Viernes, 16.45.- Son estas horas y no me han publicado (colgado, en el lenguaje de los cojones). Mis lectores/as estarán indignados/as, desorientados/as, tal vez deprimidos/as. Llamo a mi editor. Le pregunto por la familia, el teletrabajo, la próstata. Le recuerdo cuando la centralita del periódico coronado se bloqueaba con toda Sevilla indignada. Una tarde me llevé de paseo a las dos, Centralita Bloqueada y Toda Sevilla Indignada. Era una subcontrata.

Viernes, 16.47.- Veo que mi editor no siente ni la angustia de mis lectores huérfanos ni el más doloroso ¿cómo es posible que haya amanecido el mundo sin mi? La respuesta es sonrojante: sí, me ha colgado (me da un respingo sin pausa, verme ahí, balanceándome). Lo miro más despacio y en efecto, allí estoy, colgada, pero en pequeñito. Muy, muy pequeñito/a. Tartamudeo una disculpa: es que hay un gordo con una foto muy grande por delante que me tapa, como la hormiga y el elefante del cine, Yo, que he sido la Espert de la contraportadas, yo, que he escrito exclusivas de pie en una barra, le hago un ruego pero con orgullo: ¿No podrías pagarle por no escribir? Y dice mi editor: es que, de pagarle el precio justo, sería ruinoso. Un tacaño, sí, pero genial. Gallimard no le llega a la suela del zapato.

Viernes, 17.25.- Consulto y encuentro a Steinbeck: la escritura practicada como una profesión hace que las carreras de caballos parezcan una ocupación estable. Me han hablado muy bien de las empresas de ciberriesgo.

Viernes, 17.48.- Horribles noticias: no sólo crece el paro entre los vivos que se han quedado en su casa y tienen prohibido ir a trabajar sino que el Gobierno se ha saltado por todo el morro la ley de transparencia y están contratando mascarillas con los chinos de los barrios sin papeleo alguno. Se habrán creído que por dieciocho mil muertos se van a saltar la ley de procedimiento administrativo.

Viernes, 18.05.- No, no, tranquilizo a mis letrados de cabecera, que se muestran muy inquietos por la ligereza administrativa de los socialcomunistas, esa gentuza. No, no tranquis, reseteo el (enrarecido) ambiente: aquí tenemos a la Alaya. Según la costumbre, a esto le calculamos treinta años de instrucción telediaria, reforzada en procesamientos de ministros en tiempos de  convocatorias electorales, y un sumario de cuarenta teras. Me han dicho que vale, pero que lo de las teras me lo meta por ahí si me cabe, que ellos cuentan el universo por tomos.

Viernes, 19.05.- Mi altocargo tenía tres secretarias. ¿Habéis visto la guerra de Charlie Wilson? Ese Philip Seymour Hoffman y el gas sarín.

Viernes, 19.07.- Un tipo feo y fideo y con poderosa voz me lo hizo entender en uno de esos másteres carísimos: las organizaciones no trabajan para su éxito, trabajan para que el jefe esté contento.

Viernes, 19.33.- El asesor de Inés le dice que diga que todo es vaporoso. El asesor de Casado le dice que sí pero que tiene que mirar si no le toca arrodillarse con Aznar. El asesor de Sánchez, que mantenga esa distante chulería gaullista. Estos putos asesores secuestran el sentido común para convertirlo en mierda. Conozco a algunas de ellas y de ellos. Todos viven de puta madre. Han logrado la estupidez perfecta: mientras se nos  mueren a chorros, tratan de cuadrar sus agendas. Es peor: lo cuentan.