez, infravaloraron a la canción galega. ¿Estrategia o valoración profesional? Vuelvo a repetir: si no la hubo, todos los astros se tuvieron que alinear para que lo pareciera.

Mi análisis es que TVE ha de aprender de errores. El error principal no es la existencia del jurado o su peso. Así funciona en el propio Festival y en multitud de finales nacionales. El error no es que haya una diferencia entre el criterio popular y el profesional. Pasa cada año y, de hecho el pasado, el televoto español otorgó 10 puntos a la campeona Italia mientras el jurado le dejó con 0 points. El problema es el volumen del jurado y del demoscópico. Para evitar votos estratégicos, influencias, presiones o manipulaciones no puede haber solamente cinco miembros. Ya se que en Eurovisión es así. Pero en una final nacional puede haber más intereses personales que en una votación internacional. De la misma forma un ‘jurado’ demoscópico de 350 personas no puede ser representativo de la sociedad española. España necesita una muestra mucho mayor para que sea refleje su auténtica pluralidad generacional y territorial.

Dudas sobre la candidatura y polémicas en redes

Desde el sábado las redes ardieron. Las acusaciones contra TVE pronto se volvieron a acusaciones contra la canción y contra la cantante. El debate tenía dos caras, una, la de la indignación, otra, la del odio. Eso es lo que tiene el anonimato en redes que permite pasar de la indignación contra una situación al acoso contra las personas con una sensación de impunidad absoluta.

Pronto surgieron los rumores de un supuesto incumplimiento de las normas del concurso que obligaba a las canciones a no tener más de un 35% en idiomas extranjeros. Un usuario publicó un tuit en el que aseguraba que "La canción tiene 424 palabras, y en inglés tiene 187: equivale al 44,1% de la letra". Nadie comprobó ni las bases del concurso, ni comprobó la exactitud del cálculo pero se defensores y detractores se lanzaron en tromba. El fact check es que la canción cumple justo con el 35% si descontamos a esos supuestos ‘barbarismos’ palabras aceptadas por la RAE y onomatopeyas idiomáticas.

Pero había dos debates más. El primero el de si la mención a la marca Bugatti incumplía la normativa del concurso de no promoción de marcas. RTVE respondía que el apartado 3.4 en el que se recoge la prohibición hacía referencia al protocolo de los participantes en el proceso de representación y no al contenido de las canciones. Muy pillado por los pelos. Lo cierto es que Eurovisión prohíbe explícitamente nombrar marcas comerciales en las letras. Todos recordamos como la doblemente representante de San Marino, Valentina Monetta, tuvo que cambiar el título y contenido de su canción en 2012 de Facebook Uh, Oh, Oh (A Satirical Song) a The Social Network Song (Oh Oh - Uh - Oh Oh) para evitar nombrar a Facebook.

El otro el del plagio. Nuevamente poco sabemos sobre las normas internacionales de plagio (la famosa regla de los 7 compases musicales seguidos repetidos) pero la sola insinuación quemaron las redes. Esta acusación venía de algunos fans serbios que afirmaban que SloMo era un plagio, en su estribillo, de una canción de 2017 de la artista serbia Dara Bubamara, Ekstravagantno. En Youtube hay comparativas entre las dos canciones. Juzgad por vosotros mismos. Las dos canciones no se parecen en nada pero ¿qué sería de un buen eurodrama sin una acusación de plagio? Todo un clásico.

Pero el lado más oscuro de las redes vino de aquellos usuarios anónimos (y acentúo lo de anónimos) que vieron la oportunidad para hacer un acoso y derribo de la artista. Los dardos se enviaron en dos direcciones: las que se centraban al género, cuerpo y movimientos de Chanel y las que acentuaban el origen extranjero de candidata y candidatura.

Lo voy a decir claro: machismo y racismo. ¿Qué sentido tiene que aquellos que defienden el feminismo de Bandini insulten con comentarios machistas a Chanel? Usar el feminismo para criticar la letra de la canción y el machismo para insultar a la cantante me parece miserable.

El otro lado era el de la xenofobia. Las que hacían hincapié en que la catalana en realidad era cubana y que el latineo no es representativo de España. Solo les faltaba decir ‘sudaca’. ¿Lo latino no tiene que ver nada con España?, ¿Aquellos que tanto reivindica el orgullo de un pasado común latinoamericano rompen culturalmente con el legado latino?, ¿de dónde surge sino el prefijo ‘latino’ añadido a América si no es de España? Poco valía la reflexión. El lado oscuro y anónimo de las redes no está para reflexionar ni para debatir.

El problema, como había apuntado la propia Chanel es que la imagen de mujer empoderada y racializada no le cuadraba a muchos. Como ella misma había dicho en una entrevista: “de pequeña me hubiera encantado ver a una mujer empoderada y racializada teniendo protagonismo”. Este guante lo recogió la asociación Afroféminas que, en un artículo que firma Julia Cabrera, cuya conclusión es reveladora: “todo este tipo de comentarios son el día a día de lo vivimos las personas, especialmente, mujeres racializadas. Una vez más las redes fueron un altavoz para difundir todo lo que tenemos construido y aprendido”.

La propia Chanel tuvo que anunciar que se había borrado Twitter por todo ese discurso de odio de la parte más oscura de la red que nada tenían que ver sobre el legítimo debate sobre la candidadura y las dudas de la votación. El apoyo que recibió fue enorme, Beatriz Luengo, Raquel del Rosario, Aitana, Ion Arramendi, Vicky Gómez, Mala Rodríguez, Ruth Lorenzo, Ana Mena, Roko o Blas Cantó fue algunos de los nombres que salieron en su apoyo. Pero, quizás el más emotivo fue, sin duda, el de sus compañeros de Benidorm Fest y el de sus más directas rivales. Tanxugueiras y Rigoberta. Bandini zanjó la polémica: “hermana, lo vas a petar”, después de alguna polémica algún tuit previo en el que parecía poner en duda el concurso.

Sus señorías ya no hablan de inflación, sino de Eurovisión

A esta ceremonia de la confusión solo faltaban los políticos. La polémica ya estaba servida de antes. La teta de Rigoberta Bandini había si usada por Irene Montero y contestada por la derecha. La ministra la había descrito como “un hermoso lema feminista” a lo que Abascal contestó que las tetas les “gustaban desde pequeñitos” y Pablo Casado, sin atreverse a pronunciar la palabra ‘teta’ (que vendría a dar la razón a Bandini) definió a la canción como “soflama feminista”. La diputada del PP, Edurne Uriarte echó más leña al fuego calificando la canción de “feminismo casposo de las tetas”. Este es el nivel.

Si eso fue la previa, el post no fue mucho mejor. El debate de redes se convirtió en debate en el Congreso y el Senado. Galicia en Común y BNG pidieron explicaciones en la Cámara Baja sobre el proceso de selección exigiendo la comparecencia del presidente del Consejo de RTVE, mientras que el PP hacía lo propio en el Senado acusando al PSOE de llevar la crispación al certamen y Comisiones Obreras pedía dejar sin efecto la elección de Chanel.

Esta es el Debate sobre el Estado de Eurovisión. Un debate que hasta ahora había sido una polémica de frikis y que ahora reviste tintes de debate de Estado, de controversia fabricada con el material con el que se hacen las cosas serias e importantes de esta vida: justicia social, cultura, interés general, democracia… pero que, en definitiva, se resume en un nombre acuñado y añejado por el tiempo: Eurodrama.