El crowdfunding ya mueve millones en España. Según la Asociación Española de Crowdfunding, en 2014 se aportaron en nuestro país 62 millones de euros a proyectos por esta vía, a través de plataformas como Verkami -una de las más dedicadas a proyectos culturales- o Libros.com, consagrada a la edición de libros. La cifra representa un 114 % más que en 2013, y ha impulsado obras de gran recorrido como B, la película, que optó a varios premios Goya. Sin embargo, esto que muchos han bautizado como mecenazgo 2.0, y que parece demostrar cierto ánimo en los españoles en invertir en cultura, no ha ahogado la reivindicación, ya añeja, de sacar adelante en España una ley de mecenazgo. Y, a la espera de esta, en 2015 entró en vigor una reforma fiscal impulsada por el Gobierno que introducía ventajas para simplificar e incentivar las donaciones de particulares, y reforzar las tradicionales de las empresas, a determinadas entidades culturales.
Desde entonces, los ciudadanos que inviertan en ellas, pueden desgravarse un 75% en los primeros 150 euros, y a partir de ese importe, las donaciones serán deducibles al 30 %, frente al 25 % anterior, o al 35 % si se trata de donaciones periódicas realizadas durante al menos tres años a la misma entidad.
Para las sociedades, la deducción previa del 35%, se ha incrementado al 40% en las donaciones realizadas a una misma entidad por el mismo o superior importe durante al menos tres años. A estas desgravaciones cabría añadirles, como un atractivo más para apuntarse al mecenazgo, los ya existentes beneficios fiscales derivados de apoyar los considerados como acontecimientos de excepcional interés público, una categoría que dispuso la ley de 2002 de régimen fiscal de las entidades sin fines lucrativos y de los incentivos fiscales al mecenazgo. Son bonificaciones con las que se puede llegar a recuperar el 90% de lo invertido, pero ha surgido más de una controversia, como ocurrió con la Copa América 2007 o algunos eventos religiosos, a la hora de determinar qué se considera y qué no se considera un acontecimiento de excepcional interés público. Es el Gobierno quien tiene la última palabra en cada caso.

Parches fiscales

Con el mencionado venido de medidas fiscales, y otras de menor calado, vinculadas por ejemplo al cine, el PP dio por aplazada aquella promesa electoral de 2011 de dotarnos de una ley de mecenazgo con entidad legal propia, y no absorbida y limitada en una reforma fiscal. No le salió gratis: causó estupor y decepción a una parte del mundo de la cultura, en especial al coleccionismo de arte, que esperaba esta ley como agua de mayo convencida como estaba (y está) del acierto de fomentar un modelo mixto de apoyo público e inversión privada para mantener la cultura a flote, tomando modelos como el francés, donde las desgravaciones oscilan entre el 66% para personas físicas y 60% para las jurídicas (aunque pueden llegar hasta el 90%), o Estados Unidos, donde el mecenazgo goza de gran arraigo desde la época de Roosevelt -que propició tantos rodajes de cine-, donde se desgrava un 100%. Eso sí, aunque muchos gestores culturales coinciden en que las desgravaciones en las inversiones específicas de mecenazgo cultural deberían asemejarse a la de esos países, algunos reclaman que no se aplique, o se haga solo de manera residual, el mecenazgo a entidades públicas, como el Centro Dramático Nacional, el Museo del Prado o los teatros cuya gestión está en manos de Comunidades Autónomas, que, para algunos gestores, llevan años partiendo con ventaja sobre las empresas culturales privadas. En todo caso, fomentar el mecenazgo podría aliviar en algo el repliegue de dinero público que en los últimos años ha sufrido un sector, el de la Cultura, que representa en torno al 3% del PIB, aunque tras cuatro ejercicios siendo una de las partidas más recortadas, en los Presupuestos Generales del Estado de 2015 y 2016 ha recibido una alegría en forma de modestas subidas -en comparación con las bajadas- del 4,3% y el 7,2% respectivamente, en relación con sus años precedentes, donde la cultura se fue despidiendo de las subvenciones y las inversión pública.
El mecenazgo también podría dar un respiro en las negativas consecuencias de la contracción de la obra social de las cajas de ahorro.
De acuerdo con los datos de la Fundación Arte y  Mecenazgo, el porcentaje total de dotación de las cajas para Obra Social mostró en 2011 un descenso del 21% con respecto al año anterior, y del 55% con respecto a 2005, y la cultura, en concreto, pasó de una dotación del 42% al 30%.

Diferencias entre mecenazgo y patrocinio

El mecenazgo, a diferencia de otras actividades análogas como el patrocinio o el sponsoring, no ha de esperar ningún beneficio a cambio. No es que el mecenas solo realice una aportación económica sin recibir nada a cambio, puede implicarse en las actividades que sufraga y sin duda servirá para mejorar su imagen pública, algo que se cuida mucho más en los años recientes, desde que prestamos mayor atención a la Responsabilidad Social Corporativa de las empresas. Pero el mecenas no ha de buscar un retorno de inversión. Sí se hace en las actividades de patrocinio y sponsoring, muy frecuentes en el mundo del deporte y que no escasean en territorio cultural -sobre todo las llevan a cabo productos como alcoholes de alta graduación, que tienen limitaciones legislativas para hacer publicidad-, que, con ellas, no solo pretenden una mejora en su imagen sino abrir una vía de comunicación con su público o target.
¿Y puede causarle eso, al público, alguna reticencia respecto a la libertad de los artistas implicados en la actividad patrocinada? Tal vez sí, pero cada vez estamos más acostumbrados.
El patrocinio puede ser una medida más que ayude a cambiar todo esto. Puede influir en la percepción que se tiene de la creación artística. Eso sería lo más interesante, porque muchas veces unimos la idea de dar dinero a algo con la sensación de que eso es importante y necesario. Ese aspecto es tan decisivo como las aportaciones económicas en sí.

Con todo, para el altruismo cultural no hay excusas, siempre que lo permita el bolsillo

Así, tal vez el mecenazgo no deba contemplarse exclusivamente desde la óptica de Hacienda, de beneficiar a los mecenas con este pellizco económico de las arcas estatales con tal de que se reactive el mercado de arte y el mercado editorial. El mecenazgo tiene que venir con una ‘cultura de mecenazgo’ que quizá solo tengan, por ahora, en el mundo anglosajón, aunque el crowdfunding lo esté revitalizando en otros países. Y esa cultura del mecenazgo es consecuencia de un orgullo, un apoyo y un respeto profundo por el arte, que aquí no tenemos. Como tantas veces, todo empieza en la educación.