Difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos”, trasladó Jesús a sus discípulos. “Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los cielos", reiteró, según recoge Mateo en su evangelio. Una enseñanza, entre otras muchas del mismo corte, que los altos cargos eclesiásticos no se han empeñado en cumplir en sus miles de años de historia. Jorge Mario Bergoglio, posteriormente el papa Francisco, intentó seguir esta doctrina en vida, y ahora en muerte con su última petición de un sepulcro “sencillo” y “en la tierra”, compatibilizándola con un aperturismo en el ámbito social.

Posicionarse del lado de los pobres, de los migrantes que huyen de la muerte y la miseria, de la evolución de una institución que repudiaba a mujeres y homosexuales; contra las guerras, los genocidios y los Estados imperialistas que los practican, entre otras cosas, le granjeó al Papa la enemistad de neoliberales, cuyo único dogma es el dinero generado por la explotación de un hombre hacia otro, y de los conservadores, más preocupados por quién no cabe entre sus muros que por lo que sucede fuera de ellos.

Sin embargo, este lunes, los que le tildaban de “okupa”, “progresistas”, “izquierdoso”, “comunista” y una larga lista de apelativos despectivos para quienes los pronuncian, honrosos para otros muchos que, devotos o no, unen su vida a la del prójimo, decidieron acobardarse. Ni rastro de la sorna y la cobardía de aquellos que se dicen cristianos y que no reconocían su autoridad, parapetados en su reacción y con la cobardía de quien sabe que no va a recibir respuesta. Así se diluyó este 21 lunes de pascua la extrema derecha mundial, la de los Milei, Abascal y Orbán.

Cambio de tornas

Algo anómalo sucedió en gran parte del mundo, y también en España, con partidos progresistas afligidos por la muerte del sumo pontífice, temerosos de lo que pueda llegar, y ultraderechistas capeando el temporal, si no derrochando hipocresía. “Lamentamos la muerte del Papa Francisco, cuyo pontificado y encíclicas acercaron la Iglesia a valores de fraternidad y respeto al medio ambiente que compartimos”, compartía el secretario general del Partido Comunista Español (PCE), Enrique Santiago. “Ojalá su sucesor pueda acabar la tarea de modernización y solidaridad con las personas oprimidas que él inició”, añadía a continuación.

Esta fue la tónica en la izquierda: pena por lo que acabó y miedo por lo que pueda venir. “El papa Francisco ha sido un gran embajador del trabajo decente, de la paz y de la justicia social. Utilizó su posición para impulsar un mundo mejor. Me enseñó que la esperanza nunca defrauda y sus ánimos todavía perduran”, exponía la vicepresidenta y líder de Sumar, Yolanda Díaz. “Le haremos caso: no aflojaremos”, zanjaba la ministra de Trabajo, en referencia a unas palabras que le trasladó el Papa en uno de sus encuentros.

“Usó su poder contra la desigualdad, el genocidio, por la paz. Con sus últimas palabras rechazó la política migratoria de Trump”, se sumaba la diputada del Parlamento Europeo y cabeza más visible de Podemos, Irene Montero. “Que la tierra sea leve al Papa que abrió una grieta en la complicidad de la Iglesia con los dueños del mundo”, apuntaba para cerrar su despedida. En la trinchera opuesta, apenas unas palabras para salir del paso y obviar los ataques pasados.

“Nos unimos a las oraciones de millones de católicos por el alma del Papa Francisco. Descanse en Paz”, publicaba el líder de Vox, Santiago Abascal, que gustaba de denominar habitualmente al pontífice como “ciudadano Bergoglio”. “A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César”, calificaba la defensa de las rentas mínimas que emitía el “ciudadano Bergoglio”. “Descanse en Paz”, añadió Hermann Tertsch, eurodiputado de la formación, que posteriormente comenzó a hablar de quemar iglesias.

“Le dio tiempo a visitar 66 países, algunos sin apenas católicos, se negó a pisar España, la nación a la que la Iglesia Católica le debe su universalidad, su catolicismo”, añadió unas horas más tarde, cuando ya había pasado el mediodía. Su tono se fue endureciendo con el paso de las horas, señalando al PSOE por su “vocación quemaiglesias” o asegurando que al Papa “no se le recordará por su amor a España”.

Principales partidos

Entre los principales partidos ha habido menos sorpresas. Los socialistas (PSOE) y el Partido Popular (PP) han lamentado la perdida, aunque en el caso de la oposición ha sorprendido el mensaje elegido por su presidente. El Papa que hablaba español y a punto estuvo de peregrinar a Santiago de Compostela. Ha servido al mundo y a la Iglesia desde sus convicciones y pensamiento hasta el último instante”, compartía Alberto Núñez Feijóo, junto con un lamento y una despedida.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, fue algo más formal y dejo el espacio al encargado de la relaciones con la Iglesia, Félix Bolaños, quien anunció tres días de luto. “Lamento el fallecimiento del Papa Francisco. Su compromiso con la paz, la justicia social y los más vulnerables deja un legado profundo”, trasladaba el líder de los socialistas en los momentos previos a la comparecencia del ministro de Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes.

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