Según me hacía un mapa mental de estas líneas no he podido evitar a tres personas. Las dos primeras son mis abuelos que, como tantos españoles, se vieron en la obligación de buscar en otro país lo que España les negaba. La tercera, la siempre eterna Almudena Grandes; y es que la historia que aquí se relata es una especie de Inés y la Alegría, pues es la de unos pocos ilusionistas que lloraron mucho, pero sacaron fuerzas para reír también en la adversidad. En su caso en el Valle de Arán (Francia); en este mucho más lejos: Estados Unidos.

Sin dilatar más el asunto y pidiendo perdón mediante el lector, plenamente consciente de que en la jerga periodística no se debe usar la primera persona, cedo el paso al protagonista real de un testimonio que merece la pena conocer. Se trata de Chris Evans o, mejor dicho, del Grupo Salmerón, un reducto de resistencia al otro lado del océano que bebió de la sabiduría de su paisano Nicolás Salmerón (político, filósofo y presidente de la República que renunció al cargo tras negarse a escribir unas condenas a muerte) para ayudar a su Ejército a combatir durante la segunda.

De la Gran Depresión al alzamiento: “Tenía cuatro años, pero recuerdo que todos lloraban como niños”

Pero la línea temporal comienza mucho más atrás, cuando las familias de entonces un pueblecito de Almería, Alhama (ahora supera 3.500 habitantes), tuvieron que marchar al país de las estrellas y barras para mantener las tierras que habían dejado en casa por culpa de una extrema crisis agrícola. Así, en los años 20 un grupo de 200 andaluces que aún no sabía lo que era la Desbandá salió de su patria, con una mano delante, otra detrás y lo justo para sobrevivir. Trabajaron durante diez años con esfuerzo y sin apenas beneficios hasta que un entonces jovencísimo Franco truncó sus planes, pese a estar a miles de kilómetros.

Emigrantes españoles subiéndose a un barco

Evans marcha cuando tiene 18 meses, pero reconoce a ElPlural.com que el recuerdo del estallido de la Guerra Civil no se le ha borrado ni a sus 90 años de edad, aún teniendo entonces cuatro. “La gente con la que coincidimos eran hasta cierto punto apolítica, pero todas republicanas, porque veían en la República una bala contra el caciquismo y la servidumbre de Andalucía (…) Recuerdo el día del alzamiento como si fuera ayer. Todos comenzaron a llorar como niños, a abrazarse y se volvieron locos tratando de unirse con el objetivo de hacer algo para ayudar a los que luchaban desde España”, relata a ElPlural.com con la voz rota por el paso del tiempo, pero la dignidad completamente en pie.

Seguramente su madre estaría orgullosa. A ella la bautizaron 'La Pasionaria' en tierras americanas por su compromiso con la militancia, y nunca abdicó en su empeño por hacer del mundo un lugar mejor. Lo mismo que su padre, quien no pudo regresar a España hasta la muerte del caudillo. Ambos fueron fundadores del Grupo Salmerón.

Daba igual de Valencia, gallegos o andaluces. La gente era hasta cierto punto apolítica, pero veían en la República una bala contra el caciquismo y la servidumbre

La manera que finalmente hallaron pasaba por recoger productos de primera necesidad y enviarlos, algo trascendental que en su país de origen habría supuesto la clandestinidad en el mejor de los casos. Al principio no resultó todo lo fructífero que les hubiera gustado, por lo que deciden alquilar una sede, y es que pese a ser gente “muy pobre” tenían una idea muy clara a la vez que aplicable a todos los ámbitos de la vida, pasados y presentes: “En grupo iban a conseguir mucho más que de forma individual”.

Con la premisa tatuada a fuego, nadie fue suficiente -tampoco ellos- para evitar la derrota de un bando que a fin de cuentas peleaba con menos conocimientos militares y peores armas. “Perdimos, pero no importó-en el buen sentido-, porque se había acabado la lucha, pero no en el Grupo Salmerón. Para nosotros no terminó nunca”, desliza.

