El socialista Jaume Collboni (Barcelona, 53 años) confía en que el PSC puede recuperar la alcaldía de Barcelona. A su entender, es una buena noticia para la ciudad. “Cuando ha habido alcaldes socialistas a Barcelona le ha ido muy bien”, afirma en la entrevista concedida a ElPlural.com de la que este lunes publicamos la primera parte.

PREGUNTA (P):  Pese a ser la sexta mejor ciudad del mundo, según el World Best City, parece que se ha instalado la idea de una cierta decadencia de Barcelona, ¿es un problema de autoestima, de liderazgo político o hay una base real para pensar en esa decadencia?

 

RESPUESTA (R): Sigo pensando que Barcelona lo tiene todo para que le vaya bien en el futuro. Es una ciudad que tiene un inmenso atractivo desde el punto de vista del talento, de las conexiones o de los servicios públicos de proximidad que tenemos en la ciudad.

Pero es cierto que, como consecuencia de estos años complicados del procés independentista y de unos gobiernos municipales que han andado con la brújula un poco rota, la autoestima del barcelonés está muchas veces por debajo de lo que en realidad está la ciudad.

Por ello, me propongo en esta campaña explicar que el orgullo de Barcelona lo podemos recuperar y lo vamos a recuperar, tal y como se hizo en la etapa socialista, con alcaldes socialistas. Primero, ordenando la ciudad, y poniendo un poco de orden en el espacio público. Ya que eso es lo que ha perjudicado la autopercepción de los propios barceloneses: la seguridad, la limpieza y la movilidad.

Y después, que la ciudad sea vista de nuevo por los barceloneses como un ámbito de oportunidades. Que la idea de la justicia social se haga presente, lo que se traduce en oportunidades, empleo y crecimiento económico. Y en segundo lugar, de una forma muy predominante, el acceso a la vivienda.

Creo que esa idea de la ciudad ordenada, de la ciudad que funciona, de la ciudad que da oportunidades de trabajo y de techo, es la base para luego recuperar el orgullo de ser de una de las mejores ciudades del mundo.

P: Hasta el pasado mes de enero, usted ha formado parte de un gobierno de coalición en Barcelona siendo el teniente de alcalde. ¿Si gana las elecciones el próximo 28 de mayo, qué hará siendo alcalde que no haya hecho durante estos cuatro años formando parte del gobierno de Ada Colau?

 

R: Efectivamente, nosotros hemos formado parte de una coalición y en Barcelona siempre ha habido una tradición de cultura progresista. Ha habido una hegemonía del Partido Socialista y de alcaldes socialistas durante más de tres décadas. Y nosotros hemos hecho una contribución fundamental al ámbito de la estabilización de un gobierno, de un proyecto de progreso y de izquierdas en la ciudad que, entre otras cosas, ha permitido poner las bases para grandes transformaciones futuras.

La ciudad de Barcelona tiene, en este momento, tres grandes ámbitos de desarrollo urbano. Desde el punto de vista de la construcción de vivienda va a haber planeamiento para 70.000 viviendas más en los próximos diez o quince años. Y también, desde el punto de vista de localización de nuevas empresas, hemos planeado el desarrollo de 1,3 millones de metros cuadrados de techo económico. Eso quiere decir progreso y desarrollo.

Lo que nos ha diferenciado más de nuestros socios de gobierno han sido dos factores. Primero, el cómo gobernar. Nosotros somos un partido progresista y socialdemócrata que siempre ha concebido el ejercicio de liderazgo de la ciudad de una forma abierta: gobernamos para todos, para los 73 barrios de la ciudad.

Nos gusta hacerlo en base a consensos y acuerdos porque pensamos que es la forma de avanzar de una forma sólida y constante. Como se ha hecho construyendo escuelas de 0 a 3 años, extendiendo el transporte público o que Barcelona sea hoy una ciudad que tiene más de 500 equipamientos públicos de proximidad. Todo esto se ha hecho siempre con grandes consensos y eso, desafortunadamente, en esta etapa no ha sido así.

Para nosotros hacer políticas contra sectores concretos o contra ámbitos concretos no es una forma positiva de avanzar. Y otra gran diferencia ha sido el cómo se concibe el desarrollo del progreso. Nuestros socios de gobierno han tendido a limitar el crecimiento económico aplicando teorías del decrecimiento. Es ahí donde tenemos una divergencia muy de fondo.

Para mí, el progreso de la ciudad y las oportunidades de futuro hay que fundamentarlas en el crecimiento inclusivo y sostenible, pero también en el crecimiento de la economía. En ese sentido, Barcelona tiene que ser una ciudad amiga de la actividad económica y amiga de la iniciativa privada, cooperativa o social. Esta es una diferencia importante.

Y un tercer aspecto es cómo se concibe la transición ecológica. Es evidente que tenemos un reto planetario, un reto de subsistencia como especie, que es la lucha contra el cambio climático, y es evidente que las ciudades grandes tenemos que ser las primeras en hacer el esfuerzo para descarbonizar la economía, la movilidad y nuestra forma de vida. Pero no hay que hacerlo contra nadie ni dejando a nadie atrás.

