El juez Joaquín Aguirre, titular de instrucción número 1 de Barcelona, ha vuelto a negar la amnistía a Carles Puigdemont. Lo ha hecho elevando su causa, la trama rusa del procés, al Tribunal Supremo mediante una exposición razonada en la que pide que se investigue al líder moral de Junts y a Francesc Dalmases por los presuntos delitos de traición, malversación de caudales públicos y pertenencia a organización criminal. 

Aguirre envía la exposición razonada al Alto Tribunal menos de 24 horas después de que el magistrado de la Audiencia Nacional, Manuel García-Castellón, se viera obligado a archivar la causa de Tsunami por haber firmado la prórroga de la investigación fuera de plazo. La causa de la trama rusa, sin embargo, acusa al expresidente catalán y a Francesc Dalmases de delitos mucho más graves, como es el de traición.
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Tal y como ha adelantado El Confidencial, para el juez, los dos aforados "tenían el liderazgo y el control de las acciones que tomaban sus cuadros directivos, disponían de la capacidad de suspender, interrumpir o modificar las actividades dirigidas a contactar con actores de influencia rusos, cuyos intereses eran contrarios al Estado español al que representaban". En este procedimiento, el juez investiga, además de a Puigdemont y Dalmases a Artur Mas, Gonzalo Boye, Josep Lluís Alay, Víctor Terradellas y Elsa Artadi, entre otras muchas personas.

En su escrito, el juez hace referencia a los informes de la Guardia Civil que, entre otras cosas afirman que, "se observa una trama organizativa dirigida desde las instituciones públicas controladas por la antigua Convergència que se hace extensiva no solo a la Diputación de Barcelona, sino a muchos otros organismos, como la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona (...) engloba acciones políticas, de comunicación, de participación y de internacionalización que necesariamente han de ser financiadas".

Rusia y el procés

Y sobre Rusia afirma: "Para la política rusa, el procés era una herramienta perfecta que le podría ayudar a avanzar en sus objetivos estratégicos contra Occidente. En el peor de los casos, si el proceso de secesión de Cataluña fracasaba, como ocurrió, la simple existencia del conflicto y la consecuencia desestabilización de un país miembro de la OTAN ya representaban una victoria notable para los intereses de Rusia. Contrariamente, en el caso de que el proceso secesionista hubiera finalizado con éxito y Cataluña hubiera obtenido la independencia, Rusia habría contado con una puerta trasera para desestabilizar toda la UE, tanto políticamente, siguiendo la misma estrategia que con Cataluña, como económicamente, mediante el uso fraudulento de criptomonedas".

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