Aún no se ha sentado el nuevo president y ya suenan los tambores de guerra. Vox ha sido el primero en mover ficha: Santiago Abascal exige a Feijóo “ni pacto verde ni inmigrantes” como condiciones previas para apoyar la sucesión de Carlos Mazón. En el PP, mientras tanto, se acumulan las dudas: ¿hasta dónde pueden ceder sin desdibujar su discurso? ¿y hasta dónde están dispuestos a tensar la cuerda sus socios valencianos?

La escena política en la Comunidad Valenciana se ha convertido en un tablero de ajedrez donde cada movimiento puede tener consecuencias nacionales. Tras la marcha de Mazón, el Partido Popular se enfrenta a un dilema que pone a prueba su estrategia de moderación. Mientras Génova intenta mantener un perfil institucional, Vox eleva el tono y marca territorio con dos exigencias que no admiten matices: rechazar el Pacto Verde europeo y endurecer las políticas migratorias. Dos líneas rojas que apuntan directamente al corazón del discurso de Feijóo sobre la “centralidad” y la “responsabilidad de Estado”.

Las negociaciones, según fuentes autonómicas, avanzan con “mucha cautela”, pero el ambiente es de desconfianza. En el PP valenciano preocupa que cualquier concesión a Vox pueda derivar en un coste político a medio plazo, sobre todo de cara a las elecciones generales. Desde el entorno de Feijóo insisten en que “el PP no gobierna sometido a nadie”, aunque en privado reconocen que sin el apoyo de Vox no hay números suficientes para investir a un nuevo president.

Abascal, por su parte, se siente fuerte. Vox controla una parte clave del electorado conservador valenciano y sabe que puede condicionar la estabilidad institucional. Su mensaje es directo: si el PP quiere gobernar, deberá romper con los compromisos europeos en materia climática y adoptar un discurso más duro sobre la inmigración. La consigna, según fuentes del partido, es “volver a hablar claro sobre las fronteras y la soberanía energética”. En otras palabras: nada de “pactos verdes” ni de “aperturismo globalista”.

El clima político se enrarece también en Les Corts. Desde la oposición, PSPV-PSOE y Compromís observan con preocupación lo que consideran una “deriva reaccionaria” del futuro gobierno. “Vox está dictando la agenda y el PP obedece”, denuncian. Mientras tanto, los socios ultras insisten en que sus propuestas “solo buscan devolver el sentido común” a las políticas autonómicas. La tensión crece, y en el hemiciclo ya se dan por hechas largas jornadas de negociación.

En Génova, Feijóo intenta mantener la calma y transmitir una imagen de firmeza. Pero la realidad es que el pulso con Abascal puede erosionar la frágil estrategia de equilibrio que el PP lleva meses construyendo. La dirección nacional teme que una cesión en Valencia se interprete como un precedente peligroso en otras autonomías donde Vox aspira a ampliar su poder institucional. “Cada pacto autonómico es un precedente nacional”, reconocen fuentes populares.

Con este panorama, la pregunta parece inevitable: ¿hasta dónde está dispuesto el PP a llegar para conservar el poder en la Comunidad Valenciana? ¿Y qué precio político tendrá ceder a las condiciones de Vox? La sucesión de Mazón se ha transformado en una prueba de fuego para Feijóo, que deberá elegir entre mantener su relato de moderación o aceptar las imposiciones de su socio preferente.

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Feijóo y Abascal. EP

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