Nosotros somos partidarios de que las medidas de transición ecológica sean progresivas, sean acordadas y sean, sobre todo, acompañadas por los poderes públicos para que no sea una cuestión de ricos y no se sientan perjudicados sectores concretos, como pueden ser los conductores o los propietarios de coches con la etiqueta amarilla. Esa forma de concebir la transición ecológica ha sido una de las diferencias que hemos tenido con nuestros socios.

P: Nos ha explicado ya casi cuál es su modelo de ciudad, pero ¿nos podría resumir cuál es su modelo para la Barcelona del futuro en una frase?

R: La Barcelona del 2030, que es en la que estamos trabajando, va a ser una Barcelona con liderazgo socialista, inclusiva, porque va a permitir que el crecimiento económico se ponga al servicio de la lucha contra la desigualdad y la pobreza. Y va a ser una ciudad neutra desde el punto de vista de las emisiones, porque habrá hecho una transición fundamentada en la descarbonización de la movilidad con la electrificación, y en el aumento de las zonas verdes. Eso es posible si lo hacemos de una forma acordada, consensuada y con un liderazgo que sea inclusivo.

P: Usted ha llegado a hablar en los últimos meses de la necesidad de recuperar la autoridad democrática y el cumplimiento de las normas en la ciudad. En este sentido, nos gustaría saber si cree que hay un problema real de inseguridad en Barcelona o es más una percepción que se ha ido generando en los últimos meses.

R: Cualquier preocupación que tenga un ciudadano tiene que ser la ocupación del alcalde. Así que, como nuevo alcalde de la ciudad, si la gente tiene la percepción de que la ciudad no está suficientemente cuidada, desde el punto de vista del espacio público, o que no se siente suficientemente seguro, el tema habrá que tomarlo y no hay que negarlo.

Estamos asistiendo por parte de la derecha y de la ultraderecha a una amplificación y una exageración de algunos hechos, como los que han ocurrido hace pocos días en la Bonanova. Pero también hay una parte de la izquierda que mira hacia otra parte y que cree que por no hablar de seguridad o no afrontar la seguridad, no se va a resolver. Esto creo que es un error.

No tenemos que entregar ni regalar la idea de la seguridad a las derechas ni a la ultraderecha. La seguridad es una política social. La seguridad es una política de izquierdas, porque a quien más perjudica es a los barrios con menor renta. La inseguridad a quien más afecta y a quien más perjudica es a los más vulnerables y a los que no se pueden pagar una seguridad privada.

Por esta razón, nosotros estamos hablando de seguridad, para que los ciudadanos perciban que conectamos con su preocupación. Aunque más que de seguridad, hablaría de orden en el espacio público. Por tanto, en los 100 primeros días de mi mandato como nuevo alcalde lanzaré la propuesta de hacer un acuerdo ciudadano por el civismo y para actualizar las normas de convivencia.

Para mí el civismo es respetar lo público, es respetar el espacio compartido. En una ciudad igualitaria que cuida lo común y lo colectivo, es muy importante que haya normas, que la gente las entienda y que se hagan cumplir, porque esa es la base de la convivencia.

P: En una ciudad como Barcelona, gran parte de su espacio público se comparte con los turistas. El turismo es una de las principales actividades económicas de la ciudad y también supone un problema de masificación. ¿Dentro de lo que nos está explicando, de su idea de poner orden en el espacio público, cómo ordenaría usted el turismo en Barcelona?

R: La ciudad de Barcelona ha llegado al límite de la carga de turismo que puede asumir. Nadie defendería a estas alturas un modelo de turismo de masas. El objetivo es la calidad en el turismo: que los turistas que nos visiten sean personas que respeten el destino, que aprecien la arquitectura, la gastronomía y la cultura de la ciudad.

Por otro lado, hay que tener muy presente la economía del visitante. A la ciudad de Barcelona le aporta mucha riqueza la economía del visitante, lo que quiere decir que somos la segunda ciudad del mundo con más visitantes por congresos y ferias.

Tener eventos tan importantes como el Mobile World Congress, como la Seafood Expo Global o la Feria ISE audiovisual, supone que vengan a Barcelona visitantes que son directivos o ingenieros. Personas que toman decisiones a la hora de invertir o de traer empresas tecnológicas o audiovisuales a Barcelona.

Tenemos que buscar el equilibrio. Durante la pandemia todo el mundo vio las consecuencias de tener cero actividad, ya que en Barcelona hay 150.000 personas que viven del turismo: camareros, taxistas, empleados de los hoteles, proveedores del sector turístico… y es una fuente de riqueza.

La clave es sencillamente limitar su crecimiento, que estaría asegurado conmigo como alcalde, y a la vez ir cambiando el modelo turístico para conseguir que sea de más calidad con lo que se refiere al visitante. Aunque, sobre todo, que la aportación que pueda hacer el visitante tenga un legado positivo para el futuro, como en el caso de las ferias y los congresos.

