Pasa la vida y ahí tenemos a Huanma reinando en su inimportancia retratada en las encuestas. Huanma en su levedad, en su desierto de cuarenta años, una herencia más estética que política: la del perdedor. Esas ganas de llorar de cuando eras niño en las tardes negras del invierno.

Pegas el oído a la derecha y lo que se oye son ruidos como espadas en Córdoba, hostias como panes (por usar lenguaje pepero) en Granada, brillo de navajas en Jaén. Las provincias no reconocen señor y no pagan vasallaje. La pelea de las virreinas Soraya y María Dolores (Mariloli en su juventud) en el tablero andaluz está dejando un resultado incierto en cuanto al número de heridos y prisioneros por cada bando y un muerto seguro y antes de tiempo: Huanma Moreno.

Ni con él ni contra él; no hay crueldad ni batalla ni fiebre. No hace falta. Es peor: hay desapego, un tiempo flácido y vacío del que nadie espera nada salvo la derrota de siempre. Nada hay en Huanma por lo que esperar, por lo que imaginarse algún vértigo, otro afán que no sea este desempeño de jefe de oposición vencido de antemano, otra desazón que no sea ese acudir para nada a los desmayados despachos. En alguna parte lo había dejado escrito Rulfo: se le resbalaban a uno los ojos al no encontrar nada que los detuviera.

En esa terrible orfandad de los suyos propios y para poder creerse a sí mismo, Huanma se ha inventado el delirio del adelanto electoral. Un invento que le sirve para escaparse de la realidad con unos titulares de dentro de un año y medio: un territorio de nunca jamás en el que no tiene que dar explicaciones ni darse de bruces con una realidad donde siempre es lunes por la mañana.  

Con el delirio del adelanto, Huanma enseña un títere con el que mandar a su escasa tropa a luchar contra los elementos y dar de comer a sus muchos medios afines, también enfermos de ya de la misma y vieja desesperanza.

Lejos de arañar unos gramos de credibilidad a su anoréxico liderazgo, el delirio del adelanto le está procurando no pocos disgustos entre los de su target electoral. Escribamos (amablemente) que la hinchada su ha quedado estupefacta ante el infantilismo de la propuesta de los seiscientos mil empleos que va promete crear cuando sea presidente. O sea: se inventa unas elecciones adelantadas que sólo existen en su colorida imaginación, se hace a sí mismo presidente y nos bendice con cientos de miles de puestos de trabajo como regalo de coronación.

Mi altocargo tiene un colega que es buena gente y notario y es de derechas y vive en pijilandia donde todo son banderas (españolas, por supuesto) y que nos lo topamos el otro día con unas cervezas. Está indignado con el afaire Huanma y vino a decir: para perder con este pezqueñín, perdíamos mejor con Arenas, que tenía su empaque de ministro y su salero. Con este muchacho vamos de bochorno en bochorno hasta la derrota final.