Resuenan de nuevo tambores de guerra en el PP de Andalucía a cuenta de la designación del candidato del partido a la Alcaldía de Sevilla. La presidenta provincial Virginia Pérez ha apostado por José Luis Sanz, un nombre que no gusta a los estrategas de la calle San Fernando de Sevilla, pero sí es bien visto por sus homólogos de la calle Génova de Madrid, que ya en abril pasado lo señalaban como el hombre idóneo para arrebatarle al PSOE el gobierno de la capital de Andalucía.

Especulaciones con confirmadas pero bien fundadas sostienen que la preferencia de Moreno para encabezar la candidatura popular a la Alcaldía de Sevilla en 2023 es Patricia del Pozo, actual consejera de Cultura, que nunca se ha postulado para el cargo pero tampoco lo ha descartado.

Sanz es senador y alcalde por mayoría absoluta de la vecina localidad de Tomares, que cuenta con una de las rentas per cápita más altas del país, y desempeñó con desenvoltura el cargo de número dos del partido en Andalucía durante la etapa en que el número uno -más formal que real- era el entonces alcalde de Sevilla y luego ministro del Interior Juan Ignacio Zoido.

Sus mayores apuros los pasó Sanz entre 2013 y 2018, los años que, hasta su archivo definitivo, permaneció viva la causa judicial por malversación y prevaricación que a punto estuvo de costarle su carrera política.

Con el desahogo de quien hace solo unas semanas vencía con autoridad indiscutible en las primarias provinciales al candidato patrocinado por la dirección regional, Virginia Pérez anunciaba vía Twitter la buena nueva este lunes: “Tenemos el mejor equipo y tendremos el mejor candidato que lo dará todo por Sevilla, José Luis Sanz”. Era su manera de proclamar quién manda en el PP de Sevilla.

Más allá de otras consideraciones, para Juan Manuel Moreno no es plato de gusto ‘comerse’ como candidato de la capital a quien en 2014 iba a ser designado como presidente del PP andaluz: contaba para ello con el apoyo de la entonces poderosa secretaria general de Génova, María Dolores de Cospedal, pero la no menos poderosa vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, se interpuso en su camino y convenció a Mariano Rajoy de que ‘ungiera’ presidente a Moreno. Disciplinado y a la espera de que llegaran mejores tiempos, Sanz se retiró de la carrera.

Para Cospedal, cuyas terminales mediáticas habían anticipado gozosamente que Sanz iba a ser el nuevo presidente del PP-A, la maniobra de Santamaría fue una humillación: hasta entonces se suponía que la vicepresidenta lo era todo en el Gobierno pero poca cosa en el partido. El ascenso de Moreno demostraba la contrario. 

El 1 de marzo de 2014, quien hasta entonces había ocupado el puesto de secretario de Estado de Asuntos Sociales a las órdenes de Santamaría era proclamado presidente del PP-A con un respaldo del 98,54 por ciento en el XIV Congreso Regional del partido, pese a que muy probablemente una buena parte de los 1.416 compromisarios que lo votaron debía ser la primera vez que le veían la cara.

En la designación de los candidatos de las capitales, la dirección nacional del partido es quien decide, pero la dirección regional que presiden Moreno es mucho más que una mera dirección regional cuando su presidente lo es también de una Administración que gestiona más 40.000 millones de euros y miles de empleos de libre designación.

En el supuesto de que tras las próximas elecciones autonómicas, previstas para diciembre de 2022 aunque es probable que se adelanten algunos meses, Moreno perdiera la Presidencia de la Junta, el candidato ‘natural’ para ocupar su puesto sería Sanz.