Los secretos del corazón son inescrutables. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, mantiene en vilo al socialismo, al país, a los mercados e incluso a la oposición con su último anuncio: el de la resistencia abatida, el del hartazgo, el del amor doblegando al deber. Será el próximo lunes cuando el líder del Ejecutivo comunique formalmente una decisión analizada por muchos, desconocida por todos. En Ferraz insisten en que no se trata de un farol ni del enésimo movimiento de un dirigente caracterizado por revivir en momentos de penumbra. En Génova creen que estamos ante una campaña de victimización propia de quien es capaz de paralizar un país para celebrar un referéndum sentimental sobre su propia caducidad.

Solo la familia puede doblegar a quien ha superado una pandemia, un volcán, una nevada histórica, una guerra, la crisis económica, las zarpas del lawfare y la crítica de la derecha política, mediática y empresarial. Solo la familia es un motivo suficiente para preguntarse qué sentido tiene todo esto, qué merece la pena y qué vida merece ser escrita. Por el momento, el presidente no contesta a estos interrogantes: “No lo sé, la verdad”. Tiempo de reflexión y análisis durante cuatro días. Las 96 horas más largas para el socialismo.

Fue este miércoles a las 19.00 horas cuando Sánchez decidió hacer pública a través de sus redes sociales una carta abierta a la ciudadanía con más incógnitas que certezas. Tras la admisión a trámite de una denuncia de Manos Limpias contra su mujer, Begoña Gómez, fundamentada en recortes de prensa y de dudoso valor legal, el presidente, cansado de una estrategia coordinada de acoso y derribo, escribió de su puño y letra cuatro páginas divagando sobre el valor de la palabra, la ética en política, las líneas rojas y la necesidad o no de seguir escribiendo capítulos de la resistencia del suicida.

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Acostumbrado a poner el pecho por delante, desde primera hora de la mañana, y sin que nadie aún advirtiese el cambio de rumbo que horas después sería comunicado a la opinión pública, el presidente llegó al Congreso cabizbajo, cansado, igual de carismático que siempre pero menos irónicamente risueño que acostumbra. Fue el portavoz de ERC, Gabriel Rufián, quien, sin saberlo, estaba lanzando la pregunta del día: “¿Confía usted en la Justicia española?”. “Pese a todo, sí, sigo confiando en la justicia de mi país”, confesó Pedro Sánchez con una escueta y premonitoria respuesta.

Después de aquello salió del salón de plenos con paso firme, alejándose de unos focos que no volverán a grabarle hasta el momento en el que él mismo decida. La actualidad arrastra, pero los tiempos son suyos. Agenda cancelada y una decisión por adoptar que movilizó al socialismo y a la izquierda en general. Las redes sociales volvían a erigirse en abono de la polarización: del apoyo de simpatizantes y compañeros del presidente al “teatro de Pedro” del PP, Vox y sus fieles y ordenados seguidores.

¿Y ahora, qué?

Nadie quiere pensar en ello, pero la pregunta está sobre la mesa: ¿y si dimite? El socialismo trabaja de forma sincronizada para persuadir al presidente del Gobierno de seguir en su puesto, de no desmoralizarse, de renacer nuevamente y hacer de la supervivencia un déjà vu imperecedero. “Claro que merece la pena”, la ha expresado el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero. Por la economía, por la vivienda, por los derechos sociales, por Palestina. Por dignidad.

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El canto de sirena de sus compañeros es conocido y será recurrente. Todos los ministros y cuadros socialistas inundaron las redes y los micrófonos de mensajes de apoyo al todavía inquilino de La Moncloa. Lo seguirán haciendo hasta el lunes. No obstante, se abre un abanico de escenarios plausibles de obligada atención: su dimisión, que obligaría a una renovación interna en el socialismo y un nuevo calendario de investidura en el Congreso de los Diputados; la cuestión de confianza, donde Sánchez pediría a los 350 diputados de la Cámara una bola extra; la resistencia, plantando cara a la derecha extrema y la extrema derecha desde su asiento; o el adelanto de elecciones, cuya convocatoria debería postergarse al menos hasta el 30 de mayo para cumplir con los plazos legales.

Con estas cuatro puertas abiertas al futuro, siempre impredecible cuando Sánchez forma parte de la ecuación, ahora solo queda esperar. Habrá varias formas de hacerlo. Desde la frontera, pendientes del desenlace, o desde la trinchera infinita que Sánchez establece a su lado y frente a él. El más claro en refrendar su posición ha sido el propio Zapatero: “Salid a la calle, manifestáos, merece la pena”. Y si Sánchez dimite… ¿habrá fracasado? “El amor es lo único que sobrevive a la muerte”.