Lo que nos gustan las confabulaciones y las citas electorales. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, así como sus socios del Ejecutivo. Unidas Podemos, insisten en que la legislatura se agotará y no habrá comicios hasta 2023, pero los españoles somos muy de urnas y gustamos del salseo electoralista. En los últimos días se ha acelerado un debate impostado sobre la incipiente candidatura de Yolanda Díaz y el rol que jugará Íñigo Errejón -bien integrándose en la plataforma o desde fuera-. En su discurso durante el 40 Congreso del PSOE, Sánchez imploró unidad a las formaciones de su izquierda: “Necesitamos a todo el espacio progresista en plena forma”. Declaraciones incitadas tal vez por lo que Iván Redondo desveló en una entrevista con Carlos Alsina: los socialistas habrían perdido del orden de un millón de votos desde 2019 y necesitan que Díaz les aúpe para sumar mayoría cualificada y reeditar Gobierno. Así, y pese a que la ministra de Trabajo se sacude la presión aplazando el asunto, todos los focos están sobre ella.

Muchos son los retos y desafíos que tiene ante sí Yolanda Díaz para arrancar la plataforma y que resulte exitosa. La primera piedra en el camino parece haberla superado. Anhelaba un proyecto propio construido en torno a ella y alejado de las siglas de Podemos. Los morados acostumbran a ser escrupulosos con el uso de su marca, sin embargo, conscientes de que Díaz es su única esperanza, están dispuestos a diluirse para sobrevivir.

La plataforma aspira a aglutinar bajo el mismo paraguas a todo lo que se sitúe a la izquierda del PSOE. Y esto, por supuesto, incluye al espacio de Más País. Íñigo Errejón ya se negó a concurrir de la mano con Podemos a las generales del 10N y en las autonómicas del 4M en la Comunidad de Madrid y todo apunta a que no cambiará de opinión. Por el momento, Errejón aplaza el debate alegando que está centrando en la “labor parlamentaria” y “cuando llegue el tiempo de elecciones, hablaremos” ya que los ciudadanos no les pagan para “especular sobre fórmulas de partido”.

La plataforma tendrá que ser lo suficientemente laica y laxa como para incorporar a votantes de diverso origen e ideología, pero a su vez, se requieren propuestas claras que los sostengan

La coalición parece harto complicada dado que Más País ya goza de suelo electoral y autonomía suficientes. De hecho, Errejón pretende reforzar la imagen de partido verde, redoblando esfuerzos para engrasar su alianza con Los Verdes europeos. El próximo lunes, una delegación de Más País-Verdes Equo viajará a Bruselas para reunirse con el Partido Verde Europeo. Sin embargo, pese a que las cartas parecen claras, se barruntan curvas que pueden fracturas la formación de Errejón.

El frente femenino

En las pasadas elecciones concurrió junto a Compromís, una relación que lubrica a diario gracias a una permanente colaboración con Joan Baldoví. Éste último, además, se ha pronunciado en términos semejantes a Errejón sobre la candidatura de Yolanda Díaz. ¿El problema? Que tanto los madrileños como los valencianos tienen sendos perfiles femeninos muy potentes que apuestan por Díaz.

Mucho se ha hablado del acto agendado antes de finales de año en el que Ada Colau, alcaldesa de Barcelona; Mónica Oltra, vicepresidenta de la Generalitat Valenciana; y Mónica García, coordinadora general de Más Madrid y portavoz en la Asamblea, abrigará a Díaz. Todas ellas han descartado que se aproveche la ocasión para lanzar plataforma alguna, pero también todas ellas han abogado por una suerte de colaboración electoral que se asemeja a lo que pretende Díaz, curiosamente. Así las cosas, tanto Mónica García como Oltra se han pronunciado a favor de “colaborar” con la ministra mientras Errejón y Baldoví han expresado sus reservas.

La exalcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, una de las mentoras del propio Errejón, ya habría trasladado también su apoyo a Yolanda Díaz

El dilema del erizo

Tres son las máximas que regirán la plataforma de Díaz: feminismo, transversalidad y heterogeneidad territorial. Su deseo es recolectar todo el voto a la izquierda del PSOE (incluso arañando más de uno a los socialistas), y para ello, armará un proyecto lo suficientemente laico como para que sea inclusivo con cualquiera, sin repartir carnets de izquierdas. Se desconoce absolutamente todo sobre la plataforma, pero la melodía suena a una evolución del Podemos pre Vistalegre II. Una especie de partido con propuestas eminentemente de izquierdas, pero con un discurso que permita la construcción de un sujeto popular (un electorado) muy diverso.

Pero ojo, porque Yolanda Díaz deberá ataviarse de equilibrista. El proyecto, como digo, recupera el espíritu originario de Podemos: una formación articulada con un discurso populista (en sentido académico). Un partido capaz unir bajo una serie de ideas/conceptos/mensajes predominantes a gentes muy diversas con un único punto en común, que sus demandas no han sido absorbidas por la Administración. En mi libro La seducción de la extrema derecha explico que este tipo de movimientos requieren de una cintura y laicidad difícil de trasladar al conjunto de la sociedad por surgir en el seno de Podemos, que abandonó el populismo tras Vistalegre II y apostó por la ideologización del partido. En el citado ensayo, recupero el dilema del erizo de Arthur Schopenhauer (al que hace referencia Laclau en su obra), una parábola descrita en Parerga y paralipómena (1851). En los días fríos, los puercoespines se juntan para generar calor. No obstante, deben mantener cierta distancia, pues si se acercan en exceso se pueden pinchar y hacer daño; pero si se alejan, morirán congelados. Esa tensión será clave para la configuración y mantenimiento del espacio: tendrá que ser lo suficientemente laico y laxo como para incorporar a votantes de diverso origen e ideología, pero a su vez, se requieren propuestas claras que los sostengan.

Unidad territorial: Podemos 3.0

Podemos se edificó y creció a marchas forzadas, lo que generó tensiones territoriales irreparables. Tras Vistalegre II, Pablo Iglesias, victorioso, trato de extender los tentáculos oficialistas a cada región del país para unificar criterios y argumentarios, evitando exabruptos y conflictos pasados (como ocurriera con las mareas en Galicia, sectores de Podemos en Cataluña, errejonistas etc.). Decisión estratégica que no tardó en encontrar detractores.

La formación morada nació mediante la articulación de distintos colectivos de diversas regiones e Iglesias pretendía limar las diferencias y consolidar un único bloque más homogéneo. ¿El resultado? Facciones madrileñas se adhirieron al proyecto de Errejón, se produjeron escisiones en Cataluña y Valencia y, una de las más sonadas, la ruptura con Adelante Andalucía. Ahora, Díaz pretende reunificar todas y cada una de las familias, recuperando el espíritu confederal de la génesis.

Tiene deberes. Muchos deberes.