Castilla y León vuelve a arder. En pleno agosto, once focos activos, más de 25 000 hectáreas calcinadas y cientos de vecinos desalojados dibujan un mapa de emergencia que se repite año tras año. Las Médulas, joya Patrimonio de la Humanidad, sufre ya las consecuencias del fuego y de una política forestal marcada por recortes, precariedad y un discurso negacionista del cambio climático que condiciona las decisiones de la Junta desde la llegada de PP y Vox.
Sin embargo, para entender por qué hoy los montes están más indefensos que nunca, basta con mirar atrás: a la Sierra de la Culebra, donde el mayor incendio en la historia de la comunidad dejó cicatrices que siguen abiertas y una sorprendente propuesta que indica la importancia que le da la Junta a la lucha contra el fuego.
La herida del pasado sigue abierta: el concierto fallido en la Sierra de la Culebra
En el verano de 2022, los incendios en la Sierra de la Culebra dejaron una devastación sin precedentes en Castilla y León: casi 66 000 hectáreas calcinadas —más de 34 000 de alto valor ecológico dentro de la reserva de la biosfera— y cuatro personas fallecidas. A pesar de las condiciones extremas —calor, sequía y tormentas secas—, la Junta mantuvo el nivel de riesgo en “medio” hasta el 27 de junio, lo que implicó operar con menos del 25 % de los medios previstos para una situación de alto riesgo.
La indignación popular no se hizo esperar. En Villanueva de Valrojo (Zamora), los vecinos increparon al presidente Mañueco con gritos como “Cabrones, nos habéis dejado sin reservas”. En respuesta, Vox impulsó la celebración de un “concierto solidario” para recaudar fondos y reactivar la zona afectada. No obstante, la iniciativa derivó en un acto promocional —con un coste estimado de 160 000 €— que recaudó apenas 250 € y ofreció entradas gratuitas a los vecinos, distorsionando su propósito original.
La polémica escaló cuando los artistas Fangoria, Marlon, Naïa y Markfeel se retiraron del cartel —algunos denunciando que fueron anunciados sin consentimiento— lo que provocó la cancelación definitiva del concierto. La prensa local lo calificó como una auténtica “historia de un ridículo”.
De la Culebra a las llamas de 2025: una gestión que se repite
Tres años después, el patrón se repite. Castilla y León está hoy al rojo vivo: la ola de incendios que azota siete comunidades españolas ha golpeado con especial fuerza a la región, dejando pueblos aislados y miles de hectáreas arrasadas. Las voces de afectados y bomberos forestales repiten la misma historia: “Tuvimos que irnos atravesando las llamas con el coche”, relata una evacuada.
Mientras tanto, sindicatos y brigadistas denuncian la precariedad del modelo operativo: contratos temporales, externalización de brigadas y ausencia de planificación anual. “Se entrena en verano, pero el fuego está todo el año”, advierten, alertando de que la plantilla estable sigue siendo insuficiente para una comunidad con casi 95 000 km² de superficie.
La factura del negacionismo climático
PP y Vox han bloqueado iniciativas clave como la ley de bomberos forestales, que habría garantizado un operativo estable y homogéneo todo el año. El discurso político que relativiza el cambio climático se traduce en inacción: menos prevención, menos recursos y más exposición a incendios de “sexta generación”, mucho más rápidos y destructivos.
La crisis actual también está marcada por la gestión política. El consejero de Medio Ambiente, Juan Carlos Suárez-Quiñones, fue criticado por asistir a un acto en Gijón mientras el fuego avanzaba, y el presidente Alfonso Fernández Mañueco tardó más de 36 horas en incorporarse físicamente al operativo, tras permanecer en Cádiz durante el arranque de la emergencia. La oposición acusa a la Junta de llegar tarde y mal; el Gobierno autonómico defiende que el operativo funcionó desde “el primer minuto”.
El monte como termómetro político
Lo que está ardiendo hoy no es solo la masa forestal: también la credibilidad de quienes gobiernan. Los incendios, lejos de ser fenómenos imprevisibles, son un riesgo recurrente que exige planificación, recursos y una estrategia de prevención a largo plazo. Sin embargo, en Castilla y León, la combinación de discurso negacionista, decisiones tardías y falta de medios ha convertido el monte en un termómetro político: cuanto más sube la temperatura, más se evidencian las carencias.