La matinal en el Congreso de los Diputados se dibujaba como un via crucis de Pedro Sánchez, pero la sensación en el Palacio de La Moncloa es de alivio total. Sus propios socios, quienes durante estas últimas semanas recolocaban el foco sobre la cúspide de Ferraz, se decantaban por reducir los niveles de dureza en su retórica. Todos con la excepción de PNV y Podemos. Incluso Sumar ha levantado considerablemente el pie del acelerador, recuperando las carantoñas bidireccionales de antaño y las ovaciones al unísono de todos los ministros a las respectivas actuaciones de sus líderes. Las 15 medidas del Plan Estatal contra la Corrupción sellan las grietas con el grueso del bloque de la investidura. Pero lo hacen con un gran asterisco, a expensas de que las llamas del caso Cerdán no suban hasta la última planta del escalafón socialista y con el gran condicionante de sacar lustre a la agenda social.

El primer guiño, pese a lo humano, no es desdeñable. Sánchez inauguró el Pleno con un sentido homenaje a la figura del histórico sindicalista gallego y padre de su vicepresidenta segunda, Suso Díaz. Un gesto que originó una cascada de lágrimas en las mejillas de una Yolanda Díaz consumida por el dolor, aunque este no le impediría dar la réplica al presidente del Gobierno antes de regresar a su tierra para darle un último adiós a la figura “más importante” de su vida.

Expresión de cariño que dio pie al inicio oficial de una jornada maratoniana en la Carrera de San Jerónimo, con más certezas que dudas. Entre ellas, la exhibición de un Gobierno aún robusto y un Sánchez que sortea una vez más el infierno parlamentario. Entre los más estrechos colaboradores del presidente, el optimismo creció a medida que avanzaba el debate sobre la corrupción del PSOE. El jefe del Ejecutivo encapsuló el caso Koldo en la acción de dos – o tres, mejor dicho – manzanas podridas. En ningún caso, un problema sistémico de las siglas. Reiteró sus disculpas y, como ya hiciera el sábado en el plano orgánico, pasó a la acción.

Sánchez asumió su parte alícuota de responsabilidad, pero dejó claro que el delito es de quien se corrompe, no de quien lo desconoce. Eso sí, a su nombre está, y así lo reconoce él, la factura de confiar en los hombres equivocados, por mucho que Alberto Núñez Feijóo dibujara la corrupción como mal endémico del Sanchismo. Insistió en el dolor de la puñalada asestada por quienes fueron sus compañeros de fatigas, hasta el punto de tantear la dimisión, disolver las Cortes y que hablara la ciudadanía. Pero no. Un pequeño ejercicio de constricción desdibujó esa idea de su mente y reafirmó su compromiso contra la corrupción, guiándole hasta los brazos de Sumar para cauterizar heridas y construir juntos un Plan Estatal contra la Corrupción. 15 medidas que, a la postre, responden a las demandas de todas las patas parlamentarias que sostienen el respaldo de Moncloa. O, al menos, suavizar posiciones.

Oposición edulcorada

De lo que se esperaba, a lo que se ha encontrado Sánchez, hay un trecho considerable. Si bien el grueso del bloque coincide en el diagnóstico de que se ha perdido una oportunidad única, la sangre no va a llegar al río. Las interacciones a sotto voce con Sumar indicaban que sería más apacible de lo que se pregonaba. La nota más negativa, de hecho, la ha puesto un PNV especialmente duro con el presidente del Gobierno, a quien le ha señalado tres únicas vías de escape y todas ellas conducen al mismo lugar.

La portavoz jeltzale reducía el radio de acción de Sánchez a una “cuestión de confianza, una dimisión sin disolver las Cortes” o, lo más drástico, el adelanto electoral. Sus homólogos catalanes, en cambio, no han llegado hasta ese extremo, pero Miriam Nogueras sí ha advertido de que la “prórroga” en la que vive el presidente no puede durar toda una legislatura.

Aviso a navegantes que también llega desde el Grupo Republicano. Gabriel Rufián ha mantenido en parte su discurso de los últimos días, advirtiendo de que si el caso de corrupción escala hasta la más alta instancia de Ferraz o de Moncloa, exigirá un adelanto electoral para que “hable la ciudadanía”. La música no le suena del todo mal a Esquerra, aunque exigen más ambición en la carpeta social. De hecho, por ahí creen que puede corregir el rumbo la coalición siempre y cuando haya un cortafuegos de limpieza política en torno a Sánchez.

Junto al PNV, Podemos no se ha movido de su marco habitual. En su estrategia de oposición a Sumar, los morados, sin amagos de ruptura, reprochan al PSOE el nulo aprendizaje del 15M. “Hay cosas que no pueden repetirse, pero no han aprendido nada”, resumía una Ione Belarra que articulaba su discurso sobre los subterfugios del bipartidismo. En cualquier caso, ninguno ha amagado siquiera con pulsar el botón y desmarcarse del bloque. Todo queda supeditado, en suma, a que el caso Cerdán no escale a ‘caso PSOE’, pero también a que los avances sociales cristalicen de aquí a final de año. El famoso “giro copernicano” que exige Sumar.

Feijóo se sumerge en el fango

Quien no debía ser protagonista de este Pleno era un Feijóo que se lleva a su colección un suspenso manchado en barro. Poco ha durado la energía, el optimismo y la alegría que el cónclave del fin de semana había insuflado en Génova. Todo eran risas, hasta que su líder dio un paso en falso en su afán por desligarse al máximo de un Vox que le busca las cosquillas tras negarles – a priori – la entrada en un eventual Gobierno. Deseo, por cierto, desbaratado por el presidente del Gobierno, bajando de la nube monocolor al Partido Popular y enseñándole la realidad del tablero político. “Toma, y a mí”, se burlaba Sánchez.

El ejercicio de “y tú más” del presidente descolocó a un Feijóo que incluso traspasó cualquier línea roja al acusar a Sánchez, en sede parlamentaria, de ser partícipe “a título lucrativo del abominable negocio de la prostitución”. Sentencia que combatiría el portavoz del Grupo Socialista, Patxi López, en su turno de contrarréplica, en la que sentenciaba al líder del principal partido de la oposición. “Siempre se puede caer más bajo”, remató el dirigente vasco, dejando visto para sentencia a un Partido Popular que retrocede a la casilla de salida.

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