Men Marías (Granada, 1989) irrumpió en el universo literario en 2017 con Pukata, pescados y mariscos, una novela ambientada en un restaurante de costa sobre el amor, la cocina y la inmigración con la que ganó el II Premio de Narrativa Carmen Martín Gaite y un accésit en el Premio Torrente Ballester. Ahora acaba de publicar su segunda novela, ‘La última paloma (Planeta), un thriller que se inicia el brutal asesinato de una joven periodista en Rota que investigaba la desaparición de otra joven en los años 50.

La novela transcurre en dos tiempos, el actual, con la investigación de la sargento de la Guardia Civil Patria Santiago, y la de la “maldita base naval en los años cincuenta y los americanos de las narices”, tal y como explica en la novela. De esta época apenas hay documentación, nos explica la autora, y la ha recreado con los testimonios de personas del pueblo que la vivieron cuando eran unos niños. Men Marías (en realidad Carmen Salinas, pero firma sus libros con su diminutivo y segundo nombre reconvertido en apellido), ha elegido ese escenario para recrear el impacto que supuso la llegada de los americanos a esta población gaditana. Recoge los primeros bulos virales, como que los americanos tenían un aparato para desviar las nubes o para hacer que lloviera en el pueblo a su antojo, así como la llegada del primer restaurante chino a España o el influjo del fiestas made in USA como el 4 de julio o Halloween, entre otras cosas.

Hemos hablado con Men Marías para que nos cuente detalles sobre 'La última paloma', a la que se resiste a llamar "novela" ya que es un palabra a la que le tiene muchísimo respeto. Para ella es una historia que le sirve para ahondar en el fenómeno criminal y los motivos que llevan a una persona a cometer actos delictivos terribles. "Vivimos rodeados de psicópatas. Están integrados en nuestra sociedad, son nuestras parejas, hermanos o padres", alerta.

"Me gusta utilizar el espacio que te ofrece la novela negra para estudiar la fenomenología criminal"

PREGUNTA.- ¿Qué puede encontrar el lector en 'La última paloma'?
RESPUESTA.- Un thriller con todos los elementos: un asesinato muy siniestro, una investigadora que es un personaje muy especial, quien aun siendo tan peculiar, está empatizando muy bien con el lector; y una investigación contra reloj.  Pero me gusta llevarlo un poco más allá y utilizar el espacio que te ofrece la novela negra para estudiar la fenomenología criminal, para averiguar cuáles son las motivaciones de las personas que cometen determinados actos delictivos y que son moralmente reprobados por todo el mundo. Por supuesto, nunca su justificación, pero sí de dónde viene todo, el origen.

P.- La violencia de género está muy presente en ‘La útlima paloma’. ¿Crees que novelas como ésta constituyen una manera de luchar contra esta lacra social?
R.- Sí, indudablemente el arte debe tener ese componente de denuncia y de explicación. Yo nunca creeré en la prohibición sin más, en el juicio sin más o en la condena sin más. No puedo creer en eso porque me parece que no es efectivo. Hay que ir al origen de los problemas, entenderlos, comprender por qué suceden, cuáles son las motivaciones de un determinado tipo de fenómeno criminal y, a partir de ahí, corregirlo.

Está muy bien y es maravillosa toda la repudia social que estamos viviendo con respecto a la violencia de género, pero hay que ir un poco más allá y abordar el problema en su raíz. Me ha llamado la atención ver cómo una violación en los años 50, de una época tan pasada, sigue de plena actualidad hoy en día. Incluso a mí misma me ha sorprendido.

"Siempre ha habido manadas porque la fuerza del grupo es muy superior a la del individuo aislado"

P.- En ese viaje a los años 50 ¿has descubierto también manadas?
R.- Siempre ha habido manadas porque la fuerza del grupo es muy superior a la del individuo aislado. Para hacer el bien y para hacer el mal. Por supuesto que ya las había entonces. Los cobardes tienen que agruparse para obtener la protección del grupo, ya que sin ella les es mucho más difícil operar.

P.- ¿Qué te ha aportado tu formación en derecho a tu actividad como escritora de thriller?
R.- Aunque me especialicé en el sector mercantil, también he llevado asuntos penales. Cuando te llaman a las tres de la mañana porque tienes un detenido en el calabozo, lo que ves te puede gustar más o menos, pero es real. Ahí no hay máscaras o interpretaciones, ni ese papel que aprendemos todos para adaptarnos socialmente. Te encuentras con un ser humano muy real, sin antifaces. Es un bagaje grandísimo para la literatura. El escritor tiene que ser un observador y es complicado hacerlo con el ser humano porque siempre está disfrazado, pero aquí lo ves completamente desnudo.