Además, es muy importante la experiencia que estamos teniendo con la tasa turística, que es lo que paga cada visitante por noche en la ciudad, y que va a aportar el año que viene a la ciudad Barcelona en torno a los 80 o 90 millones de euros extras para presupuesto municipal.

Con ese dinero, hemos anunciado que vamos a aumentar la partida de becas deportivas para los niños y jóvenes, de 0 a 25 años. También vamos a hacer un programa para climatizar colegios públicos, que es un problema ahora y tiene que formar parte de la normalidad en el futuro. Ya hemos anunciado y hemos empezado a reforzar el transporte público, la limpieza y la seguridad y las zonas con más intensidad de uso.

Es decir, es posible que el turismo, aparte de generar riqueza en los puestos de trabajo que viven directamente de la actividad, a través de la tasa turística la ciudad genere ingresos extraordinarios que compensen directamente a la ciudad o que refuercen sus políticas públicas. Esta tasa turística que forma parte del debate electoral podrá compensar las externalidades negativas que también tiene el turismo de masas.

P: En declaraciones públicas se ha mostrado en contra de hacer la guerra al coche”. Esto significa que, si es usted alcalde, ¿se han acabado las grandes peatonalizaciones en Barcelona?

R: Barcelona tiene una virtud extraordinaria y es que es caminable. Es una ciudad de una medida humana, la podéis recorrer casi de punta a punta en media hora o 45 minutos, y el principal medio de transporte de los barceloneses sigue siendo caminar. Y eso lo vamos a preservar. Mi compromiso como nuevo alcalde va a ser preservarlo.

Lo hemos hecho siempre que hemos gobernado los socialistas. Las peatonalizaciones más importantes en Barcelona se han hecho en la etapa socialista, pero se han hecho bien, paso a paso y de forma consensuada. Así, la gente las ha entendido, las ha asumido y se ha visto luego el beneficio. Sobre todo, no se ha hecho nunca en contra de nada ni de nadie.

Es evidente que las ciudades vamos a reducir la movilidad individual y vamos a eliminar los coches y las motos de combustión, pero el vehículo privado sigue siendo una necesidad para mucha gente. Primero, para los sectores que trabajan en el transporte de mercancías y segundo, para gente que lo necesita para ir a trabajar. Desafortunadamente, la oferta de transporte público todavía no es suficiente como para que un trabajador del barrio del Clot, que trabaja en un polígono industrial del Vallès Occidental o del Bajo Llobregat, no tenga que coger el coche para ir a trabajar.

Negar esa realidad es negar lo que hace mucha gente en su día a día (uno de cada cuatro barceloneses) para ir a su puesto de trabajo. En consecuencia, lo que hay que hacer es una propuesta primero en favor de electrificar la ciudad. Hoy somos, por gestión socialista, la primera ciudad de España en electrificación. Tenemos 900 puntos de carga eléctrica en superficie, que serán 2400 para el año 2025, provistos desde la iniciativa pública y en toda la ciudad, independientemente del nivel de renta.

En segundo lugar, vamos a dar ayudas como el plan de ayuda para la electrificación de la moto, ya que Barcelona es una ciudad muy motera. Tenemos casi 250.000 motos y mucha gente se mueve así en la ciudad. Por tanto, proponemos dar 600 euros para la conversión de la moto a la moto eléctrica.

Hace unos días anuncié que para complementar los planes del Gobierno para cambiarse del coche al eléctrico o al híbrido, vamos dar ayudas de hasta 2500 euros para los híbridos no enchufables y hasta 3000 euros si eres transportista.

Tenemos que ayudar al sector del automóvil, no ir en contra. Barcelona es la ciudad de la SEAT: hay 100.000 familias que viven del sector de la automoción en Barcelona y en Cataluña. Lo que tenemos que hacer es ponérselo fácil para que no sufran esa la transición ecológica y de descarbonización.

Hace cuatro días SEAT anunciaba el primer modelo íntegramente fabricado en Barcelona, el CUPRA Raval, que es un utilitario pequeñito y eléctrico. La gente que necesita el coche va a tener esa opción, pero ¿qué tiene que hacer la ciudad? Debe electrificarse y continuar las pacificaciones. Hay que hacerlo con sentido común y paso a paso, para que lo asuma la movilidad de la ciudad.

No pretender hacer un “trágala” como hemos vivimos mucha gente en la ciudad con los anuncios que la señora Colau está haciendo de multiplicar por 22 la pacificación de una calle que ya ha sido complicada, como la de Consell de Cent.

P: ¿A quién se dirige el PSOE en esta campaña electoral?

R: Nosotros nos vamos a dirigir a aquellos progresistas que se han decepcionado con el mandato de Colau, que son muchos por muchos motivos. Nos vamos a dirigir también a los que han votado a los socialistas alguna vez, a los jóvenes que votan por primera vez en las elecciones municipales y en general, nos vamos a dirigir a todos los ciudadanos y ciudadanas de Barcelona, progresistas o más moderados, que saben y recuerdan que cuando ha habido alcaldes socialistas a Barcelona le ha ido muy bien.