El 29 de octubre la vida de los habitantes de L´Horta Sus cambió para siempre en cuestión de dos horas. Desde aquella fatídica tarde/noche, el horror más absoluto se ha instalado en la zona como un vecino más. Hasta ahora, más de 200 personas han fallecido, miles de personas los han perdido todo y más de 100.000 están sin coche, sin sus negocios o con cualquier tipo de pérdida material. El dolor y la rabia han sido la tónica diaria desde que un tsunami arrasara con todo. Pero hasta en el infierno hay un rayo de esperanza. Y esa esperanza puede comenzar con algo tan simple como tomarse un café en el bar, cortarse el pelo o poder ir a la farmacia.

En ElPlural.com hemos paseado por Benetússer, donde algunos pequeños negocios familiares han conseguido, con mucho esfuerzo, reabrir. El primer sitio al que vamos es al restaurante Favara. Su dueña, Eugenia, llora cuando recuerda cómo encontró su local. Ella, junto a su socio y los voluntarios que vinieron de todos los rincones de Valencia y de España, escoba y mocho en mano, han conseguido limpiar y recomponer este local que ahora se abre paso como un auténtico oasis en medio del desierto.

Fuera del Favara el barro sigue siendo el protagonista, pero dentro nos encontramos un pequeño oasis donde los parroquianos pueden tomarse un café, una caña recién tirada o comerse un plato caliente mientras hablan con sus vecinos. España es muy de bares y se nota. El Favara es ahora como una consulta del sicólogo gigante donde los habitantes de Benetússer pueden escapar de la triste realidad que en la que llevan instalados más de 15 días.

En la perpendicular de El Favara está la peluquería Vicente. Allí hay varios clientes esperando el turno. Si no fuera por el barro del que todos ellos van cubiertos de cintura para abajo, cualquiera diría que está en una peluquería del centro de Valencia. En este negocio casi centenario, los clientes conversan tranquilamente durante unos minutos olvidando, aunque sea por unos breves instantes, la realidad que les espera cuando crucen las puertas de la Peluquería Vicente y regreses a sus hogares.

Salimos de la peluquería y seguimos andando hasta llegar a la Farmacia La Xapa. Nos atiende Nacho, el dueño. Quienes conocemos la farmacia vemos que está bajo mínimos, pero ahí están, haciendo ese servicio público tan necesario en estos momentos. Las yayas y los yayos ya no tienen que buscarse la vida para conseguir sus medicaciones porque Nacho y los suyos han ido contrarreloj para poder reabrir. Sirven lo que han podido conservar, y lo que no tienen lo piden. Y ahí están como siempre, medio farmacéuticos medio sicólogos…va en el oficio querido Nacho.

Poco a poco, pequeños negocios familiares van reabriendo por aquí y por allá en los diferentes pueblos afectados, y todos ellos ofrecen un rayo de esperanza a los vecinos. Levantarse de este duro golpe costará muchísimo. Asumir las pérdidas humanas va a suponer un antes y un después para los habitantes de estos pueblos, pero los valencianos son así, somos así. Se recuperaron de la riada de 1957, y conseguirán salir de esta dolorosa situación cueste lo que cueste.