¿Cómo explicar lo que se está viviendo en Valencia y su área metropolitana? Sinceramente es imposible transmitir la cascada de emociones que han supuesto para los valencianos las últimas 24 horas. Como ejemplo la Ciudad de la Justicia. El complejo está a la salida de la ciudad, allí no ha ocurrido nada, pero la Policía Nacional ha cortado una de las calles a la espera de que lleguen los furgones cargados del más de medio centenar de cadáveres que por el momento hay confirmados. La terraza del bar está llena, pero reina el silencio, un silencio tan solo interrumpido por el sonido de los móviles en los que los ciudadanos miran, una y otra vez, los vídeos de lo sucedido en la noche más larga y triste que se recuerda desde la ‘pantanà de Tous’.

El silencio y el dolor contenido han tomado las calles. En el centro deportivo de la Pechina 150 personas esperan poder volver a sus hogares, la esperanza de encontrar sus pueblos y ciudades como las dejaron directamente no existe. Les han dado ropa y comida. Un padre trata de calmar a su bebé que no deja de llorar mientras, dos mujeres, llegan con los ojos arrasados por las lágrimas preguntando dónde pueden preguntar por los desaparecidos. Centralizar este artículo en un pueblo o una ciudad es imposible. Valencia está arrasada, y el alma de los valencianos también.

Los pueblos de L’Horta Sud están sin luz desde ayer por la tarde y sin teléfono desde la madrugada del martes. Literalmente es imposible contactar con nadie. Los nervios de aquellos que saben que sus familiares viven en plantas bajas son indescriptibles, pues no hay posibilidad de saber si están bien o forman parte de la triste lista de fallecidos.

Las autoridades se afanan en lograr ponerle nombre y apellidos a los muertos, porque no son una lista, son personas que tienen familiares que están absolutamente al borde de la locura porque no les encuentran. Tanto la Policía Nacional como la Guardia Civil han habilitado tanto la Jefatura Superior como el cuartel de Calamocha para que los familiares con personas desaparecidas acuden y puedan dar sus datos.

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Los forenses se han divido en nueve grupos diferentes que han salido en furgones desde la Ciudad de la Justicia para ir cada uno de los grupos a una zona diferente. Se está tratando de ir lo más rápido posible, pero la magnitud del desastre es de tal calibre que resulta imposible acelerar nada. Las imágenes que llegan de municipios como la de Alfafar, Benetússer, Massanassa, Sedaví o Paiporta parecen sacadas de una película postapocalíptica.

Pero esto no es cine, es una realidad devastadora de la que los valencianos tardarán años en recuperarse. Los daños materiales serán de cientos de millones de euros seguro, pero cómo se valora la pérdida de vidas humanas. No se puede. Los valencianos son un pueblo solidario, lo demostraron en la riada del 57, después en la ‘pantanà de Tous’, y hace nada con el incendio de Campanar que costó diez vidas. Son solidarios, lo han demostrado una y otra vez, y lo volverán a hacer. Han caído, pero se levantarán. De eso, que no les quepa la menor duda.