"De fracaso en fracaso", titula El Mundo con una foto en portada de una manifestante que se tapa los oídos. Pedro J. siempre ha sido muy de enviar mensajes subliminales a través de las imágenes, aunque sea manipulándolas. Podría aplicarse él mismo el cuento de no querer escuchar.

En el editorial hablan de la "huelga con el menor seguimiento de la Democracia" y asegura que los sindicatos se están convirtiendo en una "fuerza marginal". "Han ido de un fracaso muy notable a otro mayor, que supera todo lo visto hasta la fecha", subraya y añade: "Como sucedió también en la convocatoria anterior, la huelga fue seguida masivamente en la gran industria, pero fracasó en el pequeño comercio, los servicios, los trabajadores de cuello blanco y las Administraciones Públicas". Ni siquiera se plantean que muchos trabajadores, en plena época de recortes y rebajas de sueldos, especialmente entre el funcionariado, no han podido ejercer su derecho a la huelga pero sí han estado en la calle gritando contra las políticas del Gobierno del PP. También omiten que el sindicato de Funcionarios se había opuesto a la movilización.



Eso sí, destacan por "significativa" la detención de 142 personas. Para Pedro J. y cia., esto corrobora que "los sindicatos no renunician a ejercer la coacción". Resumen: los despropósitos de una minoría se generalizan. Tampoco hablan de las cargas policiales ni de la agresión de un menor de trece años por parte de un mosso en Tarragona.



ABC ilustra la información con la imagen de una pescadera en su establecimiento a la que aborda un sindicalista solitario: "España prefiere trabajar". En el editorial hablan de un fracaso rotundo y aclara que si los sindicatos lograron "frenar" la actividad en la industria es porque allí "tienen una capacidad de presión decisiva". No menciona en el mismo a las miles de personas que protestaron en las calles de toda España y en páginas interiores tampoco se merecen ni usa sóla fotografía. Eso sí, hay varias de los vándalos que se enfrentaron a los antidisturbios y provocaron graves destrozos.

En el mismo periódico, Isabel San Sebastián atiza también a los sindicatos a los que niega su función de "interlocutores sociales". Como dice José María Izquierdo en su blog, Ignacio Camacho, es el único en el diario que parece tener ojos en la cara y recoge el clamor de la calle: "El malestar ciudadano es obvio pero la mayoría de la gente lo expresa con un sentido de la responsabilidad bastante ponderado. Cualquier dirigente con cierto sentido estratégico entendería el mensaje y trataría de ajustar los cauces de protesta a la medida del caudal de participación. Porque si al final se han agarrado a las masas de manifestantes vespertinos para tratar de equilibrar mal que bien la pobre cuenta de resultados de la huelga… ¿para qué demonios era necesario menguar desde primera hora la productividad cotidiana de un país estrangulado?"



En La Razón, más de lo mismo. En la portada, sobre una foto delos líderes sindicales figura un gran titular "Fracasados". Al diario de Marhuenda se le ha ocurrido además la genial idea de recortar el lema de la pancarta que lucían y destacar un gran "SIN FUTURO", que, curiosamente, es la única zona de la fotografía que se muestra en color. En el editorial habla del fracaso de la izquierda y destaca la violencia de los piquetes, indignados y otros elementos antisistema”. El diario carga las tintas sobre Toxo y Mendez a los que niega todo tipo de credibilidad.

En la contraportada del diario Ussia se burla de la movilización de actores y trabajadores del espectáculo en el emblemático Teatro Español de Madrid. Apelando a una imagen difundida por intereconomía de la cafetería del teatro, interpreta que el encierro de protesta de Willy Toledo y Alberto San Juan (dos de los titiriteros más odiados de la derechona), fue en realidad una noche de copas en las cómodas estancias del teatro:
Era jornada de Huelga General convocada por los sindicatos decrecientes y el camarero del bar no pudo sumarse a la huelga. En la hostelería, un buen camarero siempre trabaja mientras permanezca un cliente en la barra. En esta ocasión eran dos los clientes, muy pesados, porque se pasaron todo el día dando la tabarra. –Un cubata de ron moreno–, –ahora mismo, don Guillermo–; –un capuchino y una copita de «armagnac»–, –como usted ordene, don Alberto–.

Los clientes, don Guillermo Toledo y don Alberto San Juan, decidieron sumarse a la Huelga General encerrándose en el Teatro Español. Una huelga comodísima. En el segundo piso del Español hay un salón conocido como «El Parnasillo», con comodísimos sofás para echar cabezaditas. Del «Parnasillo» al bar, un breve tramo de escaleras. Puedo estar equivocado, pero este tipo de huelgas no entra en mi capacidad de entendimiento. Hacer una huelga con barra y camarero incluidos, se me antoja una monumental frescura. En la anterior huelga general, Guillermo Toledo fue denunciado por formar parte, mejor escrito, por actuar al frente de un piquete violento. Pasó la noche en los calabozos y el juez lo soltó a la mañana siguiente. Es lógico y comprensible que su solidaridad se sintiera un tanto resentida por la incomodidad de las consecuencias. De ahí, que en esta ocasión, haya preferido llevarse a su amigo San Juan al Teatro Español, y hacer una huelga cómoda, bien tratada, bien dormida, bien comida y bien regada. Con un inconveniente grave. Que muchos piqueteros van a querer en la próxima huelga compartir el Teatro Español con la singular pareja, y van a tener que trabajar para los huelguistas más camareros, lo cual disloca en parte el objetivo de la huelga y los resultados de la misma.

Así, que dormida la siestecita, después de quitarse las legañas al uso de cada cual, bajaron por las escaleras los indómitos huelguistas. Uno de ellos pidió café. El otro, un gin tonic. El camarero, un gran profesional, –¿Con mucho hielo, don Guillermo?–.

De vergüenza.