El Gobierno encuentra cada vez más escollos para contentar a todos los grupos parlamentarios de los que requiere apoyo para sacar leyes adelante. Los socios habituales de la coalición, conocedores de la lógica parlamentaria, se muestran más insaciables que nunca, empujando al Ejecutivo a un inmovilismo que oculta el temor a sufrir derrotas que evidencien su debilidad. Un cóctel al que hay que sumar la mezcla de ideologías tan dispares como enfrentadas que ha hecho imposible que salgan adelante las grandes reformas comprometidas para esta legislatura.

Los Presupuestos Generales del Estado (PGE) son una utopía para el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y su vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, que comienzan a plantearse incluso la renuncia a presentar las Cuentas en el Congreso de los Diputados. Y es que si los socialistas conceden a Junts competencias migratorias compartidas para la Generalitat de Cataluña, gestionada actualmente encabezada por Salvador Illa, los de Carles Puigdemont garantizan que esta cesión no garantiza su apoyo para futuras votaciones en las Cortes.

Es que es una carpeta absolutamente diferente, no tiene nada que ver”, trasladaba la derecha catalana sobre su voto a favor a los PGE a cambio de esta concesión. “Muchos han vinculado que, si se aprobaba el acuerdo sobre competencias migratorias, se desbloqueaban los Presupuestos. Y no es así”, añadía Junts. Una advertencia que, lejos de ser el único problema, podría quedar erradicada de raíz si el PSOE no consigue convencer al resto de socios de la coalición para dar el visto bueno al pacto de control migratorio.

Podemos no parece por la labor de dejar pasar la “infame” traslación de competencias a la “derecha racista catalana”. “Por ahí no, con los votos de Podemos no”, ha garantizado su secretaria general, Ione Belarra, a sabiendas de que sus votos son indispensables. Los morados ponen así a Sánchez contra la pared, acostumbrado a que tan solo los independentistas catalanes tensen la situación al máximo, y recuerdan que sus apoyos "valen exactamente igual que los de la derecha racista catalana".

La cesión del Gobierno a Junts puede, en el mejor de los casos, no haber servido para nada más que para tensar más una situación ya compleja. Mientras tanto, las grandes reformas que aguardan en los cajones no avanzan. La reducción de la jornada laboral, la reforma del poder judicial, las políticas de regeneración democrática destinadas a combatir bulos y fake news, el abordaje real del problema de los precios de la vivienda y otras muchas materias se encuentran paralizadas ante el miedo a que decaiga al pisar la Cámara Baja.

Tensionamiento geopolítico

A esto se suma el tensionamiento de las relaciones internacionales, con un Donald Trump que aprieta a la Unión Europea (UE) con aranceles e intercediendo en la guerra de Ucrania en favor de Putin; mientras que la Comisión Europea no consigue ponerse de acuerdo en cómo responder en materia económica y se pierde en torno al aumento en gasto militar. Esta última variable ha sido asumida por Sánchez, que se ha comprometido a llevar la inversión en Defensa al 2% antes del 2029.

El propio partido minoritario de la coalición no tiene claro si apoyar o no este incremento del gasto militar, mientras que la izquierda que habitualmente apoya al Gobierno parece reacia. Una situación compleja que se agrava si este incremento de la partida armamentística quiere realizarse PGE aparte y que podría terminar con el PSOE y el PP votando juntos en el Congreso, a expensas de que los de Alberto Núñez Feijóo voten en contra de sus propios posicionamientos solo para asestar un golpe a Sánchez.

La situación parece insostenible para el Ejecutivo, pero Moncloa insiste en que el reparto de apoyos es el mismo desde el inicio de la legislatura y confía en seguir negociando cada medida en su momento, estrategia que ha servido hasta el momento. No obstante, el tensionamiento comienza a agravarse entre el Gobierno y los socios y entre los propios socios entre sí, entremezclándose la táctica política y las elevadas discrepancias ideológicas que suma el bloque.

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