La nueva secretaria general del PSOE-A, María Jesús Montero, ha anunciado en el Congreso regional en Armilla, que va a proponer a Rafael Escuredo, como presidente de honor del PSOE andaluz.
Reconocido por su profundo compromiso con la democracia y el autogobierno, Escuredo fue el primer presidente electo de la Junta de Andalucía, un hito histórico que marcó un antes y un después en la autonomía de la región. Hay consenso en que pocos nombres resuenan con tanta fuerza en la historia contemporánea de Andalucía como el de Rafael Escuredo Rodríguez. Socialista nacido en Estepa y dotado de visión de estadista, visionario y líder indiscutible de la autonomía andaluza, su figura encarna el anhelo de un pueblo que, tras siglos de postergación, alzó la voz para reclamar su derecho a la autonomía. Como primer presidente de la Junta de Andalucía en democracia en 1979, fue el artífice de una gesta que cambió para siempre el destino de la región. Pero al mismo tiempo que diseñaba con manos de orfebre blanquiverde el autogobierno andaluz, supo inculcar a su pueblo el andalucismo y la conciencia identitaria que otras comunidades poseían. Volvió a ser Presidente de la Junta con una gran victoria en los comicios de 1982.
Escuredo Inició su carrera académica impartiendo clases de Derecho del Trabajo, al tiempo que ejercía una intensa actividad política. Afiliado al PSOE en 1976, creó junto a Felipe González un despacho laboralista en Sevilla.
Su liderazgo durante los años iniciales de la Junta de Andalucía marcó el rumbo de la comunidad en el periodo democrático. Su inmensa gesta la realizó en los ilusionantes y complejos años de la Transición que, con piedras en el camino, asentaba la democracia en España. En ahí donde el socialista emergió como el estandarte de una Andalucía que se negaba a quedar relegada. Su discurso encendido, apasionante y convincente, caló en el pueblo y transmitió su profunda convicción de que un andalucismo social y de clase era posible.
La decisiva huelga de hambre
Escuredo es inseparable del referéndum del 28 de febrero de 1980, donde lideró con valentía la lucha por la autonomía plena. Recorrió cada rincón de la comunidad para explicar las ventajas de la autonomía por el artículo 151 de la Constitución. Logró despertar una inmensa movilización popular de manera casi épica con la derecha social, política y económica en contra. Recurrió a una huelga de hambre para reclamar un referéndum de autonomía que igualara a Andalucía con las regiones “históricas”.
A lo largo de su mandato, que se extendió hasta 1984, impulsó la construcción de las instituciones de autogobierno y cultivó una relación exigente, pero respetuosa con el Estado.
El 28 de febrero de 1980, día del referéndum autonómico, el pueblo andaluz habló con rotundidad, y lo hizo gracias a un liderazgo que supo transformar la indignación en acción. Frente a las dudas y las resistencias, el socialista sevillano no titubeó. Luchó con uñas y dientes para que Andalucía no fuera menos que ninguna otra comunidad, logrando una autonomía plena equiparable a la de Cataluña y el País Vasco. Aquella victoria no fue solo política, sino moral e histórica: era el triunfo de la dignidad de un pueblo.
Su mandato estuvo marcado por un compromiso inquebrantable con la identidad andaluza, con su cultura, su historia y su gente. No fue un presidente de despacho, sino de calle, de plaza, de campo y de fábrica. Su voz fue la de los jornaleros, la de los estudiantes, la de los obreros, la de todos aquellos que por siglos habían sido invisibles para el poder.
Su dimisión en 1984 no fue una retirada, sino el inicio de otra batalla. Desde la abogacía y la literatura, siguió alzando la voz por la justicia, el progreso y la dignidad de Andalucía. Sus libros y artículos reflejan su compromiso con la verdad y su capacidad para analizar con mirada crítica el presente y el futuro de España.
“Padre de la autonomía andaluza”
El expresidente andaluz es hoy mucho más que una página en los libros de historia. Es símbolo de lucha, de coraje y de dignidad. Es el hombre que, con su determinación y su pasión, supo convertir un sueño en una realidad. Por ello, su partido, el PSOE-A, en reconocimiento a su figura, propuso esta semana al pleno del Parlamento autonómico que se le nombrara “Padre de la autonomía andaluza”. No pudo ser legalmente, pues la derecha del PP, cerril, mezquina políticamente y envenenada de un sectarismo reaccionario, lo rechazó. Pero, a pesar de ello, moral y políticamente, el estepeño es y será siempre el “Padre de la autonomía andaluza”. Blas Infante “Padre de la Patria andaluza” y Rafael Escuredo, “Padre de la autonomía andaluza”. Y a partir de ahora Presidente de honor de su querido partido de su amada Andalucía ¡Qué dos grandes andaluces!