Las monjas de mi cole me contaban una y otra vez que San Agustín vio a un niño sacando agua del mar con un cubo y echándola a un hoyo para vaciar así todos los océanos. Imposible, muchacho, le dijo el santo. Pues más imposible es meter en tu cabeza el misterio de la Santísima Trinidad, le respondió el niño. Y desapareció.

Unus, Deus, Trinitas. Las derechas que antes eran una se han hecho  tres y quieren sumar una para echar a Susana después. No sé si San Agustín lo hubiera captado, pero el Misterio de las Tres Derechas y las elecciones andaluzas deja en un puzle de párvulos de teología a la Santísima Trinidad.

Cuando los terratenientes, los pijos de los barrios ricos, los listos de los colegios de pago, los numerarios del opus, los empresarios con y sin éxito, los curas, las monjas, las viejecitas de misa diaria, los toreros y los taxistas (¿por qué los taxistas son tan de derechas? Hete aquí el agujero negro de la cosmología) tenían una sola derecha, a los expertos de las encuestas le salían los números justitos.

Tan justitos que sólo ganaron una vez, una victoria tan amarga que supuso el principio del fin de la interminable carrera política del gran Javier Arenas, a cuyo lado estos muchachos Casado y Bonilla palidecen como aleves aprendices del laberinto de la política.

Así que no hay que haber leído a Weber para preguntarse, vamos a ver, si los que antes eran uno grande y libre no ganaban nunca las elecciones, ahora que son tres  y compitiendo a ver quién es el verdadero portador de las esencias de la cristiandad, ¿no resulta aún más improbable derrotar a la sultana?

Sólo dos opciones. Una: hay en Andalucía un nicho oculto de votos de derechas nuevas hasta ahora desconocido y que irrumpirá con todo esplendor rojigualda el dos de diciembre. Dos: estos tíos nos están vacilando con el rollo del pacto del 55 o, bueno, sólo se trata de onanismo electoral, una práctica muy habitual en campaña que consiste en creerse las propias mentiras.

Mi altocargo, que sabe de lo suyo de San Agustín y de Weber y seguramente era el niño que intentaba vaciar los océanos, se lo está pasando muy bien con las bravatas de Rivera, a quien disculpa por el planazo de Inés Arrimadas (ilimitadamente hermosa, dijo el poeta), con la patética última carta de Bonilla, con los porcentajes de Vox en muchas provincias, que arañarán la piel de los escaños del PP y lo dejarán en cifras de los años ochenta.

Mira, amore, me dice griposillo el pobre desde el sofá con su mantita: la que sí ha desentrañado el Misterio de Las Tres Derechas es Susana Sultana. Sólo hay que verla transformada en amable madre abadesa que pastorea a los líderes de los demás partidos recomendando una campaña de buenas prácticas políticas y amable contraste de propuestas programáticas. Es para desternillarse.

Ella, que de suyo es torbellino y purasangre, aguardando con placidez que pasen estos días inevitables y vocingleros. Tres Derechas Distintas y una sola Diosa Verdadera.