En 2013 el filósofo y pensador italiano Nuccio Ordine publicaba La utilidad de lo inútil (El Acantilado Ediciones, 2013), un manifiesto profético y testimonial contra la destrucción de la cultura y de nuestra capacidad de reacción; un manifiesto que invoca la necesidad de los clásicos, de la cultura, de las artes y de la literatura en estos tiempos oscuros en que los políticos de buena parte del mundo, y en España nos llevamos la palma, están despojando de Humanidades los currículums educativos, y desintegrando las universidades, los museos, los teatros, la investigación y todas aquellas cosas relacionadas con la parte poética y trascendente de la vida.

Desde que los mal llamados neoliberales empezaron a asaltar los Estados no han cejado ni un instante en imponer la dictadura del beneficio económico, su beneficio económico, sobre todos los ámbitos políticos, sociales y culturales. Todos los espacios de nuestra vida están contaminados por la idea del dinero, del poder, de lo banal, de las apariencias y el consumo. Nada se interpone en su camino a la hora de desmantelar el sistema en beneficio propio. Han llevado hasta el límite, y lo siguen haciendo, la consigna de que nada ni nadie les detiene en su camino de expoliar a los ciudadanos y a los Estados para llenar sus bolsillos, aunque sea delinquiendo.

En España hemos sido testigos en primera línea, en las legislaturas del Partido Popular, de hasta qué punto de indecencia, voracidad e incluso criminalidad pueden llegar algunos en aras de su propio lucro. Tramas mafiosas dirigiendo y guiando los pasos de los políticos y sus partidos, regalos multimillonarios, sobres de dinero negro, cuentas bancarias millonarias en paraísos fiscales de medio mundo, tráficos de influencias y cohechos, tramas corruptas que ni Al Capone sería capaz de organizar, presidentes del FMI, me refiero a Rato, llenándose los bolsillos sin pudor alguno, príncipes y princesas haciendo su agosto con robos descarados del dinero público. Y todo ello mientras  el país se desplomaba en los precipicios de la escasez y la pobreza.

hemos sido testigos con el PP de hasta qué punto de indecencia pueden llegar algunos en aras de su propio lucro

Hace muchos años, siendo todavía casi una niña, se me ocurrió una especie de metáfora naïf sobre la vida que me ayudaba a entender la realidad y a las personas que me rodeaban, aunque entonces no tenía ni idea de la pirámide de Maslow. Consideraba la vida de cada quién como una casa. El sótano eran los lugares escabrosos y oscuros, esos donde se esconde lo peor de la condición humana, esos donde algunos se pasan metidos media vida. La primera planta era la que contiene los aspectos más prosaicos y cotidianos de la vida diaria, ahí donde se asientan una buena parte de seres humanos. La segunda planta, el asueto, la reflexión, lo racional y el descanso. Y encima de todo estaba la azotea, la maravillosa azotea a donde algunos subimos a días o a ratos, para evadirnos, para soñar, para elevarnos. La azotea es el arte, la creatividad, la literatura, los sueños, la cultura, las ideas, el humanismo, la música, la poesía, los sentimientos, la belleza, y, en definitiva, esa parte de nosotros, o de algunos de nosotros, que conecta con lo sublime y lo trascendente. Precisamente todas esas cosas maravillosas de las que los tiranos de todos los tiempos, en este caso los políticos neoliberales, nos pretenden alejar. Porque la cultura da alas, y las alas rompen las cadenas y dan libertad.

Decía Nuccio Ordine en esta obra que los políticos matan la cultura, porque la desprecian y la temen. Nos hacen creer que sólo es útil aquello que proporciona beneficios materiales. Nos alejan de la azotea y nos descienden a los sombríos sótanos ¿Quién no ha oído alguna vez aquello de “estudia algo que te sea útil”, o “trabaja en lo tuyo”, como si el conocimiento fuera una inversión en bolsa o una moneda de cambio? Siempre me han producido urticaria ese tipo de comentarios que provienen de mentes mediocres, utilitarias y vanas; esas mentes tan vulgares como las de los políticos que temen la cultura, porque saben muy bien que, como decía Gabriel Celaya, la poesía es un arma cargada de futuro.

 

Decía el viernes pasado el gran Paco Ibáñez, en una de sus actuaciones en Madrid, ciudad a la que no ha querido volver mientras estuviera gobernada por la derecha, que la poesía que él musicó como arma contra el fascismo está de nuevo vigente, porque los enemigos del progreso y de la libertad siguen estando aquí tras cuarenta años de democracia, y siguen siendo los mismos. Y dijo también que vivimos en un mundo en el que sólo importa el dinero y los cotilleos televisivos, que parece que ya no importan la poesía, ni el humanismo, ni la pasión, ni la ternura; todas esas cosas “inútiles” que, finalmente, son las más útiles de todas, porque es gracias a ellas que la humanidad ha progresado y ha trascendido las etapas y los aspectos más oscuros de su historia. Expone Ordine también en su libro que en esta sociedad corrompida por la dictadura del beneficio,

la cultura es la única forma de resistencia. Y yo digo, por mi parte, lo mismo que decía el poeta brasileño Mario de Andrade: “lo esencial es lo único que hace que la vida valga la pena”, y lo mismo que decía la activista norteamericana Emma Goldman: “Si no puedo bailar, tu revolución no me interesa”.