Hagamos un ejercicio mental y viajemos al futuro. Han pasado ya un par de meses desde que Alberto Núñez Feijóo, por aclamación popular como le gusta y él quería, resultó elegido gran líder en el cónclave extraordinario convocado a la fuerza por Pablo Casado.

Antes, los fontaneros de ambos lados (los suyos y los de la figura emergente de Isabel Díaz Ayuso) firmaron el acuerdo con un apretón de manos, cosa que nunca sucede en política porque tu amigo de hoy es quien martillea los clavos en tu ataúd mañana. En virtud del mismo, la madrileña pactó que se hará con la ansiada dirección regional sin aspiración a otras cotas y cuotas (dice ella), mientras el gallego cerró contar con su respaldo para salir líder unánime.

De ese supuesto gesto, bien podría parecer que ha sido Feijóo quien se la ha colado una vez más a Ayuso. Sin embargo, es difícil saber por ahora si, en realidad, no ha sido él quien ha tenido que tragar con ella. De una manera u otra, se trató de un nueva jugada maestra de Miguel Ángel Rodríguez.

El mérito, sin duda, le corresponde al otrora mano derecha de Aznar. Ha sido capaz de transformar a una política como Díaz Ayuso, sin oficio ni beneficio, trayectoria y/o aspiraciones imaginables en la res publica, en la gran esperanza mesetaria del PP. Y esto, incluso, cuando como presidenta ha sido incapaz de comunicar algo personal como la justificación de lo de su hermano sin necesidad de leer lo escrito por su equipo. Esto, que es de primero de comunicación, lo ha convertido MAR en virtud de su pupila. La medalla es para él, sí o sí.

La Galicia 'popular', mientras tanto, sigue en shock. Feijóo más tarde o más temprano dejará Santiago para irse a Madrid; pasará de Os Peares a Génova 13 (aún en venta, si no han cambiado de opinión), con el objetivo final de mudarse de Vigo a Moncloa.

A pesar de que llevaba años aspirando al cambio, con intentos reales abortados a base de fotos con extraños examigos facilitadas por el llamado 'fuego amigo', él siempre insistió en que lo suyo era Galicia. Sin embargo, a pesar de ‘no querer’, ha conseguido que el salto a la capital se parezca a un ‘no quiero, pero tengo que hacerlo por el bien del partido y de España’... y por aclamación, claro. Este era requisito sine qua non.

De hecho, en estos pocos meses como líder popular total ha pronunciado ya más veces el nombre del país (antes esto lo reservaba a Galicia) que en toda su trayectoria política. 

Y esto se traduce en esa especie de trauma en el que está inmerso el PPdeG desde el famoso cónclave. Porque si en Madrid están contentos, en Galicia la orfandad feijoniana sigue dejándose notar y de qué manera. Todavía es presidente de la Xunta, pero ¿hasta cuándo?

La conmoción galaica es lógica. A los casi 13 años del gran líder al frente de Galicia se vislumbran –para cuando se vaya- tiempos complicados. Esto se debe al propio éxito cosechado por Feijóo en este tiempo, superando marcas electorales año tras año, con resultados colaterales que ya los querría para su Madrid la mismísima Ayuso: un Cs inexistente (también en los tiempos del ‘mejor’ Rivera), un VOX inoperante, con Podemos fulminado, el PSdeG hundido y sorpassado y una oposición liderada por los nacionalistas. Lo soñado por cualquier conservador.

Posibles sucesores salidos del Liceo Casino de Pontevedra

El problema de esa herencia triunfante es, precisamente, su significado y de donde viene. Es lo que tiene un régimen tan personalista, tan basado en la figura del líder cuyo nombre, incluso, llegó a sustituir la marca en las últimas elecciones. Esto es lo que preocupa.

Porque detrás de él, aunque lo dejará con tiempo suficiente para la autopromoción de su sucesor, parece que está la nada. Es verdad que cuando el mismo Feijóo tomó el relevo de los años de Don Manuel, muchos pensaron lo mismo y fallaron.

Pero ¿a qué se debe que entonces sí y ahora no? Básicamente a los orígenes. Feijóo se forjó a fuego lento entre Madrid y Galicia. Esa es la gran diferencia entre él y lo que hasta ahora mismo están a su alrededor en el Fogar de Breogán. Los (y las) posibles sucesores parecen no estar a la altura de un listón que el ahora presidente nacional del PP y aún máximo responsable de la Xunta ha dejado en lo más alto.

El paso que dará en lo que a la sucesión en la presidencia gallega casi todo el mundo lo intuye. Pero ojo. Es Feijóo. La lógica dice que le dejará año y medio o dos años (las elecciones autonómicas serán en 2024) para coger fuerza mediática (el mismo Núñez Feijóo ganó tras cuatro años en la oposición). Se espera a Alfonso Rueda porque se supone que le tocará en herencia.

Sea Rueda u otro, en Galicia el triunfo no es cuestión tanto de discursos bien preparados o de imagen a base de quitarse unos kilos o unas arrugas sino, sobre todo, de galleguismo y de rural.

Cuando el actual líder del PP se cocinaba a fuego lento tenía a su alrededor a personajes que conocían muy bien la aldea gallega y él supo siempre hacerse pasar por uno de ellos; al fin y al cabo fue un alumno aventajado de una parte importante de los hombres (sí, siempre varones) que acompañaban a Fraga, empezando por su padrino Romay Beccaría a quien acompañó desde 1991 en Galicia y en Madrid, y siguiendo por nombres conocidos como Cuíña, Vázquez Portomeñe, Barreiro o uno de sus íntimos enemigos, el ourensano José Luis Baltar, autodenominado “cacique bueno”, solo por citar algunos.

De ellos aprendió aquello sobre lo que los populares gallegos han cimentado buena parte de su éxito electoral: (dominar, caer bien, ser paisano, controlar) el rural.

Sin embargo, los posibles sucesores (incluido el que aparece en las quinielas) del de Os Peares de cara a las próximas contiendas electorales parecen salidos del Liceo Casino de Pontevedra.

No hay que olvidar que, a pesar de que el PP arrasó en las autonómicas de 2020, no gobierna en prácticamente ninguna de las grandes ciudades gallegas (Vigo, A Coruña, Pontevedra, Ourense, Lugo, Santiago, Ferrol o Vilagarcía de Arousa). De ahí la importancia de las aldeas, de saber manejar la dispersión y pelear voto a voto en el rural.

Y menos mal que esto es solo un ejercicio de futurismo inmediato...