Las guerras del siglo pasado dejan huellas en la historia actual, especialmente si las resoluciones no solventan las razones por las que se empezó a luchar. La población congoleña está en el precipicio de la guerra por esta misma razón, viéndose al borde de otro conflicto regional cuyos lazos históricos son profundos y motivaciones económicas son evidentes.

La milicia M23 (23 de marzo), respaldada por el gobierno ruandés, ha invadido Goma, ciudad en la República Democrática del Congo (RDC). El grupo está consolidado por la etnia Tutsi, uno de los protagonistas del genocidio en Ruanda en 1994. Fueron las víctimas de una limpieza étnica salvaje llevado a cabo por la étnica Hutu, finalizando en una huida masiva de civiles y perpetradores hacia la RDC.

Se instaló un nuevo gobierno, pero la matanza continuó y desembocó en una guerra regional; seis países se involucraron para controlar la RDC por su riqueza mineral y nacieron decenas de milicias. Se consiguió encontró su fin hasta el 2003, cobrando la vida de millones de personas. Tras casi 10 años de conflicto y millones de muertes, se consiguió poner punto final a las muertes, pero no se resolvió el enfrentamiento entre los Tutsis y los Hutus.

M23 afirma públicamente que ha empezado el conflicto para defender a miembros de la etnia Tutsi, pero muchos analistas geopolíticos están en desacuerdo, afirmando que su verdadera motivación es la misma que antes: los minerales.

Además, el Ejército de Uganda se ha visto amenazado por los avances de la milicia congoleña y ha anunciado el refuerzo de sus fronteras. Es posible que la búsqueda de poder del M23 genere un efecto dominó en favor de otras milicias que operan en la zona, como las Fuerzas Democráticas Aliadas (ADF), uno de los grupos armados más violentos de África, resultando en una guerra regional.

La Unión Europea (UE) también ha puesto sobre la mesa cortar relaciones con Ruanda por su apoyo a M23, anunciando que tendrán que “reevaluar” los acuerdos que tienen con el gobierno y “estudiar” su reacción. Sin embargo, esta respuesta es la misma que en otros conflictos y pocas veces resulta en soluciones para las víctimas de los conflictos armados.

La desesperación por los minerales

La inmensa mayoría de minerales críticos del mundo están en el continente africano, concentrados en países concretos. Pese a que una gran cantidad de teóricos defienden que la lucha por los minerales básicos es una guerra que se ha dejado atrás, la realidad es otra. Bien es verdad que la necesidad del petróleo, aceite, carbón y otros minerales o combustibles fósiles están entrando en su última fase por el hallazgo de alternativas. No obstante, la nueva forma de generar energía -de lo que cada vez se depende más- requiere una cantidad inmensa de minerales incomparable con el pasado. El rol que juega los minerales son la carne de cañón de la mayoría de conflictos actuales en ciertas partes del mundo.

Desde hace décadas, China ha entendido la importancia y el protagonismo que tendrían estos minerales, incorporando su adquisición en sus estrategias. No es ningún secreto que China busca ser el poder hegemónico del mundo, superando a Estados Unidos, y que sus planes son a largo plazo. Su estilo de poder es diferente a la que el mundo occidental está acostumbrado, optando por tratos de ayuda mutua en vez de fuerza bruta (especialmente en África), lo que le ha ayudado hasta ahora conseguir sus objetivos y lo que le podrá llevar a cumplir con su meta final.

Cuando el mundo dejó de lado el continente africano por estar devastado por la guerra y el genocidio provocado por la deserción de los poderes coloniales, China observó la apertura de un nuevo mercado, desesperado por materiales asequibles, y ricos en minerales críticos. A través de acuerdos de cooperación y la ventaja de no ser un poder europeo (países europeos fueron rechazados por la mayoría de los gobiernos africanos por ofrecer asistencia que no se adaptaba a las condiciones reales en el continente), el poder asiático consiguió la confianza de los gobiernos africanos además de tratos que garantizan un flujo de minerales constante para financiar sus avances tecnológicos.

Rusia entendió esta ventaja unos años después de China, pero empleó una táctica militar en vez de económica, optando por el entrenamiento de los ejércitos de gobiernos locales con el Africa Corps -antes llamado el grupo Wagner- para escalar la jerarquía del poder. A cambio de su “ayuda”, lo que muchas veces desembocó en el terror de comunidades y el mantenimiento en el poder de gobernadores corruptos y autoritarios, consiguieron los derechos del control de minas. Paralelamente, Estados Unidos llegó tarde al continente sin las herramientas necesarias para afrontar las tensiones y los intereses de los países africanos.  

La RDC concentra el 74% del cobalto y el 80% del coltán mundial, dos minerales esenciales para la manufacturación de baterías para dispositivos eléctricos, incluyendo coches y móviles. Los ataques del M23 se concentran en las zonas congoleñas ricas en estos minerales. Dado que el mundo está dando un giro drástico hacia los vehículos eléctricos, junto con otras tecnologías de energía renovable, y la dependencia cada vez mayor de dispositivos electrónicos, los minerales críticos y el control de estos se ha vuelto imprescindible para consolidar poder.

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