Quedamos con Edu Madina en el primer día de una semana marcada por el 10º aniversario del fin de ETA. O del fin de la violencia de ETA, si se prefiere, porque el principio del fin de la banda tiene muchas fechas: el asesinato, vil inter pares, de Miguel Ángel Blanco; el proceso de paz del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero en el verano 2006; el atentado disruptivo de Barajas en Navidades… Hace unas horas, la semana del recuerdo la ha inaugurado Arnaldo Otegi, el líder de la izquierda abertzale, con una declaración histórica dirigida a “las víctimas de ETA” en la que afirma que “sentimos su dolor” y que “el mismo nunca debió haberse producido”. “Un paso muy importante, que pone a la izquierda abertzale ante un camino nuevo”, señala el Madina más político.

Porque hay, al menos, dos Madinas, igual que hay dos Borja Sémper en el libro que acaban de estrenar, Todos los futuros perdidos (Plaza & Janés). Es una obra a cuatro manos, -seis, si contamos a la periodista Lourdes Pérez que les tuvo cuatro días conversando en el centenario caserío Lekumberri- y con cuatro almas. Existe el Madina político, que disecciona la tragedia del terrorismo en el País Vasco desde un “análisis intelectual” de las “claves del fenómeno político que orbitaba alrededor de la violencia”. Pero también está el Edu Madina más humano, aquel que esquivó a la muerte cuando viajó con él de copiloto en forma de bomba lapa el 19 de febrero de 2002. Es el mismo que no ha “conseguido encontrar interés” en sentarse a hablar con “aquellos chavales de mi barrio, de mi instituto que atentaron contra mí”.

Tanto él, como Borja Semper, afincados en sendas orillas del bipartidismo, comparten esa dicotomía. El dirigente del PP tuvo más suerte, si se puede llamar así, y se libró del intento de darle “matarile” a las puertas de la Universidad, cuando era un concejal de Irún recién entrado en la veintena. Y esa doble naturaleza de superviviente y político les da la experiencia humana de quien ha vivido en primera persona el horror de la violencia, pero también el compromiso social de buscar una solución que atienda al bien común. O, en palabras de Madina a su hijo Unax, “pensar más en los demás que en uno mismo”.

Buena Memoria y mala Memoria

Y ahora, ¿qué toca? Tras el fin de ETA y su violencia, después del perdón pedido por la izquierda abertzale y el reconocimiento a las víctimas… Madina lo tiene claro: es la hora de “la Memoria”. Una asignatura difícil para España, un país que “pasa página muy rápido” en sus episodios traumáticos. Pero el socialista distingue entre buena Memoria y mala Memoria. Para la primera, “no hay que inventar nada, Europa ya lo tiene hecho y con copiar cosas buenas está bien”. Por ejemplo, reformar el Estatuto de Autonomía del País Vasco “para que diga que nos inspiramos en parte sobre la memoria de las víctimas del terrorismo” o que “en los temarios de primaria y secundaria se explique bien lo que pasó, o una Geografía que explique dónde ETA mató”.

La Memoria mala, en cambio, es la que “utiliza” de manera política “algo que ya no existe, de lo que estamos celebrando diez años. Y cuando se mal utiliza solo sirve para pervertirlo, para caricaturizar algo que de caricatura no tiene nada”. “A los doctores de la mala Memoria nunca los vi por el País Vasco”, subraya Madina.