Perdimos, pero no importó. Para nosotros la lucha no terminó nunca

Misión pedagógica

Los años fueron pasando, pero todo siguió igual. O al menos, parecido. Lo inmediato era “recolocar” a los refugiados en el propio país y en América del Sur. Después, con la cosa “bastante más asentada”, educar siguiendo nuevamente la escuela de quien dio nombre al proyecto: “Él nos había inculcado que el único camino hacia la libertad es la educación”. Dicho y hecho, el Grupo Salmerón pasa a ser un club social para “no perder las “raíces españolas”.

“No queríamos que nos pasara lo mismo que a nuestros vecinos italianos o irlandeses y perder la lengua, la cultura, no conocer la Historia… Y de nuevo, por encima de las posibilidades, se contrató a maestros para que nos enseñaran al menos a leer y a escribir en español. A nosotros nos obligaron, literalmente, a estudiar; afortunadamente”, celebra desde sus dos idiomas. “Estoy convencido de que aprendimos más aquí que muchos estudiantes en España”.

Boicot al comercio fascista

Evans recuerda con especial cariño al general Asensio, represaliado por el régimen y que terminó asimismo en EEUU “porque allí el 99% de la gente era republicana, daba igual valenciana que gallega”. “Era un apasionado de los libros, del Siglo de Oro. Nos decía que El Quijote no se leía, se estudiaba”, subraya.

Buscando historias de cero por todo Estados Unidos

La historia de Chris Evans y el Grupo Salmerón queda recogida en la exposición Emigrantes invisibles 1868-1945 (organizada por la Fundación Consejo España-EE.UU), que aterriza en Almería tras ser todo un éxito en Madrid y Gijón. Completamente gratis, puede visitarse en la localidad del sur desde ya hasta el próximo 25 de junio.

Chicas fumando en Estados Unidos

El proyecto obedece a un exhausto trabajo de campo perpetrado por James D. Fernández (catedrático de la New York Universityn) y Luis Argeo (periodista y cineasta). Cuenta además con el apoyo de María Luque, responsable Asuntos Culturales de la Fundación Consejo España-EEUU.

Con el propio Fernández hemos hablado para que nos desmigue su historia personal y nos cuente un poco más acerca de una exposición que dispone de más de 300 imágenes, objetos y material audiovisual: “Ha sido un trabajo muy duro, pero el más grato de mi vida. Hemos ido, literalmente, puerta por puerta buscando historias, desde cero porque no teníamos un documento base desde el que partir. Hemos ido puerta por puerta por 15 Estados diferentes, hasta Hawai (…) Esto también nos ha llevado a un aprendizaje, y es que muchas veces chocaban directamente lo que nosotros creíamos versión oficial y única buena y la que nos regalaban los propios testimonios”.

No teníamos un documento base desde el que partir. Hemos ido puerta por puerta por 15 estados, hasta Hawái

“También fuimos emigrantes”

Además, mitad asturiano y mitad estadunidense, el comisario de la exposición tiene también su historia muy relacionada a ella. Aunque evita hablar de homenaje, reconoce que un poco sí que lo es, aunque no llevara a cabo sus estudios con esa intención: “Mis abuelos paternos emigraron a principios del siglo XX. Se conocieron en Nueva York y mi abuelo trabajó fabricando puros primero en La Habana y después en la Gran Manzana, también en Brooklyn”, relata. Su abuela, por su parte, viajó directamente de Sardéu -cerca de Rivadesella- al mismo lugar, donde su hermana le había conseguido trabajo como criada. Al contrario que Evans, en su caso sus anteriores se sentían ya americanos: “Me hice hispanista sin vincularlo mucho con mi familia, por eso no es tanto homenaje, pero podría servir como tal, claro que sí”.

Recuerda, y seguramente sea la mejor manera de cerrar este reportaje, que nosotros “también fuimos emigrantes” aunque "a veces se nos olvida que también fuimos a otro país en busca de una vida mejor". “Los que tomaron la decisión hace un siglo o más soñaban en su mayoría con volver algún día, pero les complicó la Gran Depresión, la geopolítica, la Guerra… Creo que es algo que la gente que ha visto ya la exposición lo tiene muy interiorizado. Casi todos tienen ejemplos en sus familias, y eso les hace empatizar mucho” con historias dentro de la Historia que se mueve entre el imperialismo español y el exilio republicano.