Coincidiendo aproximadamente con el aniversario de la investidura de Pedro Sánchez, la alianza que sostiene a tal Gobierno camina sobre la cuerda floja. La sesión de la comisión de Hacienda ha dejado a las claras la complejidad para amasar mayorías, especialmente en cuestiones tan cruciales como las fiscales. La reforma negociada por la vicepresidenta primera pasa el corte por los pelos y tras una jornada maratoniana e incluso podría decirse que intempestiva. De madrugada, y tras un encaje de bolillos de extrema dificultad, Moncloa ha rozado la hecatombe con la yema de los dedos y, buscando la cuadratura del círculo, ha salvado los muebles. Cada vez resulta más difícil retener a Junts y ERC en el bloque de la investidura y en esta ocasión, está más que cogido con pinzas, tras haberse comprometido a prorrogar el gravamen a las energéticas con los republicanos; mientras el ministerio de Montero subrayaba que el compromiso con Junts -justo lo contrario- prevalecía.
En la sesión también estaba en juego una inyección de 7.200 millones de euros en calidad de fondos europeos. Si de la comisión no nacía un acuerdo para bendecir el impuesto a las grandes multinacionales -una trasposición europea-, Bruselas cortaría el grifo. La Unión Europea ya advirtió a España de la urgencia que comportaba la introducción de esta tasa. La paciencia tiene sus límites y en la administración europea se cansaron de avisar y estaban dispuestos a paralizar el quinto pago de los fondos hasta que el gravamen del 15% a las grandes multinacionales no se adhirieran al sistema tributario español. De ahí que la sesión de este lunes fuera sustancialmente importante. Todo ello, al margen del juego de equilibrios ya perenne de la coalición.
Para posibilitar esta decisión fueron necesarias horas, recesos e innumerables llamadas de teléfono. Jornada de sobreactividad en la Carrera de San Jerónimo que arrancó a las 17:00 horas y concluyó pasada la medianoche de este martes ya. El Gobierno no entregó la cuchara, a pesar de que pintaban bastos. De hecho, fuentes parlamentarias avisaban al mediodía de este lunes de que lo más probable es que no saliese nada. “Aquí no se mueve nadie”, precisaban voces conocedoras de las negociaciones, que metían prisa a sus interlocutores para cerrar un acuerdo cuanto antes. Pacto que cristalizó y permitió pasar a la siguiente pantalla: el Pleno del Congreso.
Ejercicios de funambulismo
El problema ahora es el debate fijado para este próximo jueves. El Pleno se reunirá y emitirá su veredicto sobre lo acordado en una comisión que deja fuera el impuesto a la banca y a las energéticas. O mejor dicho, que lo pospone a este mismo jueves. Una sesión de vital importancia, no sólo por el calado de la reforma, sino porque será una buena toma de temperatura al bloque de la investidura de cara a unos Presupuestos, a los que Moncloa ya empieza a renunciar. Especialmente por el difícil encaje de Junts y ERC en el mismo puzle.
Moncloa se vio abocado a acometer un ejercicio imposible de funambulismo con dos actores antagónicos por definición. Así, selló el acuerdo con ERC, EH Bildu y BNG (representante del Grupo Mixto en la comisión) para comprometerse a redactar un Real Decreto Ley que prorrogue el impuesto a las grandes energéticas. Mientras tanto, con Junts acordó la publicación de un comunicado de Hacienda, publicado después del voto, que dice todo lo contrario. En él, Moncloa precisa que “mantiene su acuerdo” con los neoconvergentes para “no gravar a las empresas energéticas que mantengan su compromiso efectivo de inversión para la descarbonización”. O sea, la práctica totalidad del sector.
Los problemas vienen de hace un mes, cuando Moncloa dio orden de negociar el paquete fiscal con Junts y PNV, lo cual soliviantó a sus aliados de izquierdas. Sobre todo, cuando de esas conversaciones se desprendió el acuerdo de no prorrogar el impuesto extraordinario a las energéticas. En cambio, sí se ampliaría el de la banca, aunque con mayor laxitud. La justificación que ofrecen desde el Gobierno es que primero querían amarrar los votos más complejos; a la postre con las fuerzas del bloque con las que mas disienten en materia fiscal. Sin embargo, este movimiento permitió a los neoconvergentes lucir músculo y sacar pecho por evitar una tasa que, según su argumentario, dañaría los márgenes de inversión de las energéticas en Cataluña.
Sin quererlo, Moncloa hirió de gravedad a su socio habitual desde 2018. Los republicanos, con el lunar de la reforma laboral, han respaldado prácticamente todas las cuestiones provenientes del palacio presidencial. El problema es el contexto. ERC ya no está en la Generalitat y ya no tiene capacidad para gestionar todo lo pactado. A ello se le suma el proceso interno que se dirimirá en apenas 15 días, que ha convertido a la fuerza soberanista en un resorte ideológico más que pragmático.
De esos polvos, estos lodos. Todo ello ha alimentado una batalla cruenta que enfrenta a republicanos y neoconvergentes que no hace sino complicar las cosas a los equipos negociadores del Gobierno. De hecho, cuando se disputaban las habichuelas de la senda de estabilidad, ya se alerta sobre una escalada dialéctica in crescendo en la Carrera de San Jerónimo. En Moncloa creen que este escenario no sólo complica el diálogo per sé con sendas fuerzas, sino también su encaje en momentos quirúrgicos como el de este lunes en el Congreso.
La cuadratura del circulo
De nuevo; de esos polvos, estos lodos. Para salir vivo de la agónica sesión, el Gobierno necesitó la activación del resorte de EH Bildu. Los abertzales son los socios de ERC. Van de la mano en prácticamente todas las votaciones y es, a ojos de los socialistas, el punto de presión. De hecho, la fuerza que comanda Mertxe Aizpurua desde Madrid ha hecho las veces de puente para amansar a la fiera republicana. De ahí surgió el compromiso del Ejecutivo para aprobar un real decreto que prorrogue el impuesto a las energéticas aun sabiendo que los siete de Junts imposibilitarían su convalidación en la Cámara Baja.
Bildu puso sobre la mesa esta opción; un gesto político acabaría en la nada, pero en el corto plazo se antoja una solución. Varios grupos, de hecho, propusieron esta vía como alternativa para el desbloqueo del paquete fiscal, pero Moncloa no terminaba de verla porque podría interpretarse como un mensaje velado a Junts de ruptura y, de este modo, poner en jaque el resto de la legislatura. Precisamente esta opción se presentó durante el segundo parón, mientras los neoconvergentes amagaban con tirar por tierra todos y cada unod e los puntos si no contaba con un salvoconducto con el sello presidencial.
Es un hecho que la cuadratura del círculo que busca el Gobierno no sólo es difícil, sino que hace tambalear, ya no los Presupuestos, sino el resto de la legislatura. Aun con todo, a pesar de una negociación que recaba alguna que otra crítica interna, la coalición no da por perdida la batalla, sobre todo porque entienden que nadie va a dar un golpe más sonoro en la mesa para poner en peligro la estabilidad total del Ejecutivo. No obstante, la deriva que adopta cada pata de una mesa que resiste a tientas despierta cierta preocupación en PSOE y Sumar, que ya empezaron a mirar unas cuentas públicas a las que no se les augura buen futuro.