El 20 de noviembre de 1975 moría en una cama del Hospital de La Paz el dictador Francisco Franco. Una fecha muy triste para su familia y la inmensa cohorte de cargos y beneficiados del Régimen pero, al mismo tiempo, la mejor noticia que anhelaban los miles de opositores al régimen, presos políticos, represaliados y sus familias, exiliados y toda una buena parte de los españoles que deseaban un país en libertad con la devolución de la democracia robada por un golpe de estado perpetrado, por el mismo difunto y militares rebeldes, el 18 de julio de 1936, casi 40 años antes.

Sobre la causa de su muerte, la fecha de defunción del tirano y una posible prolongación agónica de un cadáver mantenido con vida, mucho se ha escrito y mucho se ha especulado. En relación a una supuesta prolongación artificial de la vida de un Franco agonizante se sabe que era el deseo de determinados miembros de la familia. En esa clave se entendería que el yerno del Caudillo, Cristóbal Martínez-Bordiú y marqués de Villaverde, se encargase personalmente de que el médico habitual y de siempre de Franco, Vicente Gil, fuera desplazado de este destino y sustituido por el doctor Pozuelo. Ocurrió que en esa táctica dilatoria de prologar artificialmente la vida de su suegro, el yernísimo acabó enfrentándose también con el doctor Pozuelo. Incluso es conocido que algún cirujano, a la vista de lo infructuoso de practicarle más operaciones, se negó a intervenirlo de nuevo a pesar de la exigencia de Martínez Bordiú. Cabe recordar que el marqués de Villaverde era profesionalmente cardiólogo y cirujano.

La pregunta es ¿por qué ese intento cruel y sádico de mantenerlo con vida a sabiendas que su fallecimiento era inminente? La teoría con más peso histórico y verosímil era que el búnker franquista dilataba para que siguiera con vida hasta el 26 de noviembre. Ese día, seis días después de su fallecimiento, se iba a producir el cese de Alejandro Rodríguez de Valcárcel, presidente de las Cortes y del Consejo del Reino (órgano del que dependía el control del país en el caso de fallecimiento del Jefe del Estado, asumiendo dicha misión mientras tomaba posesión el sucesor, en este caso el príncipe Juan Carlos). Rodríguez de Valcárcel era un destacado falangista muy afín y fiel y fuertemente ligado al Movimiento Nacional. En el caso de que se pudiese haber alargado la vida de Franco, había posibilidades de que firmase un decreto que prorrogase su nombramiento para que se designara un presidente de Gobierno de la confianza de los franquistas más recalcitrantes. Según esta tesis, la supervivencia del dictador garantizaba a la vez la del régimen que él representaba.

Aunque en el organigrama franquista estaba muy bien posicionado, Rodríguez de Valcárcel tenía sus detractores y no sumaba la totalidad del respaldo de todos los franquistas. Por ello eran muchos los que desde dentro del régimen deseaban que llegase ese 26 de noviembre de 1975 con el mandato agotado del  presidente de las Cortes para sustituirlo. Por esta razón se hizo todo lo posible por alargar la vida de Franco. Finalmente y tras la muerte del dictador, ejerció como accidental jefe de Estado, entre el 20 y el 22 de noviembre de 1975. En su calidad de presidente del Consejo de Regencia fue quien tomó juramento al príncipe Juan Carlos, como Rey de España. ​

