Hay quienes mantienen que el sustrato ideológico del movimiento 15M se contiene en la publicación, de reciente aparición en España, ¡Indignaos! De Stéphane Hessel. Personalmente he tenido contactos con distintos miembros de este grupo en Andalucía, y sinceramente, no creo que todos lo hayan leído ni lo tengan como dogma o biblia insurrecta a seguir. Yo si lo me lo leí y además con cierta anterioridad al fenómeno novedoso de insurrección cívica juvenil y previo a que las acampadas surgieran.

Cualquier persona por el simple hecho de sentirse humano y con buenos sentimientos debería estar de acuerdo con los postulados de Hessel. Hessel, lúcido nonagenario, berlinés afrancesado, miembro de la Resistencia, apresado por la Gestapo y torturado y que escapó de una muerte segura del campo de concentración nazi de Buchenwald -el mismo donde estuvo preso Jorge Semprún-, mantiene ideas frescas para la renovación de la política, propuestas de reparto social más que justas y tesis que la evolución de la propia sociedad deberá ir adaptando. Por otro lado, mi impresión personal es que hay otro tipo de demandas en el libro que jamás podrán ser puestas en marcha por la derecha porque son simplemente incompatibles con ella y su rígido y antisocial doctrinario. Por ello bucear en Hessel, en los indignados y en muchas de las ideas que plantea el movimiento 15M, es un reto que sin ninguna dilación, debe asumir la izquierda, entre otras cosas por simple supervivencia política y por obligación moral e identitaria.

Sirva esta reflexión para adelantar una postura personal de cierta simpatía por el movimiento aunque ello no implique estar al ciento por ciento de acuerdo. Tal vez sea por este motivo, el de mi porcentual afinidad con ellos, por lo que me ha dolido mucho el ver como desde hace días, el movimiento o al menos algunas de las acciones que han acometido, están derivando en actitudes para nada cívicas, menos aun democráticas y ni mucho menos inmersas en lo que Stéphane Hessel preconiza en el capítulo final de su libro titulado “Por una insurrección pacífica”. Ahí ejemplifica la acción pacífica y no violenta en los habitantes de una pequeña ciudad de Cisjordania, Bil’in, que todos los viernes, sin utilizar fuerza alguna, “sin lanzar piedras”, protestan contra el muro levantados por Israel y que los separa.

Quiero creer que la situación que vive ahora el movimiento 15M es de confusión tras la levantada de las acampadas, la dispersión de muchos de sus integrantes y tras el paso de mucho tiempo de protesta. Espero que las imágenes vistas recientemente de agresividad estén ocurriendo por mor de la infiltración en sus filas de elementos violentos y de algarada. Deseo sinceramente que ese sea el motivo por el que se han producido acciones destestables y rechazables como las vividas en las puertas del Parlament de Cataluña o en el acto de desahucio en el que Cayo Lara sufrió la ira de algunos desalmados. Aunque no ligadas directamente al movimiento pero sí a radicales del mismo pelaje, la escena de acoso a Gallardón e hijos es tan intolerable como las anteriores.

La frase hecha “separar el grano de la paja” proviene de la parábola del grano bueno y la cizaña (Mateo 13, 24-30). Ese es el origen de la expresión que en España se entiende como separar lo importante de lo sobrante, el grano de las malas yerbas, aunque en su acepción más literal y más acertada sería separar lo bueno de lo perjudicial, de la cizaña, de aquello que además de sobrar, hace daño.

Ahora 15M y sus integrantes tienen que dar un paso más, un paso en el que les va la vida como movimiento cívico y generador de simpatías. Se trata de separar lo bueno de lo malo, a los idealistas positivos de los profesionales de la algarada y de las piedras; segregar los que quieren quemar ideas trasnochadas para encender una llama de renovación de los que queman contenedores. Como diría una persona que bien quiero, se trata en definitiva de separar a los indignados con motivos e ideas de los “perroflautas” violentos de tres al cuarto.



* Juan Luis Valenzuela es Coordinador de El Plural en Andalucía