El líder de la oposición y presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, sufrió este miércoles una contundente derrota en el Pleno del Congreso de los Diputados tras haber cometido varias meteduras de pata que le hicieron perder rápidamente la credibilidad. El 'popular' lo tenía fácil, con un PSOE tocado y en horas bajas, para dar un puñetazo en la mesa, salir reforzado y poder empezar a entablar conversaciones con otros partidos para cumplir su objetivo principal: derrocar a Pedro Sánchez. Sin embargo, protagonizar una fuerte bajada al barro hizo que el líder del PP se quedase como estaba: sin apoyos, ni siquiera el de Vox, enfadados tras haberles negado la entrada en un hipotético Gobierno y partido que el resto de formaciones, por otro lado, vetan para llegar a cualquier acuerdo. Pese a ello, según fuentes de Génova, las intenciones del líder del PP parecen seguir siendo las mismas: tantear a las fuerzas parlamentarias para hacer caer al Gobierno. Pero lo tiene todavía más difícil que antes. "No hay novedad", explican desde el entorno del líder gallego.
Desde el fin de semana, Feijóo insistió en una idea: llamar a todos los grupos, incluso a Junts, para estudiar la viabilidad de una moción de censura que posibilite un cambio de Gobierno. Su actitud del miércoles, no obstante, le hizo dar muchos pasos atrás. El gallego propuso cuatro medidas: reforzar la UCO, retirar la ley Bolaños, cesar al fiscal general del Estado y cambiar el Tribunal Constitucional. Hablando de la UCO y de su refuerzo, unidad encargada de la investigación del caso Koldo, Feijóo se olvidó de la UDEF de la Policía Nacional, que investigó la Gürtel y a cuyo jefe el PP mandó a Huesca. Los mismos agentes gracias a los cuales el PP fue condenado por corrupción.
Del mismo modo, Feijóo también hizo una afirmación que agitó las memorias de los presentes: "Este es el Gobierno más corrupto de las dos últimas décadas". El gallego no se atrevió a decir de la democracia, o de la historia, porque en ella está el de José María Aznar, del que se cumplen justo dos décadas que terminó. En tercer lugar, Feijóo habló de cesar a Álvaro García Ortiz, fiscal general del Estado, pero no tuvo en cuenta cuáles son las condiciones que tienen que darse para que eso ocurra. El artículo 31 del Estatuto Orgánico del Ministerio Fiscal dice: "Podrá cesar a petición propia, por incurrir en incompatibilidades -con su cargo-, en caso de incapacidad o enfermedad, por incumplimiento grave o reiterado de sus funciones o cuando cese el Gobierno que lo hubiera propuesto".
Por último, Feijóo le pidió a Pedro Sánchez que "cambiara" el Tribunal Constitucional. Así, al bulto. Ni que decir tiene que tal cosa no es posible ni recae en las responsabilidades del presidente del Gobierno. Todos estos errores, a pesar de su voluntad de cambio, hicieron volver al 'popular' a la casilla de salida en la que se encontraba antes del debate.
Sánchez sale reforzado y con la confianza de los socios
Por otro lado, la sensación en el Palacio de La Moncloa es de alivio total. Sus propios socios, quienes durante estas últimas semanas recolocaban el foco sobre la cúspide de Ferraz para señalar la corrupción allí acontecida, optaron por reducir los niveles de dureza en su retórica. Todos con la excepción de PNV y Podemos. Sumar, por su parte, levantó considerablemente el pie del acelerador, recuperando las carantoñas bidireccionales de antaño y las ovaciones al unísono de todos los ministros a las respectivas actuaciones de sus líderes.
Las 15 medidas del Plan Estatal contra la Corrupción presentadas por Sánchez sirvieron para sellar las grietas con el grueso del bloque de la investidura, pero lo hacen con un gran asterisco, a expensas de que las llamas del caso Cerdán no suban hasta la última planta del escalafón socialista y con el gran condicionante de sacar lustre a la agenda social.
Feijóo, por su parte, se lleva a su colección un suspenso manchado con barro. Poco ha durado la energía, el optimismo y la alegría que el cónclave del fin de semana había insuflado en Génova. Todo eran risas, hasta que su líder dio un paso en falso en su afán por desligarse al máximo de un Vox que le busca las cosquillas tras negarles la entrada en un eventual Gobierno. Deseo, por cierto, desbaratado por el presidente del Gobierno, bajando de la nube monocolor al Partido Popular y enseñándole la realidad del tablero político. “Toma, y a mí”, se burlaba Sánchez.
Así las cosas, este ejercicio de retórica alejada de la realidad y de peticiones imposibles e ignorantes protagonizado por Feijóo ha hecho retroceder al PP duramente a la casilla de salida: sin propuestas y sin garantías de confianza por parte de ninguna formación frente a un Sánchez que sí ha sido capaz de articular la luz verde de las formaciones parlamentarias, al menos momentáneamente y pese a los condicionantes.