Este jueves se cumple una semana de una inesperada ruptura. Tras unas negociaciones a sotto voce, con la prudencia como principal aliada, el Partido Popular decidió echarse para atrás ante la oleada de presiones internas y externas. Una portada, la de El Mundo, que aventuraba el rechazo de la derecha mediática, consumado en la homilía de Federico Jiménez Losantos, al acuerdo con el PSOE para renovar el Poder Judicial. Alberto Núñez Feijóo cedió a la influencia de los poderes fácticos, pero también a los orgánicos, con Isabel Díaz Ayuso amagando con encabezar un nuevo capítulo de rebeldía interna si se cerraba el pacto con Pedro Sánchez. Elementos que han llevado a los socialistas a preguntarse “quién manda” realmente en Génova.

Los socialistas han lanzado un vídeo adherido a su ofensiva contra un “debilitado” Feijóo, al que incluso empiezan a dar -prácticamente- por amortizado en sectores socialistas de Ferraz y Moncloa. Lo cierto es que sorprendió sobremanera la marcha atrás in extremis del Partido Popular en una negociación que, tal y como verbalizaban distinguidos emisarios de las formaciones, avanzaba viento en popa y a toda vela, no sin negar la pátina de “dificultad” intrínseca a un acuerdo de tales características.

De entre el espeso armazón de opacidad con el que PP y PSOE envolvieron este “último intento” emergieron sutiles puntos de fricción ajenos a la negociación. Mientras el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, de gira por África, profetizaba optimista la inminente firma, los aparatos mediáticos de la derecha se levantaban en armas contra el líder del Partido Popular, espoleados por engranajes orgánicos contrarios al oficialismo de Génova 13.

La presión de la derecha mediática, sumada al amago de insurrección desde la Puerta del Sol, reminiscencias de un pasado más que reciente, provocaron que la dirección nacional encendiera todas las alertas ante la amenaza de una nueva guerra civil, sin tiempo para cauterizar las cicatrices sangrantes aún del cierre en falso de la crisis con el defenestrado Pablo Casado. La cúpula halló en la sedición la coartada para justificar la suspensión de las conversaciones con Moncloa. Ese mismo día, en paralelo, la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, espolvoreó desde la tribuna del Congreso la hoja de ruta del Gobierno en lo relativo a la reforma del delito de sedición.

“¿Quién manda en el PP?”

Lo que se auguraba como un acuerdo inminente, a expensas de la “firma del Partido Popular”, según deslizó el propio Sánchez desde Pretoria, derivó en el reinicio de las hostilidades entre Ferraz y Génova. Los socialistas, de hecho, centraron el tiro en las presiones recibidas por Feijóo ese mismo día para ensalzar su escasa “autonomía” como presidente del PP y desproveer a sus adversarios de un líder claro ante la opinión pública. Un dirigente “debilitado” que no aguanta a las presiones de una Ayuso que aún condiciona la acción política de Génova.

De hecho, el PSOE ha lanzado un vídeo en el que recogen los avisos ayusistas a Génova, aún en plena coronación de Feijóo como nuevo rey de Génova. En el Congreso del PP en Sevilla, donde se ungió al previo auto de fe a Casado, la baronesa madrileña marcaba el paso al recién llegado. “No nos hemos reunido aquí para ganar un Congreso, sino para ganar elecciones”, notificaba la presidenta madrileña en lo que es, a juicio de los socialistas, la cabeza de caballo en la cama del recién nombrado líder popular.

Ayuso: "Me preocupa una negociación con un Gobierno, el de Sánchez, que miente por sistema y que no es de fiar"

No transcurriría demasiado tiempo hasta el segundo toque de atención a Feijóo. Tras el primer encuentro con Pedro Sánchez en el Palacio de la Moncloa, Ayuso acentuaba la necesidad de edificar una “oposición real al desastre”, entiendo éste como el Gobierno de coalición. De no construir una alternativa robusta, la presidenta madrileña auguraba una caída por el barranco. “No pienso pactar con el desastre”, redundó entonces la lideresa madrileña.

Pasados los días, las semanas y los meses, Sánchez y Feijóo se citaron en Moncloa con carácter de urgencia. El presidente del Consejo General del Poder Judicial, Carlos Lesmes, presentó su dimisión un domingo y ambos acordaron reunirse ipso facto para, de una vez por todas, acercar posturas, limar asperezas y certificar el primer gran acuerdo de Estado del gallego como líder de la oposición. “Estamos con visos de que pueda llegar a buen término”, sugirió el presidente del PP.

Las palabras de Feijóo cayeron como un jarro de agua fría en Sol. Ayuso no lo podía permitir y no tardó en recordar a Génova el camino del que no debieron salirse: “Me preocupa una negociación con un Gobierno, el de Sánchez, que miente por sistema y que no es de fiar”.

La advertencia dio sus frutos, aunque quedaban dos actores importantes para engordar el elenco. El primero fue el diario El Mundo, con una portada que hizo temblar los cimientos de Génova y que auguraba una revolución de cristalizar el acuerdo con Moncloa. El segundo, ese mismo día, dejó notar su presencia en las ondas. Federico Jiménez Losantos refrescó la memoria de Feijóo, al que le acusa de “no entender” cómo ha de funcionar el PP. “Se va el PP a freír espárragos si no es porque aguantó Ayuso”, remachó.

Entre medias, representantes de la cúpula del Partido Popular se encargaron de desvincular la reforma del delito de sedición con la negociación del Poder Judicial, algo que, hasta la intervención de Montero, había cuidado al milímetro el PSOE. La posibilidad de que se cerrase el acuerdo con tal prontitud alimentó los demonios internos de la “derecha reaccionaria”, que aprovechó su posición ventajosa para condicionar a todo un líder del PP.