¿Y ahora qué? Esa es la pregunta que ronda al mundo eclesiástico en particular y a la sociedad en general tras la muerte del papa Francisco. El papado como institución que va mucho más allá de la Iglesia. Una forma de entender la religión que, dentro de lo alicatado de un espacio tremendamente tradicional, ha supuesto una ruptura con muchas cuestiones y, sobre todo, un paso hacia delante que ha favorecido el acercamiento de algunos, a menos hacia la persona.

Muchos, independientemente de su condición religiosa, han sido capaces de ver en Francisco una persona comprometida con lo social, dentro siempre de los límites que ha establecido el clero. Y es ahí la encrucijada que ahora se abre en el seno de una de las mayores potencias del mundo: si mantener ese legado que el pontífice quiso o volver al tradicionalismo cerrado reflejado en sus antecesores.

Los nombres que han sonado durante este tiempo han sido siempre los mismos al tratarse de una especie de lista única. Con algunos, Jorge Mario Bergoglio ha compartido salones o ellos se han situado en primera fila durante el rezo diario en la plaza de San Pedro durante los 38 días que el máximo responsable eclesiástico estuvo ingresado en el hospital; lo cual no ha quitado para que se haya producido un choque frontal por sus formas, completamente contrarias, de entender la institución.

Candidatos a papa

De hecho, entre los nombres se encuentra el tridente más crítico con el Papa: el cardenal guineano Robert Sarah (79 años), el cardenal alemán Gerhard Ludwig Müller y el cardenal estadounidense Raymond Leo Burke (76 años). Se trata de las personas que presidieron, respectivamente, los dicasterios (ministerios) para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Doctrina de la Fe (antiguo Santo Oficio) y el Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica.

El del país que ahora preside Donald Trump es el mejor visto por los grupos tradicionalistas estadounidenses, pero tampoco verían mal sucesores como Anders Arborelius (75 años), un suizo naturalizado sueco y primer cardenal de este país; al cardenal húngaro, Péter Erdó (72 años) – esto es lo más parecido entre los candidatos al perfil intelectual de Benedicto XVI, pero mucho más cercano a Joseph Ratzinger-; o Willem Eijk (71 años), arzobispo de Utrecht, Países Bajos, y médico.

Sin embargo, una nueva ruptura -en este caso en favor del regreso a ese tradicionalismo- no parece lo más factible, si bien sirve nuevamente para atraer a esa parte del tablero que siempre ha tenido el mayor peso dentro de la Iglesia. Con todo, los nombres favoritos para suceder al Papa no son ninguno de estos, sino Matteo Zuppi (69 años), Pietro Parolin (70) y Luis Antonio Tagle (67). Los dos primeros son italianos y el tercero es filipino; en su día fue visto como un recambio natural de Francisco. Éste también procedía de las periferias geográficas y existenciales, y su nombramiento supondría un guiño a la Iglesia asiático, caladero de fieles y vocaciones católicas, si bien una controvertida gestión de Caritas Internationalis le habría llevado a perder opciones.

A pesar de ello, los dos serían las opciones más claras para los 135 cardenales menores de 80 años que tienen derecho al voto en el cónclave. Cada cual refleja una de las marcas de la Iglesia (más progresista o tremendamente conservador). En este sentido, destacar que, si el Papa pudiera inclinarse por alguno, su candidato sería Zuppi, actual presidente de los obispos italianos y destacado miembro de la comunidad de Sant Egidio, fundando hace medio siglo por Andrea Riccardi. Tal es así que, de alguna manera, Francisco hizo un gesto en favor de él -que puede parecer insignificante, pero nada más lejos de la realidad- cuando Bergoglio le encomendó el encargo de mediar en la Guerra de Ucrania, una labor que, sobre el papel, tendría que haberle correspondido al cardenal Parolin, número dos del Vaticano.

En la forma de ejercer el poder esto también es palpable. Zuppi es más partidario del método sinodal, gobernando de una manera más colegiada, aunque con ello no convence del todo dentro de la Iglesia. Sí que seguía el método del último papa, siendo esta una muestra más de que Francisco estaba de acuerdo en su forma de hacer.

Posibles españoles

España también presenta candidatura. Lo hace con siete cardenales, cuatro de ellos miembros de la Conferencia Episcopal Española (CEE), los que pueden entrar en el Cónclave, que se celebrará en las próximas semanas, previsiblemente a comienzos de mayo.

En concreto, cuatro de ellos pertenecen a la Conferencia Episcopal Española: el arzobispo de Madrid, José Cobo; el arzobispo emérito de Madrid, Carlos Osoro; el arzobispo de Barcelona, Juan José Omella, y el arzobispo emérito de Valencia, Antonio Cañizares. No obstante, el presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), Luis Argüello, ha puesto en duda la presencia de Cañizares por motivos de salud, durante la rueda de prensa celebrada en Valladolid este lunes tras conocer el fallecimiento del sumo Pontífice.

A ellos se suma Ángel Fernández Artime, que fue rector mayor de los Salesianos y, actualmente, es el proprefecto del dicasterio para el Instituto de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica.

Completan la lista de electores nacidos en España: el arzobispo de Rabat, Cristóbal López, y el obispo de Córcega, Francisco Javier Bustillo.

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