El 2 de octubre de 2022 pasa a ser una fecha clave para la República Federativa de Brasil. ¿El motivo? La celebración de las elecciones generales, de las que uno de los cuatro principales candidatos a la presidencia del Gobierno saldrá aupado como posible presidente, ya que es probable el ir a segunda vuelta. Sin desmerecer las figuras de Ciro Gomes, del Partido Democrático Laborista, y de Simote Tebet, del Movimiento Democrático, la carrera electoral brasileña parece ser cosa de dos: el ultraderechista Jair Bolsonaro (actual presidente del país, que busca revalidar su mandato) y el izquierdista Lula Da Silva, que ya es un viejo conocido de los brasileños al haber dirigido la nación entre 2003 y 2010, en dos legislaturas consecutivas.

A falta de tan solo dos días para que los cariocas acudieran a depositar sus papeletas en las urnas, Lula lideraba las encuestas con holgura. De acuerdo con los datos publicados por El Electoral, fechados a 25 de septiembre de 2022, el candidato izquierdista contaba con hasta un 49% de la preferencia electoral de los brasileños, aventajando en 11 puntos porcentuales a Bolsonaro, su más inmediato perseguidor. Gomes y Tebet, por su parte, se encontraban a gran distancia, con 6,5% y 4,5%, respectivamente.

 

De la metalurgia a la presidencia del Gobierno: ¿Quién es Lula da Silva?

Nacido en 1945 en la pequeña localidad de Caetés, ubicada en el Estado de Pernambuco, Luiz Inácio “Lula” da Silva es el séptimo hijo de una pareja de labradores, formada por Eurídice Ferreira de Melo y Arístides Inácio da Silva. Durante su infancia, la situación de la familia no fue especialmente brillante: la precariedad económica hizo que su padre tuviera que mudarse a São Paulo justo después de su nacimiento para trabajar como estibador y, en 1956, cuando Lula tenía 11 años, el resto de la familia siguió sus pasos y se instaló en la principal ciudad del país.

Allí, la necesidad le obligó a empezar a trabajar con tan solo doce años, en cualquier empleo que fuese saliendo: limpiabotas, ayudante de tintorería, vendedor ambulante de tapioca, frutero… Más tarde, con catorce años, comenzó a trabajar en una planta de producción de tornillos y abandonó la escuela, también como consecuencia de la mala situación económica de la familia.

Con 21 años arrancó su andadura en la industria metalúrgica, lugar donde se inició en el sindicalismo del sector de la mano de su hermano mayor, repartiendo boletines críticos con el régimen militar de Costa e Silva y sus sucesores, y defendiendo los derechos de los trabajadores. Tras formar parte del Comité Ejecutivo sindical y dirigir el Departamento de Protección Social de la organización, Lula se encumbró como presidente del sindicato metalúrgico en 1975 con un 92% de los votos, y reelegido en 1978 con un 98% de apoyo. Desde el sindicato se llevó a cabo un discurso contundente contra la dictadura, que sacó adelante una ley que prohibía el derecho a huelga de varios sectores de la economía que consideraban “esenciales”, incluyendo el metalúrgico.

Valiéndose del descontento general de los obreros y siendo consciente del deterioro que habían sufrido las condiciones laborales de varios sectores de la economía carioca, Lula desafió a las autoridades convocando, en 1980, una huelga general que duró 41 días y que obtuvo una contundente represión en respuesta.

A raíz de estos sucesos, empezó a gestarse la formación de un partido político que defendiera los derechos de la clase obrera y que rompiese con la tradición bipartidista y extremadamente conservadora que imperaba en la nación. Así, el 10 de febrero de 1980, con el apoyo de numerosos intelectuales, sindicalistas y políticos de izquierdas, nace en São Paulo el Partido de los Trabajadores (PT) con Lula da Silva como presidente, con una línea ideológica socialista y defensora de los derechos de las clases trabajadoras. El PT se convirtió, de esta manera, en la primera formación política de la historia de Brasil en contar con un presidente (y, posteriormente, candidato a la presidencia del Gobierno) procedente del mundo sindical.

Sin embargo, el éxito electoral tardó algo más de tiempo en cosecharse. Si bien es cierto que el PT obtuvo numerosas alcaldías en ciudades clave del país en las décadas de los ochenta y noventa, no fue hasta la cuarta candidatura presidencial de Lula, en el año 2002, cuando el izquierdista ganó sus primeras elecciones. En dichos comicios, el candidato del PT cosechó el 46,4% de los votos en la primera vuelta y ganó con contundencia en la segunda, con un 61,3% sobre José Serra, del PSDB. Estos resultados le valieron al sindicalista para proclamarse presidente en 2003, en un mandato que se extendió hasta el año 2010 tras ser reelegido en 2006, con unas cifras de apoyo ligeramente superiores a las de la convocatoria anterior.

Esta fue la manera en la que un sindicalista del sector metalúrgico ascendió al poder: capitalizando, política y electoralmente, el malestar de los trabajadores del país y el descontento general de la población ante la dictadura y los gobiernos centristas y conservadores, mediante un programa progresista. Sin embargo, en la recta final de su segunda legislatura ya se anticipaba su sucesión para las próximas generales, después de que ciertos escándalos por corrupción, como el caso Mensalón, deterioraran su imagen.

Una estancia en la cárcel que terminó al ser declarado inocente

En 2016, Lula fue arrestado por diferentes cargos judiciales, entre ellos, el presunto soborno a políticos y empresarios utilizando recursos de la empresa Petrobras, caso por el que ingresó en prisión en abril de 2018. Sin embargo, el 10 de junio de 2019, la revista The Intercept publicó documentos, conversaciones e intercambios de opiniones entre el exjuez Sergio Moro (a quien el presidente Jair Bolsonaro premió nombrándolo ministro de Justicia) y los fiscales de las causas que se le asignaron a Lula, y en dichas conversaciones, puede escucharse cómo Moro ordena a los fiscales que encarcelaran a Lula Da Silva mediante su incriminación en estos escándalos, revelando así la parcialidad y la manipulación de los procedimientos.

A raíz de dichas filtraciones, la justicia brasileña fue declarando inocente de todos los cargos al expresidente y, por consiguiente, devolviéndole eventualmente la libertad.

Un programa electoral fuerte para erigirse como alternativa a la ultraderecha

20 años después de su primera victoria en unas generales, el candidato izquierdista se perfila como el favorito para ganar el 2 de octubre, gracias a un programa basado en la protección a las minorías y a la clase trabajadora. La subida de impuestos a las élites económicas, el aumento salarial a las clases medias y bajas por encima de la inflación, la protección adicional a la población racializada y LGTBI, una política exterior que aumente la presencia internacional de Brasil y un compromiso con el cuidado del medio ambiente son los puntos clave del programa del candidato progresista. Medidas que, por el momento, le valen no solo para liderar la opinión pública, sino también para erigirse como la alternativa más clara a la ultraderecha bolsonarista que lleva en el poder desde enero de 2019 y que ya acumula un desgaste político considerable.

A tan solo unas horas de conocerse el resultado electoral, este es el perfil de Lula da Silva: un sindicalista del sector metalúrgico que supo canalizar el descontento de una sociedad formando un partido político que defendiese a las clases trabajadoras, que se proclamó presidente del Gobierno hasta en dos ocasiones, que fue encarcelado y posteriormente declarado inocente y que, tras este ya histórico recorrido, ahora es el favorito de los brasileños para sacar a Bolsonaro del Palacio de la Alvorada.