Franco

Devolviendo a la estrategia sádica de dilatar la vida de Franco, habría que remontarse a principios del verano de1974. En esa fecha aconteció la primera grave enfermedad del tirano. Sufrió un ataque de tromboflebitis (las “malas lenguas” dicen que provocadas por las muchas horas que pasaba viendo la televisión incrementadas por el campeonato mundial de fútbol). Debido a ello fue ingresado en el hospital el 9 de julio. Por el tratamiento sufrió complicaciones que derivaron en una hemorragia digestiva que casi le cuestan la vida como lo demostró que le fuera administrada la extremaunción. Este hecho contó con la oposición del marqués de Villaverde alegando que "la presencia de un cura pone nervioso". El estado de salud era tan grave que el 19 de julio, el presidente del Gobierno Arias Navarro gestionó la firma de Franco del decreto de delegación provisional de poderes a favor de don Juan Carlos. El Caudillo recibió el alta el 30 de julio y regresó a El Pardo, pero ya su estado de salud era muy débil. Con voz de un parkinsoniano y sin fuerza en sus bronquios, sus días pasaban en la más completa quietud física. A pesar de ello el 2 de septiembre de 1974, volvió a asumir sus responsabilidades. Se convirtió en un enfermo muy debilitado y en un jefe de estado octogenario en permanente constante vigilancia médica.

Un muerto en vida

En esta situación llegamos a los fusilamientos de septiembre y el discurso del primero de octubre de 1975 con un Franco gravemente enfermo, un anciano de casi ochenta y tres años coqueteando con la muerte. Pérdida de peso continuo, convertido en un esqueleto, con ataques de nervios permanentes, infartos silentes continuos, con Parkinson, hemorragias gástricas, casi sin voz y sin poder dormir... ese era el decrépito estado del hombre que más poder acumuló en España y que rigió sus destinos con mano de hierro. Franco en realidad agonizaba a pesar de las noticias oficiales que se difundían garantizando que había superado los problemas en su salud.  

Es el propio Franco previendo que sus últimos días se acercaban, quien el 30 de octubre de 1975 activa el artículo 11 de la Ley Orgánica del Estado para trasladar sus poderes de forma definitiva en el entonces príncipe Juan Carlos. La agonía continuó tras esa firma de delegación de poderes al sufrir una peritonitis y otra operación quirúrgica, una intervención que se supo que fue a vida o muerte. Una insuficiencia renal le lleva de nuevo al hospital y poco después pasa otra vez por el quirófano sufriendo una extirpación de buena parte del estómago. Es en ese momento cuando médicamente se puede afirmar que comienza el proceso de mantenerlo con vida a costa de continuas transfusiones y con las más sofisticadas técnicas y aparataje del momento.

Todo indica que en la noche del 19 de noviembre el dictador que más vida arrebató perdió la suya. Franco fallecía ese día aunque oficialmente se trasladó que el óbito se produjo a las 5,25 horas de la madrugada del 20 de noviembre de 1975.

Un cadáver desnudo con aspecto de haber sufrido una agonía muy dura

El parte final que informaba de las causas de su muerte es tremendo, toda una enciclopedia de patologías. Franco falleció por "Enfermedad de Parkinson. Cardiopatía isquémica con infarto de miocardio anteroseptal y de cara diafragmática. Úlceras digestivas agudas recidivantes con hemorragias masivas reiteradas. Peritonitis bacteriana. Fracaso renal agudo. Tromboflebitis ileo-femoral izquierda. Bronconeumonía bilateral aspirativa. Choque endotóxico. Paro cardíaco".
Antonio Piga, uno de los cuatro médicos forenses que llevaron a cabo su embalsamamiento, desveló en 2017: "Cuando lo embalsamé, llevaba varias horas muerto…”  “Me impresionó verlo en una habitación desnuda con Franco en una cama cubierto con una sábana. Al quitarle la sábana vimos que estaba desnudo. Tenía el aspecto de una persona que ha sufrido una agonía muy dura".

EN la práctica, el dictador férreo, el duro militar africanista, el represor mayor de la historia de España, el tirano sin corazón ni caridad hacia su pueblo, llevaba muerto mucho más tiempo. Lo mantuvieron con su vida por que con su muerte también agonizaba un régimen y fenecían también los privilegios de unos pocos fieles y adeptos.
Tres días después fue enterrado en el Valle de los Caídos y 45 años después fue expulsado de su mausoleo. Generosa democracia.