Me considero una persona bastante activa en redes sociales, ésto tiene sus pros y sus contras, como todo, pero una de las cosas que me permite observar es la percepción generalizada que puede tener la gente sobre determinadas materias. En este sentido, observo que se está lanzando y asimilando por la sociedad una concepción del género que, bajo mi punto de vista, choca directamente contra cualquier pilar de la lucha feminista. Se trata de una situación que ya está creando legislación que lo respalda- véase la última proposición de ley del PSOE para modificar la ley 3/2007 de rectificación registral de las personas transexuales, que en resumidas cuentas convierte el ser mujer u hombre en el único estado civil que, literalmente, carece de contenido material cuando, recordemos, una de las funciones del estado civil es mantener el orden público- y que, sin darnos cuenta, se ha instaurado en el movimiento feminista como algo normal e incuestionable.  Es hora de que empecemos a analizar los mensajes que se están mandando como “feministas” y sopesar en qué medida chocan o respaldan nuestra genealogía y nuestros intereses.

Concretamente, nos encontramos ante una situación en la que la definición de mujer es totalmente inexistente, ¿qué me responderían si les pido una definición de ésta? Entiendan que hablo de una definición que permita conceptualizar, politizar nuestra lucha y nuestro colectivo en el sentido que Celia Amorós nos enseña, es decir, una definición universal de mujer. Esto no era un problema para nuestro movimiento hasta hace un par de décadas, momento en el cual comenzaron a surgir teorías de la postmodernidad que comenzaron a sustituir ciertas prerrogativas.  Hoy en día, seamos claras, muchas compañeras tienen miedo de definirnos por las consecuencias, se están produciendo amenazas, censuras, desacreditaciones en todos los ámbitos a nivel mundial a feministas con una más que consagrada trayectoria en la defensa de los derechos humanos. Ésto debería hacernos por lo menos, como movimiento, reflexionar sobre el asunto. Considero que no es tema baladí, en definitiva, hablamos del sujeto de un movimiento social, teórico y político.

Utilizando de forma falaz la idea de que sexo y género no es lo mismo se está lanzando el mensaje de que uno puede ser mujer u hombre a conveniencia. Respecto a esta idea es importante aclarar, en primer lugar, que el género no es ni el hombre ni la mujer, es la masculinidad y la feminidad y que éstas no hacen a la mujer ni al hombre si no que se les impone a los mismos para justificar y mantener la estructura de división sexual jerárquica que tenemos.

Por otro lado, también debemos mencionar que el género no es un conjunto de comportamientos y estereotipos que impone la sociedad en cada momento, ni tampoco una forma de ser individualmente, lo primero son eso, estereotipos de género, que varían según el momento social e histórico, y lo segundo es mera personalidad. Es el conjunto de interpretaciones que realiza el patriarcado sobre cuerpos sexuados, la interpretación que tiene como base la diferencia sexual y toda su transcendencia política en la sociedad, es lo que nos coloca en posiciones sociales distintas y que ha creado toda una amalgama de mitos sobre la mujer a fin de mantenerla en un papel subordinado. Éste se articula mediante roles y estereotipos, pero no es simplemente una forma de mostrarse al mundo, no es una forma de vestir, ni de actuar, se trata de una estructura macro que no se entiende sin el sexo. El género, por lo tanto, no es como tú te percibas si no el destino que la sociedad te depara por tu biología.

El género, es el conjunto de interpretaciones que realiza el patriarcado sobre cuerpos sexuados, la interpretación que tiene como base la diferencia sexual y toda su transcendencia política en la sociedad

Uno puede salirse de los roles que la sociedad le impone en mayor o menor medida, pero no puede salirse de su género, no es algo que dependa de un sujeto, y esto no te convierte en miembro del otro sexo.

Uno puede salirse de los roles que la sociedad le impone en mayor o menor medida, pero no puede salirse de su género, no es algo que dependa de un sujeto, y esto no te convierte en miembro del otro sexo. Salirse del rol establecido es una forma de contravenir al sistema y eso ocasiona que éste pueda reprimir las conductas que pueden alterar su normalidad , es uno de los motivos por los que existe, entre otras cosas, la homofobia, el sistema tiene que prevalecer. Por lo tanto, es importante distinguir sufrir una violencia y discriminación por un sistema a cambiar de género.

Se trata de acabar con esta estructura, con la feminidad y masculinidad, que sirven para oprimirnos y convertir las conductas en algo humano, no de convertir a las mujeres en la feminidad ni tampoco en cualquier cosa imposible de concretar. Si hacemos lo primero estaremos convirtiendo ser mujer en un estereotipo sexista y si carecemos de definición estaremos sacrificando la posibilidad de nombrarnos, la posibilidad de establecer un nexo común entre mujeres que nos permita dar nombre, conceptualizar y politizar nuestras experiencias.

Negar el nexo común que supone nuestro sexo para dar entrada a otras realidades que, si bien no tienen que ser contrarias, se están conceptualizando, desde mi punto de vista, de una forma errónea, supone negar todos los tipos de violencia que sufrimos las mujeres por nuestro sexo. El pasado seis de febrero fue el día contra la ablación femenina, éste es solo un ejemplo de toda la transcendencia que tiene ser una hembra para el género humano. Sacrificando este nexo, sacrificando nuestra definición estamos dañando, en primer lugar, a las mujeres menos favorecidas en este mundo que no pertenecen a una sociedad formalmente igualitaria y para las cuales nacer mujer directamente sigue siendo destino y, en segundo lugar, a todas las demás que no podemos evitar seguir siendo oprimidas por nuestra biología.

El pasado seis de febrero fue el día contra la ablación femenina, éste es solo un ejemplo de toda la transcendencia que tiene ser una hembra para el género humano.

Es hora de que comencemos, por lo menos, a hacer preguntas, a cuestionar afirmaciones basadas en una postverdad carente de todo sustento material por el cual se nos está censurando la posibilidad de hablar de quiénes somos y lo que nos pasa como colectivo, a entender que tal vez hay más interpretaciones y posibilidades que nos permitan a todos y todas ser sin necesidad de negarnos a nosotras mismas.

Lo que no se nombra no existe y está en nuestras manos definirnos o dejar que nos definan.

Elena de la Vara* es graduada en Derecho, activista feminista y miembro de la Red Feminista de Albacete

Este artículo es una colaboración de Tribuna Feminista