En tiempos de guerra, las cartas están sobre la mesa. Los principales líderes mundiales ponen de relieve sus puntos fuertes y evidencian sus carencias al frenar o potenciar sus movimientos ante el enemigo. Esta sería la descripción del escenario actual de la comunidad internacional ante la guerra de Ucrania y Rusia, en la que Estados Unidos y Europa, principalmente, continúan manteniéndole el pulso a Vladimir Putin en un intento de alcanzar un consenso y evitar más muertes.

Desde la frontera con Europa, el mandatario ucraniano, Volodímir Zelenski, se ha convertido en una figura defensora, esperanzadora y de resistencia de un país bajo el terror de las bombas, una sensación que no se vive en suelo de la UE y menos aún en Estados Unidos. La figura del presidente norteamericano no se había visto en una situación como la presente prácticamente desde la Segunda Guerra Mundial y, analizando el perfil de Joe Biden, resulta evidente que no emplea la misma estrategia que sus homólogos europeos.

Su presencia en el conflicto actual ha marcado una nueva etapa en su rumbo político, ya que su intención nada más llegar a la Casa Blanca, en materia internacional, era fijar la mirada en Asia y China, aunque los acontecimientos del último mes han vuelto a posicionarle en Europa.

Comunicación bélica

El uso del speak his mind -expresión inglesa- de Biden durante sus discursos y declaraciones a la prensa le ha costado malas críticas por la crudeza de sus palabras. “El uso de ‘carnicero’, ‘dictador asesino’ y ’matón’ son el exceso de locuacidad de Biden que no ayudan en demasía. A veces se pierden este tipo de comentarios porque le puede la pasión, por eso él mismo se va matizando para intentar aclarar qué quiso decir. Recordemos su frase de ‘hay que acabar con Putin’, que puede interpretarse de muchas maneras y por la que tuvo que aclarar que se refería a mejorar el régimen. Desde el punto de vista de la comunicación política, el exceso de locuacidad no es la mejor ayuda”, explica el profesor Juan Luis Manfredi en conversaciones con ElPlural.com.

En términos generales, el experto en estudios internacionales, que ya analizó los posibles escenarios de la guerra de Ucrania en este medio, avisa de que hay que tener cautela con el tono de los discursos en épocas de conflicto “porque después de la guerra viene la paz y después de la paz viene la reconstrucción”, lo que derivará en nuevos intercambios y acuerdos diplomáticos entre las fuerzas que ahora se disputan el orden mundial. 

Los estadounidenses son muy aficionados al bien y al mal, nos enfrentamos al mal. Es una forma en la que el electorado americano, que está muy acostumbrado a este tipo de lenguaje, pueda darle más apoyo”, esgrime la politóloga de la UOC Ana Sofía Cardenal para este medio.

Presencia internacional y percepción nacional

Acorde a un estudio realizado por Pew Research Center el pasado 15 de marzo, el 47% de los norteamericanos aprueba la gestión de Biden sobre el conflicto ruso-ucraniano, mientras que el 39% lo desaprueba y el 13% restante se mantiene neutro. 

A diferencia de otros mandatarios estadounidenses durante otros conflictos internacionales de las mismas características, tales como Donald Trump o Barack Obama, los expertos consultados por ElPlural.com coinciden en que, a pesar de su presencia europea, Biden apuesta en todo momento por la seguridad de su nación. “Es más tradicional y menos incendiario que Trump. La resaca de Afganistán hace que no sea tan beligerante, está intentando mantener una política de contención”, opina el periodista y analista internacional Álex Maroño. 

En cuanto al escenario europeo, durante las últimas semanas Biden ha forjado sus relaciones con sus homólogos en la Cumbre de la OTAN y su presencia extraordinaria en el Consejo Europeo del 24 y 25 de marzo. “Es una señal muy positiva porque los socios europeos pueden contar con EE.UU en momentos de crisis, ya que afecta directamente a la seguridad de Europa”, valora Cardenal. 

“Biden tiene muy buena relación con multitud de líderes europeos, ha intentado recuperar una parte del terreno perdido. Recordemos que en septiembre las relaciones no eran muy buenas, en el último trimestre del año había tensiones con Francia, el Reino Unido estaba desaparecido y en Alemania estaban cambiando de canciller, no había una relación estrecha con Scholz. Esta crisis ha acelerado la necesidad de mantener esas conversaciones europeas y recuperar la mirada atlántica, no solo la mirada del Pacífico”, analiza Manfredi.