Un mundo acelerado donde las únicas vías válidas para hacer y sentir las cosas son aquellas más rápidas carentes de esfuerzo y paciencia y el lujo de unos pocos de poder mantener una buena salud física y mental podría ser un resumen no demasiado alejado de la situación que ahora enfrenta la sociedad moderna. 

Aquello que antaño se alzaba como un bien básico al alcance de todos, como la vivienda o la salud mental, se ha transformado en una lucha que todos libran y muy pocos consiguen ganar. Datos como que el precio medio de una sesión de psicoterapia privada oscila entre los 50 y los 80 euros ratifican que la salud, entre otras muchas cosas, dejó de ser un derecho para convertirse en privilegio. Una opción en ocasiones inevitable si se atiende al dato de que para obtener cita con un psicólogo de la sanidad pública el paciente se debe enfrentar a una espera media de cuatro meses.

Todo estos factores configuran un escenario donde aquello inmediato y con más bajo coste se convierte en lo más demandado. Y es aquí donde adquiere el papel protagonista la Inteligencia Artificial, como ChatGPT, una herramienta que desde hace tres años se ha desarrollado en España a pasos agigantados ofreciendo cada vez más alternativas y respuestas que ofrecen mayor precisión. El avance ha sido tal que, incluso, se ha configurado para asumir el rol de multitud de profesiones: periodista, fisioterapeuta, médico, psicólogo. Su inmediatez y sus razonamientos elaborados convierten a ChatGPT en la respuesta que todos quieren tener en el momento preciso en el que la quieren tener.

Sin embargo, lejos de las numerosas funcionalidades que defienden algunos usuarios, hay una letra pequeña que conviene atender y que se agudiza en el caso de la psicología. ¿Qué ventajas tiene un psicólogo humano frente a la inmediatez y precisión de ChatGPT? ¿Es efectiva una terapia llevada a cabo por Inteligencia Artificial? ¿En qué difiere la escucha activa de un profesional de la de un robot?

Las emociones y la velocidad no se llevan bien

C.F. es psicóloga y psicoterapeuta especializada en trauma. El relato que sostiene y que ha compartido con ElPlural.com dibuja de manera nítida las consecuencias que se pueden derivar de confiar en el trabajo de una Inteligencia Artificial como psicólogo, refiriéndose a ello como “una moneda de doble cara”. Señala que el primer problema que se da cuando una persona recurre a estas herramientas para buscar ayuda psicológica es que lo hace desde un lugar “poco interesante” condicionado por el propio sistema de creencias. “Cuando tenemos un par de ojos que nos ven desde fuera, nos pueden aportar lo que no podemos ver, somos nuestro mayor ‘punto ciego’”, comenta. 

A ello, añade el factor de que cuando una Inteligencia Artificial ofrece una respuesta, la persona que ha recurrido a ella pondrá la atención únicamente en aquello que le resulte de interés, algo que se agrava teniendo en cuenta que la herramienta no va a cuestionar al paciente ni tampoco va a ahondar en las cuestiones que mayor malestar le generan y que este tratará de evitar. “Existe una estructura mental que nos permite filtrar la información en función del contenido interno. Esto es muy jugoso para el chat, por tanto, tu atención seleccionará la información que más le interese para reforzar o refutar sus conjeturas o hipótesis acerca de su estado”, explica.

Esta psicóloga encuentra dos motivaciones principales para optar por esa opción: “la inmediatez de querer solucionar algún conflicto interno” y “la cuestión económica, sin duda”. Sin embargo, sobre el primero de ellos expone una profunda discrepancia: “Lo instantáneo resulta ser atrayente, dado su poder dopaminérgico, y por otro, la precipitación en conseguir respuestas de una mente con problemas para estar en el presente, dados los requerimientos de la sociedad en la que vivimos. Sin embargo, las emociones y la velocidad, no se llevan bien”. “Es necesario crear un ‘espacio’ consciente, seguro y lo suficientemente duradero hasta crear un apego seguro con sí mismo”.

El vínculo “por encima de todo” que escapa de la IA

No obstante, aún con este razonamiento por parte de esta profesional de la psicología, todavía hay por encima un factor fundamental que le ganaría la partida a la IA. “Estamos programados para la vinculación y la terapia es vínculo antes que nada y por encima de todo”, agrega C.F. Lo cierto es que ChatGPT da respuestas a las preguntas del usuario, pero generar una relación que trascienda de su carácter “respetuoso, categórico e insustancial” escapa de sus capacidades. “¿O acaso va a llorar y reír contigo si sintiera la necesidad de hacerlo? Los profesionales en psicología “sentimos” y “mentalizamos” a nuestros pacientes. Esto nos hace acompañar de forma única y con exclusividad la relación terapéutica. El vínculo empodera el proceso. Les pensamos fuera y dentro de la terapia. Nos importan sus vivencias en un camino que han decidido compartir con nosotros, un camino que es delicado, bello y revelador al mismo tiempo. El mundo emocional que constantemente transitamos necesita espacio y lugares de protección y apoyo hablado y sentido. El poder de la dialéctica para indagar en el cuerpo. La guía consciente y sintonizada -no robotizada- que permite indagar en las profundidades del ser con recursos firmes y sólidos son aspectos, en mi opinión, irreemplazables”, agrega esta psicoterapeuta. 

En este sentido, C.F. subraya también las “necesidades relacionales de conexión y cohesión con el entorno” que tenemos los seres humanos y que, ante un chat inteligente, se ven anuladas. “El riesgo de poner tus dolores en manos de un chat, por muy inteligente que parezca, quizá no sea del todo sabio, pues somos una especie con necesidades relacionales de conexión y cohesión con el entorno. Biológicamente, necesitamos al otro para coregularnos, nos calmamos en ayuda de otros seres capaces de salvaguardar y proteger nuestra vida”. Por ello, la experta en el ámbito advierte de que “sin esta estructura relacional, existe el riesgo de volver a caer en las mismas heridas sin apoyo y sin opciones a reprocesar de forma sana las experiencias abiertas”.

El lujo de la salud mental

Al margen de los anteriores factores que detalla C.F., lo cierto es que el componente económico recobra especial importancia a la hora de recurrir a una alternativa completamente gratis con las capacidades básicas para cubrir aquellas cuestiones más artificiales. "A mí que haya una persona entendiendo/estudiando/validando mis sentimientos o conductas me da más tranquilidad que que lo haga una máquina. Esto lo digo porque tengo la suerte de poder pagarme la psicóloga pero entiendo que si hay gente sin recursos que no puede pagarse la psicóloga privada y que en la seguridad social le dan cita para dentro de 3 meses, al final acaben recurriendo a ChatGPT porque es gratis e instantáneo", afirma E.G., quien confiesa haber utilizado de manera puntual la herramienta con este fin. 

Este testimonio añade que para cuestiones meramente puntuales, un chat psicoterapeuta puede llegar a tener cierta funcionalidad, "pero debes ser consciente en todo momento de que es una máquina". Las palabras de E.G. pertenecen a una persona que, al margen de las consultas que pueda realizarle a la herramienta, dispone de un "colchón" mucho más formado y preparado como es el de un psicólogo humano. Por ello, insiste en el riesgo que esto supone para aquellos que no tienen recursos suficientes como para poder costeárselo. "Para gente sin recursos es más peligroso porque no tienen otra alternativa para contrastar, incluso para gente sin amigos, que no tienen a nadie a quien contarle eso", remarca. 

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