Mientras en el plano nacional el Gobierno protagonizaba un nuevo capítulo de parlamentarismo bizarro, movimientos subrepticios y delirantes pactos, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, buscaba desbloquear desde Río de Janeiro (Brasil), donde se encuentra con motivo de la celebración del G-20, el nombramiento como europea de Teresa Ribera, su todavía hoy vicepresidenta y ministra para la Transición Ecológica.
Cansado de observar cómo el nombramiento se demora, postergando de esta forma también su crisis de gobierno y su renovación interna -quién sabe si solo para esta cartera o de forma integral, como muchos temen intramuros-, el líder del Ejecutivo ha decidido aprovechar la presencia de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, con quien le une una relación de conocida sintonía, para tratar de armar una posición sólida e irrechazable que termine al fin con la conformación de un Gobierno que se espera desde hace una semana, cuando todos los aspirantes se sometieron a los conocidos y difíciles hearings europeos en busca del aval de la Eurocámara.
Los exámenes fructificaron, nadie dudó de la idoneidad del equipo conformado por Von der Leyen, pero la capacidad del PP para aprovecharse de Manfred Weber -deseoso desde siempre por sustituir a la presidenta de la Comisión- e imponer su agenda nacional en la Eurocámara derivó en un sinfín de reuniones a puerta cerrada, negociaciones entre bloques que normalmente se dan la espalda, incredulidad entre los dinosaurios eurodiputados acostumbrados al tecnicismo de Bruselas y Estrasburgo y no al juego sucio de la Carrera de San Jerónimo de Madrid.
Todo esto es lo que pudieron valorar el presidente del Gobierno y la jefa del Ejecutivo comunitario en una reunión mantenida en los despachos del salón de plenos del G-20 que se celebra en Río de Janeiro y que tiene la redistribución de la riqueza y la lucha contra la pobreza como máxima preocupación. La presencia de Von der Leyen no es la única que podría atraer a Sánchez en su papel de negociador; otros importantes dirigentes del PP europeo también se encuentran en Brasil formando parte de este foro multilateral de alto nivel, por lo que el líder del Ejecutivo tendrá el escenario perfecto para reclamarles que cumplan con lo pactado, que respeten la vicepresidencia verde de Teresa Ribera y que convenzan a Manfred Weber de acabar con el seguidismo a un Alberto Núñez Feijóo que, a ojos de Moncloa, es plenamente capaz de mancillar el nombre de España en Europa a cambio de un poco de atención y rédito personal.
Convencimiento en Moncloa
En Moncloa están convencidos de que finalmente la vicepresidenta Ribera será designada como comisaria europea. Tras una semana de llamadas cruzadas e insistentes con socios y adversarios políticos, desde el Gobierno entienden que finalmente serán capaces de reconducir a los conservadores europeos, doblar el brazo a Feijóo, persuadir a Weber y acabar con el descrédito de tener paralizada una institución que se la juega especialmente tras el triunfo de Donald Trump en las elecciones norteamericana.
No obstante, dentro de este juego aritmético, lo que no queda claro es si el peaje para los socialdemócratas europeos pasará por votar a Raffaele Fitto, el candidato de la ultraderecha de Meloni que aspira, tras ser designado por Von der Leyen, a convertirse en el vicepresidente encargado de Cohesión. Hasta el momento esta había sido una línea roja para la familia socialista, pero, con el paso de las horas, empieza a convertirse en una opción viable habida cuenta de que ya existía un pacto tácito para que todos los comisarios saliesen adelante aprovechándose de su votación en bloque.