Con su anuncio de que se tomaba cinco días para decidir si dimite como presidente del Gobierno, Pedro Sánchez se ha superado a sí mismo. Al historial de audacias que acumula desde hace una década, se suma ahora esa insólita y desconcertante carta de probable pero no segura dimisión que ha descolocado a todo el mundo. Este lunes 29 sabremos qué ha decidido. En su partido no les llega la camisa al cuerpo, mientras que en la derecha procuran ocultar lo extraordinariamente felices que les haría un portazo. 

El Partido Popular y Vox lo tienen claro: si dimite es una nenaza y si no dimite es porque sigue siendo el maldito tramposo que ha sido siempre. Hay quienes piensan que, aunque no se vaya ahora, su carta indica que en realidad ya ha empezado a irse. Podría ser, pero con Sánchez conviene andarse con cuidado a la hora de sacar conclusiones: la dirección socialista creyó haberlo matado en 2016 y resucitó; la derecha creyó haberlo matado en las autonómicas y municipales de mayo de 2023 y dos meses después volvió a resucitar. 

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¿Es esta carta de Sánchez un harakiri? ¿Está realmente decidido matarse a sí mismo como político porque considera que esa es la única manera de salvarse como marido y proteger a su mujer Begoña Gómez? ¿Está siendo sincero? La inmensa mayoría, por encima del 90 por ciento, de los votantes del PP y Vox piensan que no. Un sondeo de Sociométrica para el digital conservador El Español señala que solo el 23,7 por ciento de los encuestados cree que los motivos personales alegados son ciertos, aunque, diseccionados por simpatías polítcias, en torno al 95 por ciento de los votantes de derechas está convencido de que los ataques contra su mujer no son el verdadero motivo de su carta. Y ello a pesar de que los testimonios más fiables de personas cercanas al presidente indican que, en efecto, es un hombre abatido que ha dicho basta porque no soporta la cacería política contra su mujer y otros miembros de su familia.

No son humanos

Como suele suceder con los sondeos encargados por la derecha, también este parece estar diseñado para desacreditar a Sánchez, pero aun así es muy revelador porque indicaría con bastante claridad hasta dónde hemos llegado, como sociedad, en el proceso de deshumanización de los políticos. Los nazis deshumanizaron a los judíos y nosotros hemos deshumanizado a los políticos, señalados en un caso y otro como culpables de los mayores y más imperdonables males. Por eso no hay ni puede haber piedad para los políticos. Por eso pocos creen que sean sinceros cuando realmente lo son. Once millones largos de ciudadanos votaron al PP y Vox en las legislativas de julio: pues bien, según la encuesta de Sociométrica, no menos de diez millones y medio descartan que el “verdadero motivo” de la carta de Sánchez sean los ataques sufridos por Begoña Gómez. Si Alberto Núñez Feijóo hubiera protagonizado un episodio similar, ¿sería creído por los votantes de izquierdas? Seguramente tampoco. La deshumanización de los políticos es general, no va por barrios ideológicos.

Si un servicio público funciona bien siempre es por la entrega y diligencia de los funcionarios, rara vez porque un político ha hecho un buen trabajo al idear, diseñar, implementar y garantizar la financiación necesaria para que tal servicio haya acabado siendo lo que es. El de político es un oficio del que, al contrario que de muchos otros, rara vez alguien se atreve a decir lo que decía el clásico de los libros: que no hay ninguno tan malo que no tenga algo bueno. 

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Nuestros juicios sobre ellos no están sugeridos por las leyes de la razón sino por las de la guerra, donde la dialéctica amigo/enemigo dicta nuestras opiniones. Un político es un tipo que siempre quiere engañarnos, que está ahí solo para brillar, solo para satisfacer su ego, solo para colocar a sus amigos, nunca para hacer cosas que resultan beneficiosas para mucha gente. El título cinematográfico que resume nuestra relación con los políticos que no son de los nuestros es 'Sin perdón'. ¿Pedro Sánchez siendo sincero al escribir esa carta? ¡Vamos hombre!, ¡que no nos hemos caído de un guindo ni nos chupamos el dedo! ¡¡Por favor!! ¿Nos toma por tontos o qué? Esa carta esconde algo más, cosas que no dice pero que iremos sabiendo, seguro.

Caras que no mienten

Y el caso es que el rostro contraído de Pedro Sánchez el pasado miércoles en el Congreso de los Diputados no mentía. En situaciones comprometidas, las palabras pueden mentir, los músculos faciales casi nunca. Pocos votantes de la derecha se habrán fijado o habrán tomado en consideración la mueca inequívoca de dolor y abatimiento que reflejaba ese día el rostro del presidente. Esa mueca no mentía. Esa mueca es compatible con el contenido de la carta que Sánchez hizo pública unas horas después. La carta parece sincera. Sus motivos, también.

Aun así, ¿hay tras la misiva algo más que no sabemos? Probablemente. Que el contenido de la carta sea verdad no quiere decir que se contenga en ella toda la verdad. Por fortuna para todos, solo muy rara vez la gente dice toda la verdad. Si lo hiciera, todo estallaría por los aires. Libros, columnas, reportajes y análisis suelen poner el acento en lo hartos que los ciudadanos estamos de los políticos, aunque estaría bien saber cómo de hartos están nuestros políticos de nosotros. Desde luego, motivos para que lo estén no les faltan.

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