Plaza Nueva de Sevilla. Jueves 21 de octubre. Ocho de la tarde. Inauguración de la Feria del Libro de Sevilla. En la carpa no cabe un alfiler, con más presencia de mujeres que de hombres. Los bancos públicos de la plaza situados junto a la carpa también están al completo, incluyendo algunos lectores han llevado a sus perros, que también guardan silencio. Uno de ellos se llama Parker, como el detective creado por John Connolly.

En 2020 no hubo Feria del Libro y en este 2021 hay más ganas de libros y de autores que otros años, aunque la razón principal de que haya venido tanto público debe ser que el protagonista del acto de apertura de la feria es el escritor catalán nacido en Extremadura Javier Cercas.

No decepcionó Cercas a su público, mucho más dilatado en toda España desde que, cambiando súbitamente de registro literario, el novelista ganó el Premio Planeta de 2019 con ‘Terra Alta’, que un año después tendría su continuidad con ‘Independencia’, a las que se sumarán dos entregas más hasta completar la tetralogía policiaca que protagoniza el ex delincuente juvenil y mosso d’esquadra Melchor Marín.

Como el detective Harry Bosch –ideado por el otro Connelly, Michael–, Marín también es hijo de una prostituta y padre desconocido y, como el policía de homicidios de Los Ángeles encarnado en la televisión por Titus Welliver, también se siente obligado a ejercer ocasionalmente de verdugo cuando la justicia no alcanza a dar su merecido a ciertos culpables.

Un caso verídico

En un diálogo conducido con soltura por la periodista Marta Maldonado y precedido por las intervenciones de la presidenta de la Asociación Feria del Libro de Sevilla, Esperanza Alcaide, y la psiquiatra Jacqueline Mayoral, que trasladó al público su experiencia sobre las virtudes terapéuticas de la lectura entre los pacientes del Hospital Universitario Virgen del Rocío, en los primeros compases de su intervención Javier Cercas estremeció al público con una anécdota que ilustra como pocas la utilidad de las novelas, que el escritor defiende con pasión:

“Poco antes de comenzar este acto, mientras estaba firmando libros se me ha acercado un chico, de unos treinta años y cuyo nombre no revelaré, al que, tras firmarle un ejemplar de mi breve ensayo ‘El punto ciego’ y agradecerle que lo hubiera leído, me ha devuelto las gracias y me ha revelado un hecho que me ha conmovido profundamente; el chico me ha dicho que en el pasado pertenecía a un grupo neonazi y que después de leer mi libro había abandonado su militancia. Le he preguntado por qué y me ha dicho que la lectura de mi libro le había hecho comprender que hasta ese momento se daba a sí mismo demasiadas respuestas pero apenas se formulaba preguntas”.

El relato de esta anécdota fue el momento más emocionante de una charla en la que Cercas sembró un buen puñado de reflexiones inteligentes y bien trabadas sobre el arte, la ficción, los libros y la lectura, que fue ilustrando con ejemplos de sus propias novelas pero también de Cervantes, Dostoievski, Flaubert o Franz Kafka.

Siguiendo el consejo del sabio Nicolás Gómez Dávila según el cual “para transcribir con exactitud hay que deformar con tacto”, trasladaremos al improbable lector las reflexiones de Cercas sin apostillas ni acotaciones, agrupándolas en párrafos redactados bajo el criterio de la afinidad temática de los argumentos abordados por el escritor, también conocido por la rebeldía civil y el arrojo personal demostrados durante los momentos más comprometidos del ‘procés’.

Sexo y literatura

“Las novelas son como el sexo, su propósito es el placer y el conocimiento. La literatura es útil siempre que no se proponga serlo, porque entonces deja de tener utilidad. En realidad, la superstición según la cual la literatura no es útil apenas tiene siglo y medio de existencia y fue inventada por escritores como Oscar Wilde o Gustave Flaubert, aunque lo hicieron con el propósito de provocar a los burgueses de su tiempo”.

Lectores rebeldes

“No hay literatura sin provocación, como no la hay sin lectores. Una de las pocas verdades absolutas que conozco es esta: la mitad de la novela la pone el autor y la otra mitad el lector, ahí está la magia, por eso no hay dos personas que hayan leído la misma novela; de hecho, lo mejor que le puede pasar a un libro es que sea de todo el mundo. Alonso Quijano o madame Bovary, como mi personaje Melchor Marín, son sobre todo lectores, gente que quiere hacer realidad sus sueños. Ambos quieren vivir más a tope, son rebeldes totales, dicen no a todo. Camus escribió que el rebelde es el hombre que dice no. El poder, sobre todo el poder autoritario, quiere gente que diga sí, por eso teme tanto a los escritores y a los lectores”.

Una verdad moral

“Los personajes de la ficción no existen pero nos dicen verdades importantes. La verdad de la novela no es concreta y específica como la del periodismo o la de la historia, la suya es una verdad abstracta, una verdad moral que de algún modo nos saca de nuestras casillas, nos obliga a salir de nuestra zona de confort. Como las drogas, a lo mejor habría que prohibir la literatura para hacerla más atractiva a los jóvenes”.

La bestia interior

“Me preguntas, Marta, si es legítima la venganza cuando no se hace justicia. En la vida no puede ni debe serlo, pero en la ficción sí es perfectamente legítima porque la literatura conecta con esa bestia que todos llevamos encerrada dentro de nosotros mismos. Pensemos en el mayor malvado de la literatura, Ricardo III, o en el Michael Corleone de la última entrega de 'El Padrino', sabemos que son unos malvados y unos asesinos depravados, pero empatizamos con ellos, que se dice ahora; Melchor Marín hace cosas horribles pero el lector está de su lado”.

Mejor escribir que la cárcel

“Dentro de mí, de todos, hay furia, dolor, deseo de venganza. Al igual que los periodistas, los escritores somos animales carroñeros, vivimos del dolor, nos alimentamos de las crisis. Lo decía el poeta catalán Gabriel Ferrater: no se puede escribir de la felicidad sin poner cara de idiota. Para mí, esta tetralogía de Melchor Marín que estoy escribiendo es una catarsis, la catarsis que Aristóteles asociaba con el teatro. ‘Terra Alta’ e ‘Independencia’ surgen de la necesidad de renovarme como escritor pero también de todo lo sucedido en Cataluña en estos años; si no las hubiera escrito, estaría en una cárcel de alta seguridad: ahí he metido toda mi furia y mi deseo de venganza”.

Las pandemias no son literarias

“Con la pandemia del Covid-19 creemos haber vivido una situación excepcional, pero la historia de la humanidad es la historia de las pandemias, aunque he de admitir que para mí la pandemia ha sido algo buenísimo, me ha permitido leer, escribir y pensar en las musarañas todo el tiempo sin tener mala conciencia por ello. Aun así hay un hecho desolador, y es que esta pandemia no generará una gran literatura, tampoco la generaron las otras. A veces se dice que el ‘Decamerón' demuestra lo contrario, pero el ‘Decamerón’ no va de la peste negra, es todo lo contrario, es una celebración de la vida por gentes que han huido de la epidemia. La mal llamada gripe española mató a 50 millones, pero apenas hay literatura sobre ella. Indirectamente sí habrá obras en las que esta pandemia sea el carburante, pero no el tema. En mi tetralogía, el ‘procés’ es el carburante, no el tema. Alguien debería contar lo que han vivido los médicos, los enfermeros, los pacientes, pero creo que nadie lo contará. En los hospitales y las residencias la muerte ha sido un hecho sórdido, secreto, silencioso, sin la aureola épica de la muerte en las guerras, que tanta literatura ha generado”.