Esta vez no hubo equipos especiales que arriesgaran su vida para proteger la Ley y a los ciudadanos. Casi treinta años después del éxito de Robocop, al francotirador que presuntamente asesinó a cinco policías en Dallas la semana pasada lo mató un robot manejado a distancia. Pero ahora no es ficción, sino pura realidad.

Es probable que ese dato pase desapercibido en el funeral por los agentes fallecidos al que asiste Obama, su primer acto oficial después de la recortada visita a España precisamente por ese hecho, pero el que haya sido la primera vez que ocurre algo así en Estados Unidos, y la posibilidad de que no sea la última, ha levantado la polémica.

El 'New York Times' dedica al asunto un editorial en el que pregunta directamente a sus lectores si sabían que los departamentos de Policía se están dotando de robots asesinos. Así, a modo de advertencia y con la consecuente connotación de "tengan ustedes cuidado con lo que viene". Recuerda que, según el jefe de la policía de Dallas, David Brown, "otras opciones habrían expuesto a los agentes a un grave peligro". Aplaude el diario los avances que ayudan a la policía a actuar con mayor seguridad, pero advierte de que lo ocurrido puede promover el uso de esos aparatos en otros departamentos de policía con "consecuencias potencialmente alarmantes".

¿Cuáles? La primera, la posibilidad de que bombas como la utilizada para acabar con el francotirador pueda matar al mismo tiempo a personas inocentes. La controversia acaba de empezar, por lo que el influyente periódico pide a los departamentos policiales que informen cuanto antes sobre las capacidades, los beneficios y los riesgos del uso de robots.

Se suma a la polémica de los drones

Lo que reclama, en definitiva, es que se definan los límites de esos aparatos antes de que se extiendan por todo el territorio nacional. Y esa opacidad, recuerda también, se extiende al uso de aviones no tripulados, los famosos drones, utilizados para aniquilar enemigos en Siria, Irak o Afganistán. Aunque en este caso, como le confesó un experto al periodista Andy Robinson en Off the road. Miedo, asco y esperanza en América, quien maneja el aparato sí corre algún riesgo: "Un piloto que desayuna con su mujer y sus hijos, pasa el día sobrevolando Afganistán y luego vuelve a cenar a casa, padece un fuerte estrés mental".

Un riesgo, mucho cuidado, que en el ámbito de estos nuevos robocops puede extenderse tanto al responsable policial que recurra a él en casos como el de Dallas, al agente que lo maneja y, siempre en menor medida, incluso al fabricante del aparato.

En los aviones sin tripulante, precisamente, pueden encontrarse precedentes y similitudes a tener en cuenta. Si la guerra a distancia que inauguraron los drones en la era Obama para acabar con el enemigo sin arriesgar la vida de los soldados norteamericanos cuenta con un elevado número de daños colaterales, no es descartable que el uso de robots policías en zonas habitadas pueda tener consecuencias similares. Y la diferencia en este caso es que se trataría de ciudadanos norteamericanos.

Uno de ellos ha sido, precisamente, la primera víctima del exceso de confianza en la tecnología en un terreno que, aunque alejado de drones y robots, también avanza a paso firme: los vehículos sin conductor. El accidente de un coche modelo Tesla en Florida ha puesto en evidencia su eficacia y la necesidad, también, de una mayor regulación. La compañía alega que el sistema de conducción asistida, el Autopiloto, no detectó un camión blanco sobre el fondo de un cielo brillante que se colocó frente al vehículo. El conductor, por ir confiado o por simple distracción, tampoco activó los frenos y perdió la vida en el siniestro.

Si en el caso de los drones las nuevas tecnologías han modificado el curso de la política internacional, los nuevos robocops y los vehículos sin conductor no tardarán en alterar nuestra forma de vida. La de todos porque, igual que los aviones sin tripulante, no tardarán en llegar a nuestro país.