"En el caso de la violencia de género siempre he llevado víctima y cuando he tenido a un maltratador siempre lo he rechazado"

P.- ¿Has llegado a estar en contacto con personas que habían cometido crímenes especialmente violentos o repudiables?
R.- No. En asuntos penales normalmente he llevado lesiones, estupefacientes y mucha violencia de género, eso sí. Afortunadamente, el abogado tiene lo que se llama la objeción de conciencia, que te permite rechazar un caso. En el caso de la violencia de género siempre he llevado víctima y cuando he tenido a un maltratador siempre lo he rechazado. Hay muchas veces que se hace la típica pregunta a un abogado: 'Cómo es posible que puedas defender a una determinada persona o a un determinado tipo criminal'. Yo tengo muchos compañeros que contestan 'bueno, es que todo el mundo tiene derecho a un juicio justo, toda esta narrativa que hay en torno a la abogacía. No juzgo a nadie, pero hay determinados asuntos que me niego a defender. Al final yo tengo que vivir 24 horas al día conmigo misma y me tengo que sentir bien.

P.- Puestos a imaginar nunca habrías sido la abogada de alguno de los miembros de la Manada de Sanfermines.
R.- No, por supuesto que no.

P.- ¿Cómo se convirtió Carmen Salinas en Men Marías?
R.- Es la misma persona. Sólo cambia el nombre. El seudónimo no lo uso para esconderme, pero igual que te cambias de calcetines, por qué no te vas a cambiar el nombre, si te hace sentir cómodo. Todo lo que nos ponemos, las etiquetas que llevamos encima, al final tienen que hacernos sentir cómodos. Como la persona es exactamente la misma, a mí me hace sentir bien. ¿Cómo decirlo? Es un zapato más bajo, más cómodo.

P.- ¿Hay alguien en tu vida privada que te llame Men, como diminutivo de Carmen?
R.- Sí, y María es mi segundo nombre.

"Me gustaba la idea de llamar Patria a una persona que se siente completamente apátrida"

P.- Patria Santiago, la protagonista de la novela, es un personaje singular, con un perfil de víctima y una persona que se autolesiona, un problema que afecta a más gente de la que podamos imaginar). ¿Cómo surge y cómo empatizas con ella?
R.- El nombre de Patria yo lo había escuchado como todos, como sustantivo común, como el lugar al que perteneces, el lugar en el que has nacido. Hace ya algunos años, una señora mayor me enseñó su orla de la universidad y vi que una compañera suya se llamaba Patria. Nunca lo había escuchado como nombre y me parece que encierra muchos sentidos. Me gustaba la idea de llamar Patria a una persona que se siente completamente apátrida, que siente que no pertenece a ningún lugar. Digamos que es una forma de darle una patria a Patria, en el sentido de que se tiene a ella misma. Siempre nos tenemos a nosotros mismos y hemos de hacer que la relación que mantenemos sea lo más limpia posible. Todas las relaciones tóxicas que tenemos en nuestra vida derivan de la relación tóxica que tenemos con nosotros mismos. Ella sí es cierto que es un personaje particular que al principio quizá asuste un poco, pero creo que los lectores empatizan bien con ella y lo van a seguir haciendo. 

A lo largo de la novela, una de las cosas que hago es explicar su dolor y por qué mantiene esa relación con el dolor físico, a través de la autolesión. Utiliza estos cortes que se hace con la cuchilla para paliar otro tipo de dolores mentales, que proceden de su pasado y que no podría soportar de otra manera. Intercambia un dolor por otro, que es lo que hacen las personas que se autoinfligen dolor, que no es una cosa de cuatro locos, en absoluto. Es mucho más común de lo que a mí me gustaría oír, pero es algo tabú, de lo que no se puede hablar. Llevado al extremo, es el suicidio, algo de lo que no hablamos, no está presente en el debate del estado social y ello no hace que deje de existir. Creo que es un error porque todo lo que implique hablar sobre un problema, sobre una cuestión que no nos hace felices, que nos hace daño a nosotros mismos y a todos como sociedad, lo que va a hacer es trabajar sobre ello y resolverlo. Todo lo que no dejemos pasar se hace más grande detrás de la puerta y al final termina echándola abajo. El caso de Patria es una forma de dar voz a este tipo de cuestiones.

P.- ¿Va a haber más Patria Santiago y su compañero Sacha Santos?
R.- Hay personajes que vienen, cuentan su historia y se van. Te utilizan sin el menor pudor. Pero sí es cierto que Patria y Sacha son personajes que de momento no se han ido. Vamos a ver qué tal sale 'La última paloma' y si les podemos seguir dando voz a ellos y a Rota, o los tengo que echar a patadas.

P.- ¿Te sientes cómoda en la novela negra?
R.- Sí. Me gusta concebir el género como una caja que puedes pintar de rosa, de negro, de amarillo..., pero lo importante es lo que metes. No sólo se trata del quién y del cómo, creo que hay que ir al por qué. Eso lo puedes trabajar en cualquier género y el negro me parece apropiadísimo.

