Y llegó su momento. Ese que Alberto Núñez Feijóo, aunque parezca que no, espera desde hace tiempo. Esa ha sido su gran virtud, la de esperar y, además, saber hacerlo de cara a la galería.

Hoy se ha despedido de los ‘suyos’. En realidad, les ha informado de sus próximos pasos y, este miércoles, los ‘pepeiros’ gallegos, como si la necesitase, le han dado luz verde. Faltaría más. Él les ha llevado a sus cotas más altas, superando al mismísimo Don Manuel.

Da igual que haya habido o no sollozos, algo habitual en él en los momentos más importantes de su carrera política. Una de las últimas ocasiones en las que las lágrimas (sin pucheros) le acompañaron en una comparecencia pública, fue en otro instante que sonaba a despedida de Galicia y que luego no pudo ser.

La gran pregunta a partir de ahora es si gozará en Madrid de la misma buena estrella que en su tierra, es decir, si cuando se presente a la presidencia del Gobierno, cuando sea el contrincante de Pedro Sánchez, tendrá en su mano la victoria. Porque sí, de esto no cabe la menor duda: se va de su tierra para ser candidato a la Moncloa.

Antes de llegar a la respuesta cabe tener en cuenta algunas consideraciones.

Hay que decir que a la capital llegará sin que se sepa a ciencia cierta si renunciará o no a la presidencia de la Xunta -lo más probable es que, a corto plazo continúe también en Galicia- y sin acta de diputado. Cuado deje el Ejecutivo gallego dispondrá de todo el tiempo del mundo para recorrer España de un punto a otro (Sánchez lo hizo con su Peugeot 507 de 2005). Esa es la parte positiva; la negativa es su no presencia donde se cuecen las habas, es decir, en el Parlamento.

Otro aspecto a tener en cuenta es que, hasta ahora, siempre -salvo durante el bipartito PSdeG-BNG-, sus mandatos han sido con mayoría absoluta. El rodillo se ha convertido en todo este tiempo desde su primera victoria en 2009 en su bastón de mando.

Hay algo que ha sabido hacer bien. Ha logrado convertir las tentaciones de muchos gallegos de votar a VOX o a Cs -cuando era visible- por el voto útil que él ha representado. Esto es un mérito suyo, pero también de la herencia recibida de un PP basado en aquel galleguismo de Don Manuel que tenía el rural y a sus dispersados habitantes en sus manos. Feijóo es más urbanita, pero como mamó del pecho de aquel, para algunos, nacionalismo light o galleguismo fraguiano, ha sabido mantener todas las opciones en las aldeas, auténtico baluarte de su éxito electoral.

Los que vienen detrás, sea Rueda o Conde (ojo con Pedro Puy de quien se habla cada vez más en los rincones más escondidos de San Caetano), tienen mucho camino que andar en esas parroquias repartidas por toda la geografía gallega. Una de las cuestiones a las que hará mención en sus primeros días, con visitas, pero sin vacas, cerdos y subirse a tractores, será, sin duda, la España vaciada, que tanto (o nada) se parece a ese rural galaico.

La experiencia con 'los Baltar' de Ourense

Y Ayuso ¿qué? Ahora mismo nada, porque la presidenta de la Comunidad de Madrid se ha ‘ganado’ el ser también, cuanto antes, la máxima responsable del PP en su región. Está negociado directa o indirectamente. Pero Feijóo sabe que fiarse de ella es complicado, a pesar de su “honorabilidad fuera de toda duda”, sobre todo por las maniobras interminables de algún que otro personaje que la conduce mediáticamente por esos mundos de Dios. Quién sabe si el nombre de esa especie de Cicerone no está también en la negociación. Su salida, claro está, aunque no sea a corto plazo.

Lo que a lo mejor no saben en Madrid, los ‘ayusistas’, es que el de Os Peares también ha tenido a su particular Ayuso en Ourense. Se autodenominaba ‘cacique bueno’ y le hizo la vida imposible en el seno del partido. Era José Luis Baltar. Tras su salida, el relevo, como en cualquier clan que se precie, lo tomó su hijo José Manuel, que siguió con la línea de su progenitor, aunque desde una perspectiva más moderna. Por este lado, el nuevo presidente del PP (cuando lo sea en un mes) tiene callo.

Sus cálculos para hacerse con las riendas de su formación a nivel nacional no apuntaban a ahora. Es verdad que ya lo intentó antes. Pero en cuanto mostró un poco sus pretensiones, alguien, probablemente el ‘fuego amigo’, frustró el proyecto por unas fotos de años antes con el condenado por narcotráfico, Marcial Dorado.

Da la impresión de que Feijóo volverá a encontrar a su peor enemigo/a dentro del propio PP. Él está curado de espanto y el salto que da a Madrid no es improvisado y, a pesar de que no era el instante previsto, todos los astros se han situado de manera casi perfecta. Será por aquello de haberlas hailas.

Su paciencia, su saber esperar, ha tenido premio. Lo de responder si es la gran esperanza ‘pepera’ lo dirá el tiempo. Mimbres tiene, y no los de un becario recién licenciado que debe dejarse barba para parecer mayor o seguir unas pautas de imagen para llegar al público más joven.

Alberto Núñez Feijóo, a priori, es un rival complicado para Pedro Sánchez con serias posibilidades de sustituirle como presidente del Gobierno, a tenor de cómo se desarrollen los acontecimientos. No obstante, en toda llegada de alguien nuevo hay hechos que marcan, por lo menos al principio, ese primer éxito.

En el actual inquilino de la Moncloa fue aquel “no es no”. Feijóo tiene sobre la mesa dos temas que pueden también decantar la balanza. Por una parte, el visto bueno a la renovación del CGPJ que su partido tiene bloqueada desde hace años; por otra, determinar si VOX es o no un posible socio de gobierno. Ambas cuestiones requieren de rapidez. Es el momento de la política ficción.