Las aguas no bajan, ni mucho menos, tranquilas en Génova 13. Lo sucedido esta semana pone de manifiesto el nivel en el que se mueve la política de este país (y probablemente de Europa, aunque mal de muchos…), o por lo menos, parte de la res publica.

El Partido Popular es, ahora mismo, el paradigma de esto, con un líder al que en su momento alguien le dijo que debía dejarse barba para dar una imagen más seria y que compite con quien gobierna en Madrid, a la que él mismo puso a dedo en ese lugar. El nivel es este y su plasmación más clara se comprobó con el cruce de ruedas de prensa y comparecencias del jueves. El círculo lo cierra un ex del PP, Santiago Abascal, que, con un bagaje político nulo y un CV basado en vivir únicamente de lo público como cargo o al frente de ‘mamandurrias’, puede ser el mayor beneficiado de los nuevos 'chiquilicuatres', como diría la filósofa y, otrora ‘lideresa’ y para muchos la directora de la mayor ranifactoría del mundo patrio.

Y el uso del condicional, del ‘puede ser’, depende de solo una persona, que lleva años trabajando en la administración, pero con una hoja de ruta política que nada tiene que ver con la que presentan los citados: Alberto Núñez Feijóo.

En Galicia (y en otras regiones) se piensa que este es el momento del salto. Que es el instante en el que los astros o las meigas se han alineado para propiciar el traslado de la capital compostelana a la del reino.

No es la primera vez ni será la última, pero el de Os Peares sabe muy bien que el susurrar siquiera un posible salto, puede tener consecuencias que el ‘fuego amigo’ convierte en fulminantes en forma de fotos con (ex) conocidos. Pero ahora, los selfies son de otros y otras, con hermanos y ex colegas (o coleguitas, en lenguaje de los que el mismo jueves con mariachis y coronas se apostaron frente a Génova 13). Por eso, tal vez haya llegado el momento.

Núñez Feijóo adoptó hace tiempo el rictus del abuelo que da consejos. Moderados, eso sí. En Galicia es otro y en cuanto puede saca el hacha contra Pedro Sánchez. Pero a nivel Madrid, con sus compañeros de partido, con esos a los que Aguirre llama ‘chiquilicuatres’, ejerce de hermano mayor.

Todo el mundo sabe que con Pablo Casado nunca ha tenido feelling, ni lo va a tener. Precisamente, esta semana, cuando lo ‘popular’ saltó por los aires, el espionaje le dio la coartada perfecta para posicionarse, a su manera, con su homóloga madrileña.

Mientras sus homólogos de Castilla y León y Andalucía a preguntas de los periodistas recurrían a aquello de “tengo bastante con lo mío”, el primero, y una especie de sexo de los ángeles andaluces, el segundo, el gallego, como si de un mentor se tratara, apeló a la “inteligencia” para afrontar el momento y las circunstancias.

Alberto Núñez Feijóo está ante su gran momento. Tiene en la mesa de su despacho el billete de avión. Esto es lo que piensan muchos en Galicia; son los mismos que reconocen que, en caso de dar el paso, ellos se quedan huérfanos, porque no ven a un sucesor claro, pero lo que sí vislumbran es al que podría ser futuro presidente nacional, primero de su partido; luego del país. Casado y Ayuso han decidido tirarse en marcha.