"Los psicópatas están integrados en nuestra sociedad, son nuestras parejas, hermanos o padres"

P.- ¿Estamos rodeados de psicópatas?
R.- Sí, vivimos rodeados de psicópatas. Es algo que estudié en la facultad, en las clases de derecho penal. El problema de los psicópatas es que la literatura y el cine los ha romantizado mucho y nos los imaginamos como personas que van por ahí con un cuchillo sacando tripas y se sabe que sólo el 1% de los psicópatas llegan a matar. Están integrados en nuestra sociedad, son nuestras parejas, hermanos o padres. Estuve hace poco en el teatro viendo 'La Casa de Bernarda Alba', tú ves a Bernarda y es una personalidad psicopática como tal, pero al final es una madre de familia como tantas. ¿Cómo voy a equiparar yo a una persona que está educando a sus hijas con la personalidad de un psicópata? Pues esas personalidades existen y están plenamente integradas. Son personas con las que tenemos que tener mucho cuidado porque tienen mucho encanto, son muy seductores, con una belleza de muchísimos tipos: capacidad para la oratoria, para colmarnos de amor, de exceso de atención, para detectar nuestras carencias de manera muy rápida y saber cómo compensarlas, para caer en su red... Son como esa hermosa planta carnívora de colores preciosos que atrae hacia ella, a lo que se va a comer.

P.- Da miedo escucharte...
R.- Da miedo y ya te digo, la primera vez que lo escuché fue de mi profesora de derecho penal. Es algo que se estudia en criminología.

"Cuando algo no nos hace sentir bien, no hay que dejarlo pasar"

P.- ¿Cómo distinguir a un psicópata?
R.- Hay que ir con cuidado por la vida. Siempre hay algo en todos, una pequeña alarma, que quizá no suena tan alto como la de un banco cuando rompen un cristal. Pero cuando la alarma suena, tenemos que confiar en nosotros mismos, en nuestra intuición y, sobre todo, entender que cuando algo no nos hace sentir bien, no hay que dejarlo pasar. Hay que prestar atención y ver si determinadas compañías, discursos, sensaciones, actos de las personas que nos rodean, nos hacen bien o por el contrario, nos hacen mal y no caer nunca en el dejarlo pasar, porque eso va a llevar a la manipulación.

"La documentación en su mayoría ha sido oral. Me ha recordado la importancia de sentarse a escuchar las historias de nuestros mayores"

P.- ¿Cómo se ha gestado la novela?
R.- Ha sido un proyecto largo. Soy lo que llaman una escritora mapa y tardo más en organizar la novela que en escribirla. No pongo ni una letra hasta que sé a rasgos generales qué va a suceder en cada escena del libro. El proceso de documentación y de organización siempre es larguísimo y en este caso concreto lo ha sido más porque apenas existe documentación de la llegada de los americanos a Rota. Este misterio aumentó mi obsesión con ese capítulo de nuestra historia. Entonces me fui al pueblo y me encontré con gente maravillosa con muchísimas ganas de hablar. La documentación en su mayoría ha sido oral. Hasta la anécdota más pequeña que se cuenta de lo que era la vida del pueblo a lo que implicó la llegada de los americanos me lo han contado. Me ha exigido mucho esfuerzo, pero la experiencia ha sido indudablemente maravillosa. Y me ha recordado la importancia de sentarse a escuchar las historias de nuestros mayores. De ahí sale un thriller y salen todos.

P.- También sale una novela histórica o de época. 
R.- Sí. La historia de Rota no es que sea desconocida en el norte de España porque les pilla lejos. Incluso en Andalucía se sabe muy poco. Todos tenemos en el imaginario común que tenemos bases en Zaragoza, Rota, Morón..., pero poco más. Si entras en eso, cuando hay dos elementos que no están hechos para convivir, pero se ven obligados a hacerlo, pasan cosas muy especiales. El choque cultural que hubo en Rota en lo que venía a ser la moral católica de la España franquista contra una mentalidad como la americana, tan de vivir, pues es brutal y eso se refleja en la novela. Cómo afectó a las personas del pueblo, cómo se contaminó nuestra cultura de la suya, también la suya. Es una historia tan desconocida como fascinante.

P.- Se ha dicho de tu novela que es adictiva. ¿Es éste el mejor piropo que te pueden hacer?
R.- Es un piropo y ojalá todos los lectores estén de acuerdo. Quizá esto es un poco romántico, pero lo siento así. El hecho de que algo que yo he escrito se llame novela, y yo no utilizo la palabra novela como sustantivo, la utilizo como adjetivo. Yo no puedo llamar novela a todas las historias. Que alguien llame novela a algo que yo haya escrito, no puedo encontrar mejor piropo que ese. 

P.- ¿Cómo lo llamarías?
R.- Me cuesta mucho llamar novela a 'La última paloma'. Es como si dijera de mí misma que soy muy guapa o muy lista. Es una palabra a la que le tengo muchísimo respeto y no lo sé. Para mí es una historia, algo que he contado. Llamarla novela es un sueño.