¿Qué pasaría si saliéramos de nuestra casa y, pasados diez minutos, nos diéramos cuenta de que no tenemos el teléfono móvil encima? Y si, dentro del mismo contexto, ¿hubiéramos cogido el móvil pero con un 10% de batería? La situación puede generar angustia para algunos, mientras que otros desdeñarían esta anécdota y seguirían su camino, independientemente del lugar y la situación en la que se encuentre su smartphone, nuestro fiel compañero en los últimos años.

Gonzalo López Alba, autor de su segunda novela ‘My Dear Love’, seguramente optaría por la segunda opción. “Puede sonar exotérico, pero vivimos muy metidos de cabeza en el teléfono móvil. Todos estos inventos nacieron para que la vida nos fuera más cómoda, pero tienen su lado perverso”, comenta en su entrevista con ELPLURAL.COM.

Es precisamente ese lado oscuro el que López Alba saca a la luz en su novela, donde propone una historia de amor y engaño enfocado a través del mundo de la soledad en las redes sociales. Escrita en su mayor con el formato que tienen los correos electrónicos de hoy en día, también se deja un hueco al lector para que pueda anticipar el discurrir de los acontecimientos y adivinar -incluso modificar- el desenlace de la obra.

El algoritmo de la vida

“Al final todo esto se mueve por algoritmos. Por ejemplo, tú vas a sacar un café a una máquina y es un algoritmo el que determina toda la información que has seleccionado. Descafeinado, sin azúcar… Con las redes pasa igual. Tenemos nuestros gustos, y se encargan de detectarlos y hacerlos rebotar en nosotros”, explica López Alba.

Aunque ‘My Dear Love’ invite a reflexionar sobre la peligrosidad que tiene hondar a fondo en las redes sociales, sí es cierto que nuestra vida se maneja por una serie de códigos distribuidos. A finales del s.XX se produzco una gran revolución con el ADN que permitió comprender cómo estaba conformada cada forma de vida de nuestro planeta. A día de hoy, ese ADN se encuentra en las redes. Son una segunda personalidad creada a raíz de todo lo que buscamos, lo que escuchamos, lo que nos gusta o lo que publicamos.

¿Qué supone esto? Que percibamos la realidad de otra manera. “Creemos que todo está ahí, y no es realmente cierto. Hemos perdido cosas que son consustanciales en el ser humano. Los animales son capaces de percibir tu miedo, olerlo. Eso no lo hace un móvil”.

El síndrome de París

López Alba analiza con ELPLURAL.COM cómo la universalización de las redes sociales han provocado una pérdida de atención notoria. No solo eso, sino que también compara la situación actual con el famoso ‘síndrome de París’. El término empezó a gestarse a finales de los años 80, cuando la única idea que tenían los japoneses de París no iba más allá de los panfletos y revistas de viajes. Una vez comenzaron a salir hacia Europa y vieron la capital parisina, pudieron darse cuenta de que no era oro todo lo que relucía.

“Con lo digital ocurre lo mismo. Te mejora la realidad. La realidad es muy bonita, pero cuando te chocas con lo real, ves que tiene sus partes negativas. La vida de nadie no es continuamente felicidad”, continúa Gonzalo.  

“Según el INE, hasta 4,5 millones de españoles viven solos. Evidentemente, soledad y vivir solo no son sinónimos, pero está pasando en un país donde estamos acostumbrados a salir, tomarte una caña, socializar… Creo recordar que el 69% de los adolescentes, según el último informe de PISA, dicen que si no están conectados a Internet se sienten mal. Es muy duro”.